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Un periodista estadounidense se entera de la existencia de un indio que tenía una memoria prodigiosa. Entonces decide ir a visitarlo.

–¿Aquí vive el indio de buena memoria? —pregunta al llegar a su pueblo.

–Sí, le responden y le señalan una casa.

Entra y ve a un hombre de casi 100 años.

–Así que usted es quien tiene la memoria prodigiosa.

–Así es.

–¿Me podría hacer una demostración?

–Claro, ahí están mis diarios íntimos.

Y le da una serie de cuadernos que sumaban como un millón de páginas. Entonces el periodista le pregunta:

–¿Qué pasó el 2 de abril de 1913?

–Esa mañana me levanté temprano, me puse un chaleco rojo y fui a ayudar a mi mamá, que estaba cocinando pato.

Luego le sigue haciendo preguntas y el indio siempre acertaba. Antes de irse, le hace una más.

–¿Qué hizo el 10 de septiembre de 1932 por la mañana?

–Desayuné un huevo frito.

–Muy bien –responde el periodista. Y se marcha.

Al llegar a su ciudad escribe la historia y gana el Pulitzer. Al cabo de 30 años, vuelve al pueblo del indio, pregunta por su tumba y le dicen que aún vive. Cuando lo ve, le dice sorprendido:

–Pero, ¿cómo lo hizo?

–Con aceite.