Domingo, 4 de febrero de 2007 | Hoy
E-CASH DE LECTORES
Yo no soy economista, escribo más bien desde el punto de vista de alguien que vivió muchísimos años como vecino de la línea Sarmiento. No digo esto con modestia, ya que no creo que un economista solo por el hecho de serlo tenga más autoridad para hablar del tema que yo, sino para aclarar, como dije, mi rol. Quería mencionar la gran cantidad de ventajas que tiene la solución del túnel sobre la alternativa presentada por Guido Molinero (Cash del 21/01/07), que no fueron mencionadas en su nota. La contaminación sonora es una de ellas: ésta se vería seriamente disminuida por el soterramiento de la línea. La practicidad del soterramiento es otra, ya que cualquiera puede constatar viendo los viaductos construidos que la construcción de cruces para transporte genera trastornos adicionales al tránsito, tanto peatonal como automotor. Otra ventaja importante es que la cantidad de accidentes disminuye en forma dramática con el soterramiento, junto con los retrasos que éstos acarrean. El soterramiento además permite agregar más frecuencias. Cualquiera que viajó en el Sarmiento en horas pico no precisa un estudio serio para saber que esto es algo necesario. Agregar más frecuencias con la alternativa que indica Molinero implica el potencial aumento de accidentes, al menos peatonales. No es un tema menor que los terrenos aledaños a las vías son terrenos generalmente escasamente iluminados, frecuentemente sucios, inseguros para los vecinos. En el cruce cercano a mi ex domicilio ocurrían frecuentes robos, incluso una vez hubo una violación y asesinato. La liberación de los terrenos, una de las pocas ventajas mencionadas, es un tema importante si se tiene en cuenta el déficit de espacios verdes que tiene la ciudad, comparada con otras urbes de similar envergadura. Es de esperar que el fin de estos espacios sea ése. No sé cuál es la tendencia mundial actual, pero en 1999 tuve la fortuna de visitar Madrid y París y comprobé que algunas líneas fueron soterradas. Molinero se equivoca al decir que el plan de operar trenes de doble piso tiene como propósito reducir la frecuencia y mantener más tiempo abiertas las barreras. Ese plan tiene como propósito reemplazar las penosas formaciones actuales y disminuir el completo hacinamiento en el que se viaja en horas pico. La única ventaja de la alternativa mencionada en la nota es el menor costo de las obras, ejemplificado por un cálculo grueso con pocas variables, y como admite Molinero, infundado. Suponiendo que esta ventaja es real, la elección de la alternativa por esto parece la aplicación de una ortodoxia económica que sólo se fija en variables numéricas dejando en segundo plano las aristas reales del problema. Si se tiene en cuenta la realidad, el debate no es si soterrar o no, o si hacen falta estudios serios, sino por qué no se hizo antes y cuando se extenderá a otras líneas.
Andrés Glavina
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Con respecto a la atinada nota de Guido Molinero publicada el domingo 21 en el suplemento Cash, quisiera hacer una pequeña observación. Dice la misma: “Nadie duda de que la línea Sarmiento constituye un problema, por las demoras ocasionadas a los vehículos”. En rigor de verdad, ése es uno de los problemas de la línea Sarmiento. El otro, y tal vez más importante por la cantidad de gente afectada, es el pésimo servicio que se está prestando. En cuanto a la “mágica” aparición del soterramiento del ramal completo, coincidimos con el autor que hay cierta liviandad en la manera que se planteó y se encara. Creemos que debiera evaluarse la posibilidad de un “elevado”. Esto es realizable y al alcance de los medios reducidos con que Argentina cuenta hoy. Se trata simplemente de la diferencia entre lo bueno y lo mejor.
Ing. Edgardo Enrique Molgaray
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