Domingo, 13 de diciembre de 2015 | Hoy
ESCENARIO › ESTABILIDAD FINANCIERA
Por Diego Rubinzal
Las naciones aliadas en la Segunda Guerra Mundial acordaron, en la Conferencia de Bretton Woods, reglas de funcionamiento del sistema monetario internacional. Las normas preveían, por ejemplo, la fijación de tipos de cambio fijos. Estos podían ajustarse levemente ante desequilibrios en la balanza de pagos. La ruptura del sistema de Bretton Woods multiplicó la importancia de los flujos de capitales en la economía mundial. El escenario resultante fue saludado por los paladines del librecambismo.
La ortodoxia económica afirma que los controles a los capitales perjudican el financiamiento de la inversión de los países más pobres. De acuerdo con esa visión, la ausencia de barreras posibilita el financiamiento de proyectos productivos en los países periféricos. Sin embargo, el único efecto evidente es que se multiplicaron las crisis financieras. La drástica reversión del flujo de capitales desestabiliza a las economías afectadas. En ese sentido, las naciones periféricas son las principales perjudicadas del cambio de “humor” de los mercados.
En ese sentido, la minimización del riesgo constituye un verdadero desafío para esos países. En la Argentina, el presidente Néstor Kirchner introdujo un encaje a los capitales extranjeros en 2005. El levantamiento de esa medida es un histórico reclamo de la Bolsa de Comercio de la Ciudad de Buenos Aires. En la última celebración del aniversario, el titular de la Bolsa, Adelmo Gabbi, sostuvo que “el daño colateral de las restricciones a los mercados de capitales es que no ingresan divisas al país, y eso es un problema para la economía”. La entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner contestó: “Los encajes permitieron que la Argentina no fuera presa de los ataques especulativos”.
El potencial desestabilizador de los flujos de capitales es una preocupación global. Por ejemplo, diversos países europeos aplican impuestos a las transferencias financieras. Ese es el caso de Bélgica, Chipre, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Polonia y Reino Unido.
Los investigadores del Instituto de Estudios Fiscales y Económicos (IEFE) explican en “¿Es posible regular y gravar los flujos de capitales?. Experiencia comparada y una simulación para Argentina” que “las variantes que se encuentran en Europa sobre el Impuesto a las Transacciones Financieras son puramente de carácter financiero y no como en América Latina que los más populares son los impuestos a los débitos y créditos bancarios” (Informe 176 - IEFE). En otras palabras, los países europeos apuntan a gravar las ganancias originadas en la compraventa de acciones, títulos públicos, derivados, operaciones de cobertura.
En América latina, los impuestos a los débitos y créditos bancarios tienen poca efectividad para reducir la volatilidad de los flujos de capital. Por otro lado, el impacto recaudatorio es muy desigual en la región. “En términos de recaudación para el año 2012, Argentina es el país de América latina que presenta la mayor recaudación como porcentaje del PIB, 2 por ciento, seguido por Colombia con un 0,83 por ciento. Por su parte, la recaudación promedio de América Latina es de un 0,57 por ciento”, explican los técnicos del IEFE.
El Impuesto a las Operaciones Financieras (OIF), que rige en Brasil, es una alternativa interesante. El OIF grava, entre otras operaciones, la compraventa de moneda extranjera y las transacciones con títulos y valores mobiliarios. La ley establece un rango de imposición del 0 al 25 por ciento y delega en el Poder Ejecutivo el establecimiento y/o modificación de la alícuota. Eso otorga un margen de maniobra al Ejecutivo brasileño para responder a los movimientos especulativos.
Otro instrumento similar existe en Ecuador. El Impuesto sobre la Salida de Divisas (ISD), vigente desde 2008, grava las transferencias de divisas al exterior con una alícuota del 5 por ciento.
En resumen, la movilidad de los flujos de capitales produce severas perturbaciones macroeconómicas. “Es por ello que el rol de regulación de estos fenómenos ha cobrado relevancia nuevamente en los años recientes. Y los países han vuelto a diseñar un conjunto de medidas con el objeto de reducir su riesgo externo que se deriva de los distintos flujos de capitales, tratando de poner énfasis en los de mayor contenido especulativo. La política prudencial se concentra así en medidas administrativas y en la distorsión de los incentivos a la especulación por medio de impuestos al sector financiero”, concluyen los especialistas del IEFE.
@diegorubinzal
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