Domingo, 26 de septiembre de 2010 | Hoy
SUMA CERO
Una periodista internacional debía cubrir una nota en Jerusalén. La ventana, en su habitación del hotel, daba de frente al Muro de los Lamentos. Todas las mañanas, al levantarse y salir, veía instalado a un rabino rezando frente al Muro, y al regresar, el rabino continuaba allí.
Pasaron los días, terminó su tarea y antes de regresar, a la periodista se le ocurrió hacerle una nota al rabino.
–Dígame, rabino, ¿usted viene a rezar al Muro todos los días, año tras año?
–Sí, todos los días le rezo a Dios y le ruego que los hombres cambien, para que haya paz en el mundo, para que no exista el hambre, para que los políticos que manejan la historia de los países sólo miren el bienestar de sus conciudadanos, para que la educación sea prioridad y tantos otros ruegos que me llevan todo el día frente al Muro.
–¿Y cómo se siente tras todos estos años, rabino, pidiendo tantas cosas buenas para la humanidad?
–¿Que cómo me siento? ¿Y cómo me voy a sentir? ¡Como si le estuviera hablando a una pared!
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