Domingo, 7 de febrero de 2016 | Hoy
ESCENARIO › DE PERóN A LULA
Por Diego Rubinzal
El psicólogo polaco Kurt Lewin acuñó la frase “no hay nada más práctico que una buena teoría”. El conocimiento científico describe la naturaleza y regularidades de fenómenos naturales o sociales. Carlos Marx sostenía que “toda ciencia estaría de más, si la forma de manifestarse las cosas y la esencia de éstas coincidieran exactamente”. El filósofo alemán agregaba que sólo podían alcanzar las cumbres luminosas (del conocimiento) “aquellos que no teman fatigarse escalando sus escarpados senderos”.
En particular, las ciencias sociales elaboran conceptos, categorías, relaciones, destinadas a explicar conductas individuales y/o grupales. Por ejemplo, el “populismo” es una categoría de análisis que facilita la comprensión de ciertos fenómenos políticos latinoamericanos.
Sin perjuicio de eso, el vocablo “populista” adquiere diferentes significados según la fuente emisora. En algunos casos, es empleado de manera peyorativa para denostar a los movimientos nacional-populares. Así, el término queda asimilado a todo lo “feo, sucio y malo”. Por el contrario, el populismo es reivindicado por un amplio abanico de autores. El fallecido Ernesto Laclau sostenía que fue la lógica respuesta social a la incapacidad del estado liberaloligárquico para absorber las demandas populares. En ese marco, el populismo impulsó la efectiva participación política e integración social-económica de las clases subalternas.
En la Argentina, el debate histórico estuvo marcado por las causas explicativas del surgimiento y consolidación del peronismo. Por caso, las interpretaciones de Gino Germani tuvieron amplia difusión académica. Ese sociólogo señalaba que el proceso de industrialización sustitutiva provocó un intenso éxodo rural y, por ende, la aglomeración poblacional en grandes centros urbanos. Los migrantes constituían una “masa vacante en disponibilidad” de ser capturada por algún líder carismático.
Según esa óptica, el coronel Perón aprovechó el estado de “anomia” reinante entre los trabajadores migrantes. Ese colectivo perseguía ventajas económicas individuales, en reemplazo de la vieja solidaridad de clase asentada en principios ideológicos. En resumen, el populismo fue posible por la presencia de “masas atrasadas” manipuladas por líderes “demagógicos” y “carismáticos”.
La idea central de Germani era la existencia de una fractura en el interior de la clase obrera. Una “brecha” separaba a los trabajadores “viejos” (donde predominaba la cultura socialista o comunista) de los “nuevos” cuyo comportamiento era calificado como emocional e irracional. Como conclusión el populismo sería una versión “degradada” de la actividad política.
Esa mirada fue rechazada por Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero en su clásico texto Sobre los orígenes del peronismo. Para ellos, el apoyo de la clase obrera al peronismo asumió un carácter racional y pragmático. Murmis y Portantiero sostuvieron que, contrariamente a lo apuntado por Germani, la mayoría de los trabajadores “antiguos” apoyaron al flamante movimiento político.
La distinción entre “nuevo” y “viejo” proletariado ha sido retomada en el Brasil actual. El ascenso social verificado en las presidencias de Lula provocó una nueva camada de trabajadores. Las implicancias políticas de ese fenómeno es motivo de debate.
El cientista político André Singer sostiene en su trabajo “Los sentidos del lulismo. ¿Será el lulismo un reformismo débil?” que “los grupos ascendentes llegan a un nivel social superior imbuidos de una religiosidad distinta de la que envolvía al ‘antiguo proletariado’. Mientras este último era mayoritariamente católico, con una interesante presencia de las Comunidades Eclesiales de Base, el actual está influido por diversas denominaciones evangélicas pentecostales y neopentecostales”.
La conducta política futura de los “nuevos” trabajadores es una incógnita. “Las características ambiguas del proletariado recién surgido abren un terreno de disputa partidaria interesante... anclado en la clase media, el PSDB buscará mostrarse como el partido que tiene los mejores cuadros para estimular el mercado a atender los deseos de consumo del proletariado emergente. Enraizada entre los pobres, la segunda alma del PT llevará al partido a presentarse como aquel que pone al Estado al lado del “batallador brasileño””, concluye Singer. En el corto plazo, el gobierno del PT deberá sortear la crisis política y abandonar el rumbo económico ortodoxo si pretende disputar ese electorado.
@diegorubinzal
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