Domingo, 24 de enero de 2010 | Hoy
OPINIóN
Por Roberto Briscioli *
El Banco Central, como autoridad máxima del sistema financiero, tiene entre otras funciones la de administrar las reservas monetarias internacionales integradas con oro, dólares, euros, yenes, libras esterlinas, entre otros activos. Además debe controlar estrictamente que las divisas obtenidas por las exportaciones se liquiden (transformadas en pesos) según las disposiciones vigentes.
La cantidad de reservas que administra actualmente el Banco Central resulta un record desde la creación de la entidad, en mayo de 1935. Además debe destacarse la independencia de dichas reservas con el endeudamiento externo, dado que las mismas se acumulan como consecuencia de una política económica que ha generado desde 2003 saldos positivos en la balanza comercial de manera ininterrumpida. Esto hace que las reservas tengan la característica distintiva de ser indiscutiblemente genuinas.
Muy distinto es el caso de la acumulación de reservas durante los períodos de gobiernos neoliberales, como en la dictadura militar que irrumpió en marzo de 1976 y en la década de la convertibilidad con los gobiernos de Menem y De la Rúa, donde la acumulación de reservas era, en su mayor parte, producto de préstamos externos espurios.
Por ejemplo, en enero de 2001, las reservas trepaban a una suma importante de 37.380 millones de dólares, pero las mismas no eran genuinas. Eran producto en su mayor parte del tristemente celebre préstamo internacional denominado “blindaje”, que realizó un aporte negativo más a toda la larga lista de desatinos neoliberales como para que en meses (fines de 2001) se desencadenara la crisis social, económica y política más seria de nuestra historia reciente, con quiebra del sistema financiero, estafa a los ahorristas y a la comunidad toda, con default incluido.
La posibilidad de contar con abundantes reservas monetarias internacionales genuinas que representan el esfuerzo mancomunado de todos los habitantes del país se concreta únicamente cuando la política económica diseñada por el gobierno nacional lo posibilita. En definitiva, y simplificando, para que exista una acumulación genuina de reservas se debe exportar el esfuerzo nacional en forma de productos por cantidades y valores superiores a los que se importan y así obtener un saldo favorable en divisas.
El Banco Central, además de administrar dichas reservas monetarias, debe controlar que las divisas obtenidas por las exportaciones, llevadas a cabo por las concentradas empresas exportadoras, sean liquidadas en tiempo y en forma para que así se abra la posibilidad de que parte de ellas se transformen posteriormente en reservas.
En otras palabras, las divisas obtenidas incluso antes de transformarse en reservas no son propiedad de las empresas exportadoras, ni siquiera de las empresas productoras. Las divisas son propiedad inalienable de la comunidad y, en un sistema democrático y republicano que elige libremente, están a disposición del gobierno nacional por el tiempo que dure su mandato, como sustento económico y financiero de la política económica y como factor primordial de estabilidad política.
Esto último es así ya que todo gobierno que por cualquier causa sea despojado de sus reservas monetarias internacionales queda a merced de corridas financieras destituyentes provocadas por el poder económico concentrado, como ocurrió entre otros casos con la renuncia obligada y anticipada del ex presidente Raúl Alfonsín.
Sin embargo, a pesar de existir un nivel de reservas genuinas excepcionales, se da en simultáneo que desde junio de 2007 hasta fines de 2009 la economía sufre una sangría de divisas (futuras reservas genuinas) que ronda los 50 mil millones de dólares, denominada fuga de capitales.
Si partimos de la premisa indiscutible de que las divisas son propiedad inalienable de la comunidad, queda como tarea impostergable determinar las causas que facilitaron que un reducido grupo de argentinos o residentes con gran poder adquisitivo se apoderaran de las mismas.
El Banco Central publicó en 2009 en las estadísticas del Balance Cambiario la cuenta denominada “Formación de activos externos del sector privado no financiero”. En la misma se refleja que la estafa a la comunidad se discrimina con fuga de capitales para el año 2007 de 10.271 millones de dólares; más la suma de 22.862 millones de dólares en 2008, más la suma de 10.096 millones de dólares para los primeros trimestres de 2009. El total arroja el escalofriante saldo de 43.679 millones de dólares fugados en dos años, según la propia información del Banco Central. Nuestras proyecciones nos permiten evaluar como posibilidad de mínima que a fines de 2009 la fuga de capitales desde mediados de junio de 2007 supere los 50 mil millones de dólares.
La pregunta que surge es: ¿cómo es posible que el sector privado más concentrado de la economía obtenga divisas, para luego fugarlas? Las divisas adquiridas y luego fugadas pueden provenir de dos fuentes: por un lado, de la venta de las mismas por parte del Banco Central; o la otra posibilidad, que se trate de divisas obtenidas por las empresas exportadoras que no fueron liquidadas como legalmente corresponde, es decir, omitiendo su transformación en pesos moneda nacional.
La respuesta a la pregunta la da el propio Banco Central, al afirmar en sus estadísticas que en el mismo lapso que se considera la fuga sólo se vendieron 967 millones de dólares de sus reservas, el 2,2 por ciento del total.
La conclusión entonces no es otra que las divisas obtenidas para luego ser fugadas provienen en su amplia mayoría de divisas no liquidadas. Podemos decir entonces que el Banco Central, a través del mal desempeño de su conducción, con intencionalidad o no, ha permitido que una suma similar a las reservas actuales fueran apropiadas justamente por el poder económico concentrado, ya que es el único que cuenta con los fondos suficientes para adquirirlas y que además tiene la voluntad política destituyente para fugarla de la economía nacional con destino interno o con destino externo hacia algún “paraíso fiscal”.
La fuga de divisas implica necesariamente la imposibilidad de que las divisas obtenidas se transformen en todo o en parte en reservas, y en relación con la economía real, necesariamente la caída de la inversión privada.
Los aproximadamente 50 mil millones de dólares, producto del esfuerzo nacional que abonaba la circulación financiera y posibilitaba la inversión privada, se han evaporado y con ello se incrementó la inflación; lo más grave es que se han perdido miles de puestos de trabajo potenciales y, por consiguiente, se habrán incrementado los niveles de pobreza e indigencia.
Apropiación de reservas, fuga de capitales, caída de la inversión, inflación, pobreza e indigencia, sin agotar la lista, son todos mecanismos económicos utilizados por el poder económico concentrado, en su permanente acción política destituyente, para superar los obstáculos que imponen los gobiernos reñidos con el capitalismo salvaje neoliberal.
La pregunta es: ¿no sería ético que los responsables de tal descalabro financiero y económico renuncien a sus cargos por impericia y/o connivencia manifiesta con el poder económico concentrado?
Lo contrario significará un aporte más al largo proceso de maniobras de desgaste al gobierno nacional elegido contundentemente por la voluntad popular. Una nueva agresión a la Nación y a sus habitantes.
Si el gobierno nacional no tiene la posibilidad de disponer de las reservas generadas como consecuencia de la implementación de la política económica que ha diseñado, queda esperar para los argentinos la posibilidad cierta de su destitución futura anticipada, con consecuencias sociales, económicas y políticas similares a las soportadas en 2001.
* Docente ([email protected]).
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