E-CASH DE LECTORES
En el artículo del suplemento Cash “Explotación de las reservas de petróleo y gas no convencionales. Debate necesario”, publicado en el diario Página/12 del 28 de febrero pasado, Oscar Prieto, CEO de Pan American Energy, manifiesta que “Argentina posee más que suficientes recursos de hidrocarburos, sobre todo no convencionales, para satisfacer las necesidades de desarrollo de muchas generaciones”. Esta declaración va en consonancia con lo aseverado al mismo tiempo por el gobernador de Neuquén, Jorge Sapag, quien declaró que “con el gas y el petróleo no convencional tenemos energía para cien años”, concuerda también con la actitud del ex gobernador de Río Negro Miguel Saiz, quien días antes de dejar su cargo firmó el decreto 1541 que permite aquí la explotación del gas y el petróleo por el sistema no convencional y coincide por fin con la reciente creación de la Organización Federal de los Estados Productores de Hidrocarburos (Ofephi), gobernadores integrados a fin de justificar la precisa explotación de gas y petróleo, aun a costa del agua a envenenar.
Agua, sí; porque aquí la esencia del valor en tratamiento y a desechar es “el agua”. Agua que en ningún momento menciona el empresario, ni el decreto oficial, ni los gobernadores, quienes, cómplices en su silencio, tampoco informan acerca del torrente de agua a envenenar para extraer el gas y el petróleo no convencional; porque hemos de saber que se han de empetrolar 800 litros de agua por cada 200 litros de petróleo rebalsado; porque se ha de fracturar el suelo y envenenar con químicos sus napas, acuíferos y ríos subterráneos para liberar el gas encapsulado en sus rocas. Porque aquí nadie habla del agua a contaminar para explotar el gas y el petróleo no convencional. Tal entonces la situación en nuestra actual estructura de vida, la cual hoy ya consiente desde la empresa/Estado el inadmisible hecho de sacrificar agua para extraer un bien energético calórico, combustible o mineral hidroquímico. Un Estado que ya en su presentir político del sabio rechazo social provocado por el envenenamiento del agua ha de atenerse en sus hechos al reclamo público, a los límites naturales, y en pos de sostener los preceptos vitales que permitan el correcto devenir de quienes nos sucederán. El agua es la vida y para la vida, y no más.
Elvio Mendioroz [email protected] Carmen de Patagones
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