OPINIóN › CHILE, EJEMPLO DE LA ORTODOXIA
Grupos conservadores argentinos señalan la experiencia económica chilena como el sendero a transitar. En ese consejo no mencionan que una porción importante de la renta minera por la explotación del cobre está en manos del Estado.
› Por Javier Ozollo *
Habitualmente en cualquier discurso de política económica, se toma como ejemplo el caso de países dónde queda demostrado en forma “evidente” lo que se quiere explicar. Los economistas ortodoxos viven citando el caso de “países serios”. Últimamente se abusa de los ejemplos referidos a los “países serios de la región”. Para estigmatizar a las tendencias populistas o heterodoxas en economía se cita, inevitablemente y siempre, a Venezuela. Para ensalzar las políticas neoliberales (“serias”) hay que imitar a Perú o a Chile. Dejando de lado el hecho de que nunca se expone como modelos serios neoliberales a Haití y Panamá o dentro de los populistas a Bolivia; un caso reiterativo es Chile, que aparece como un caso exitoso.
Soy mendocino, por lo tanto he viajado a Chile casi toda mi vida. No sólo he visitado Las Condes o Vitacura, barrios de clase alta y media alta de Santiago, sino que también he conocido ciudades como Coquimbo, Valparaíso, Ovalle, Ventana o Iquique donde hay vastos sectores marginales y pobres. Sin embargo, es evidentemente el mejoramiento paulatino, aunque desigual y concentrado, del nivel de vida.
¿Pero en qué se basa la económica chilena?
Un reciente libro titulado Radiografía crítica del modelo chileno, compilado por el destacado político y economista Gonzalo Martner Fanta y que incluye entre sus autores a buena parte de lo mejor del pensamiento progresista chileno como José Gabriel Palma, Carlos Ominami, Jorge Leiva, Raúl Requena o Jaime Ruiz-Tagle entre muchos otros, da buenas pistas a la explicación del modelo chileno y, al mismo tiempo, permite inferir la errónea percepción que del mismo tiene la ortodoxia argentina.
Lo que se desprende de una lectura atenta de ese texto es que el tan publicitado modelo chileno, se sustenta en ¡una exitosa y eficiente estatización de una parte sustantiva de su economía! Parece increíble por su fachada neoliberal (comercial, cultural, de relaciones exteriores), pero es así.
Chile es el primer productor y exportador de cobre del mundo. Tiene alrededor del 30 por ciento de las reservas mundiales, y este metal explica más de la mitad del total de sus exportaciones. Pero lo más importante es que el 37 por ciento del total del cobre exportable corresponden a la empresa estatal Codelco (Corporación Nacional del Cobre de Chile). A pesar de que el peso estatal chileno en la producción de cobre ha disminuido desde aquel inicial 75 por ciento en épocas de Allende, luego al 60 por ciento en la década del ‘80, hasta el actual 37 por ciento, aumentando la participación de empresas privadas (aunque es de destacar que, las empresas privadas tributan un impuesto adicional del 20 por ciento sobre dividendos), el cobre sigue siendo la fuente principal de financiamiento público.
Codelco es la mayor minera cuprífera del mundo y debe transferir al gobierno el 100 por ciento de sus utilidades (después de impuestos). Las fluctuaciones anuales de las transferencias financieras de Codelco al gobierno están relacionadas a las variaciones observadas en el precio mundial del cobre. Ello ha hecho que el brillante economista chileno de la Universidad de Cambridge, José Gabriel Palma, dijera que, por la dependencia del cobre, la economía chilena padece la “enfermedad holandesa” (pérdida de competitividad internacional de una economía producida por la apreciación de la moneda en función del alza de un bien exportable).
El fuerte ingreso de divisas producto del aumento casi constante del valor del cobre en el mercado de metales de Londres, permite que el Estado, a fin de no apreciar en exceso su moneda, realice fuertes inversiones en obra pública, abra totalmente las importaciones, disminuya impuestos y ejecute algunos programas sociales. Ello ha permitido que Chile aumente los niveles de empleo, mejore el índice de Gini y ensanche su raquítica clase media. Claro que se debe aclarar, que el propietario de Codelco, el Estado chileno, ha estado casi siempre en manos del bloque dominante. A excepción del fugaz período allendista, Chile no ha tenido movimientos populares de base obrera o campesina que pusieran en riesgo el dominio del Estado por parte del bloque dominante. Probablemente, por la falta endémica de un proceso de industrialización, obstruido por el propio bloque dominante local y extranjero.
El cobre ocupa el 56 por ciento del total de las exportaciones de Chile, seguido por los alimentos (principalmente pescado) que son el 19 por ciento del total, luego los forestales, un 8 por ciento y el resto de todo lo exportable suma un 17 por ciento. Es decir, si de ese 56 por ciento, el 37 por ciento son de Codelco, el cobre estatal es el 20,72 por ciento del total. Sólo para comparar, en Argentina el 24 por ciento del total de sus exportaciones son materias primas agropecuarias, el 34 por ciento manufacturas de origen agropecuario, 36 por ciento de manufacturas de origen industrial y un 7 por ciento de energía. Para igualar el peso del Estado al que tiene en la economía chilena, el gobierno argentino debería expropiar casi todo el sistema productor de commodities agropecuarios, dejando menos de un 4 por ciento en manos de privados. Si la ortodoxia argentina quisiera imitar en serio el modelo chileno, debería hacerlo. Claro, probablemente por ello dejarían de ser conocidos como neoliberales para ser llamados bolcheviques.
* Docente e investigador de Universidad Nacional de Cuyo.
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