DEBATE › EL RUMBO DE LA ECONOMíA
La opción kirchnerista, con marchas y retrocesos, fue adscribir a una visión estructuralista y latinoamericana del desarrollo económico.
› Por Carlos Andújar *
Estamos en tiempos electorales, los discursos y significados se mezclan, se entrelazan, se superponen los unos a los otros. En todos los partidos, frentes, uniones transitorias, candidatos y demás yerbas, se repiten una y otra vez hermosas aspiraciones de más trabajo y menor pobreza y desigualdad. Sin embargo a la hora de defender o criticar políticas públicas concretas se empiezan a observar las más inusitadas –por llamarlas de algún modo amable– contradicciones. Algunos están a favor de la Asignación Universal por Hijo pero en contra de la estatización de los fondos previsionales. Otros dicen querer frenar la inflación pero piden una devaluación y se quejan del control cambiario. Los de más acá dicen querer una sociedad con menor desigualdad pero piden eliminar el Impuesto a las Ganancias para cualquier nivel de ingresos. Los de más allá quieren fomentar el empleo y la industria, pero consideran que el gasto público es excesivo y que hay demasiadas restricciones para el comercio exterior. Los de siempre dicen luchar contra los grupos de poder a favor de la “gente”, pero piden vivir en una sociedad en paz y sin conflictos.
Hoy más que nunca hace falta explicitar y develar las opciones realizadas, las que quedan por hacer, las que dicen no hacerse. Alejarse deliberadamente del día a día al que inevitablemente nos llevará la campaña a través de los medios de comunicación. Es necesario ver y mirar críticamente los proyectos políticos de todas y todos, aun de aquellos y aquellas que los esconden detrás de una supuesta “gestión” neutral de las cosas del Estado o de aquellos otros que, en apariencia, no tienen propuestas porque, si se ve y mira bien, sí las tienen.
En este sentido queremos destacar una de las tantas opciones que se han realizado en esta última década. Una opción de la que dependen muchas otras.
El desarrollo económico puede ser entendido desde una visión lineal o una relacional. El pensamiento neoclásico dominante antes y el neoliberal ahora sostienen una perspectiva ahistórica y desideologizada del mismo, entendiéndolo como un camino único que ya ha sido delineado y transitado por las potencias actuales. El resto de los países, si desean desarrollarse, deben seguir las orientaciones y ejemplos de los que ya recorrieron antes el único sendero posible de desarrollo económico. De este modo, no es ingenua la clasificación de países desarrollados, subdesarrollados y en vías de desarrollo. Lo único que diferencia (y vincula) a unos países de otros es la etapa en la que se encuentran en función de los logros alcanzados. Lo que es bueno para Estados Unidos es bueno para Argentina.
La perspectiva relacional o estructuralista, como menciona el economista brasileño Theotônio Dos Santos, supone no sólo que el subdesarrollo está conectado estrechamente con la expansión de los países industrializados, sino que desarrollo y subdesarrollo son aspectos diferentes de un mismo proceso universal. El subdesarrollo –continúa– no puede ser entendido como la primera condición de un proceso evolucionista, dado que dentro del desarrollo de algunos se encuentra implícito el necesario subdesarrollo de los otros. Asimismo la dependencia no es sólo un fenómeno externo, sino que se manifiesta mediante diferentes formas de la estructura interna de poder existentes en los países dependientes. Galeano dirá en su célebre Las venas abiertas de América latina que nuestras clases dominantes son dominantes hacia adentro y dominadas desde afuera. De allí que al perjudicar intereses extranjeros grupos económicos locales (incluidos los mediáticos) sean los principales abanderados de su defensa, la mayoría de las veces bajo el manto de la defensa de la libertad y de una institucionalidad que asegure reglas claras para los negocios.
En esta década, la opción kirchnerista, no exenta de contradicciones, marchas y retrocesos, fue claramente adscribir a una visión estructuralista y latinoamericana del desarrollo económico. Dicha opción no se reflejó sólo discursivamente, sino que se materializó en Políticas Públicas, con mayúsculas, como el rechazo al ALCA en la Cumbre de las Américas de noviembre de 2005 y el pago total de la deuda con el FMI de diciembre del mismo año. Lo que es bueno para el EE.UU. y el FMI no es bueno para América latina. En aquel final de 2005 se optó por intentar un camino autónomo y emancipador de desarrollo
* Docente UNLZ FCS
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