ESCENARIO › AJUSTE Y EMIGRACIóN
› Por Diego Rubinzal
La crisis de los refugiados atraviesa transversalmente a la Unión Europea. El activismo de grupos xenófobos agrega un condimento especial a las controversias. Las discusiones acerca del rumbo a tomar dividen a los diferentes países. Por caso, las repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) rechazan los tímidos planes de relocalización impulsados por las autoridades comunitarias. Los motivos de esa negativa están relacionados con la insatisfacción ciudadana en esas naciones.
El caso letón es el ejemplo paradigmático. Los letones vislumbraban un futuro venturoso cuando ingresaron a la Unión Europea en 2004.
Esa esperanza fue creciendo cuando el ingreso masivo de capitales de corto plazo precipitó una vigorosa recuperación económica. Las reformas liberalizadoras, implementadas por los denominados “tigres bálticos”, eran aplaudidas por el Fondo Monetario Internacional.
Sin embargo, la apertura económica produjo fuertes déficits en cuenta corriente. El PIB se contrajo un 10,5 por ciento en 2008 y desató la corrida bancaria contra la segunda entidad más importante del país (Parex Banka). La brusca caída de los depósitos obligó a nacionalizarlo. Por su parte, la desocupación creció del 7 por ciento en 2008 al 22,5 por ciento en 2009.
Para hacer frente a la crisis, el Gobierno suscribió un acuerdo con el FMI por 7500 millones de euros. La ayuda financiera se condicionó a la aplicación de una dura política de ajuste: congelamiento de gastos corrientes estatales, reformas estructurales, reducción de los salarios públicos. En enero de 2009, el anuncio del “plan de acción para la estabilidad económica” produjo violentas manifestaciones de rechazo popular en Riga. El 20 de febrero, el primer ministro de la coalición gobernante finalmente cayó. La economía continuó en caída libre hasta 2010. La recuperación posterior (2011: 5,4 por ciento y 2012: 4,4 por ciento ) fue tildada de exitosa por la Comisión Europea y el FMI.
El entonces director general de Asuntos Económicos y Financieros de la Comisión Europea, Marco Buti, sostuvo que “como resultado del duro trabajo, Letonia ha puesto su déficit presupuestario bajo control y la economía ha regresado a la senda del crecimiento, lo que ha sido recompensado con su regreso, con éxito, a los mercados financieros. Se necesitan nuevas reformas para garantizar su progreso y lidiar con los desafíos que quedan, pero lo que hemos visto hasta la fecha es ciertamente un muy buen comienzo”.
El “éxito” letón escondía una angustiante realidad. Los economistas norteamericanos Jeffrey Sommers y Michael Hudson explican en El desastre económico de Letonia como historia neoliberal de éxito que Letonia era “el país donde el movimiento obrero no luchó, sino que simplemente emigró...los letones abandonaron la protesta y empezaron a votar con sus pies, emigrando, cuando la economía se contrajo, los salarios cayeron y las cargas impositivas permanecieron sobre las espaldas de los trabajadores (...) mientras las ganancias de capital apenas son tasadas, convirtiendo el país en un destino para la evasión de capitales y fiscal para los cleptócratas de Rusia y de otros Estados post-soviéticos”.
En efecto, las tres repúblicas bálticas perdieron 22 por ciento de su población desde 1990. El porcentaje es un poco más elevado, 25 por ciento, en el caso letón. El periodista Angel Ferrero sostiene en “En Letonia un riñón vale 6000 euros” que “la entrada del país en la Unión Europea no frenó esta hemorragia demográfica, de la que apenas existen equivalentes en el mundo: en 2013 hasta un 10 por ciento de la población había abandonado el país desde 2004, el año en que Letonia entró en la UE”.
El modelo letón sólo puede “funcionar” si se aplica “a un país pequeño dispuesto a llevarlo a cabo y capaz de permitir que emigre al menos un 10 por ciento de su población, comenzando por los titulados, los más aptos y los que tienen un mayor conocimiento de idiomas”, concluyen Hudson y Sommers.
@diegorubinzal
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