Domingo, 27 de septiembre de 2015 | Hoy
MITOS ECONóMICOS › IMPUESTOS, DEUDA, EMISIóN Y GASTO PúBLICO
Por Andrés Asiain
El efecto crowding out, que en buen castellano puede denominarse “efecto desplazamiento”, predice que un incremento del gasto público tiende a desplazar el gasto privado. De acuerdo a la lógica ortodoxa, la economía funciona siempre en su máximo potencial productivo por lo que si alguien gasta más (Estado), algún otro deberá gastar menos (privados). Sobre ese axioma se construye el imaginario enfrentamiento entre el Estado y el mercado, que cala hondo en muchas entidades empresariales donde predominan discursos contra el “gigantismo estatal que suplanta a la iniciativa privada”.
Los supuestos mecanismos por los cuales el Estado desplaza al privado son variados. Si los recursos públicos para ampliar el gasto fueron obtenidos por la vía impositiva, los mayores impuestos recortan los ingresos del sector privado y, por lo tanto, su disponibilidad para gastarlos. Si el Estado se financia tomando deuda, el desplazamiento se produce porque al absorber una mayor cantidad de crédito, disminuye el financiamiento disponible para los privados. Por último, si el incremento del gasto público se financia por la vía de la emisión monetaria, el desplazamiento se realizada indirectamente a través de la reducción de los ingresos reales de los privados que produce el “impuesto inflacionario”.
Sin embargo, todo ese edificio conceptual se derrumba cuando se deja de lado el supuesto de que la economía se encuentra al máximo de su potencial productivo. Si se puede expandir la producción, ya sea porque hay recursos ociosos o en actividades de baja productividad, entonces el gasto o inversión pública no desplaza al del privado, ya que los desembolsos públicos son, desde la perspectiva del proveedor o empleado público que los recibe, ingresos del sector privado. De esa manera, el aumento del gasto público genera un mayor ingreso privado que amplía el posible monto de sus gastos. Por ejemplo, cuando los impuestos se recaudan sobre sectores de elevados ingresos, por lo general no afectan demasiado los gastos privados dado que quienes los pagan tienen resto para mantener su nivel de consumo e inversión. De esa manera, el mayor gasto estatal generará un incremento en el volumen total de gastos de la economía que tenderá a aumentar los ingresos disponibles del sector privado, aún después de hacer frente a las mayores cargas impositivas.
Por su parte, si el gasto público es financiado mediante la toma de crédito, la ampliación del ingreso privado que genera al realizarse, amplía los depósitos del sistema bancario donde cualquier diferencia por “encajes” o “preferencias de liquidez” puede cubrirse apelando al exceso de reservas líquidas bancarias o solicitando un redescuento al Banco Central. Por su parte, la idea de impuesto inflacionario carece de sentido cuando el mayor gasto y/o inversión pública se realizan en una economía con capacidad ociosa y que, por lo tanto, los aumentos de los precios no se explican por excesos de gastos.
Vale conceder que, en economías restringidas por falta de divisas, un incremento del gasto o inversión pública puede derivar en una restricción de dólares adicional para el sector privado. Por ejemplo, la importación de trenes para renovar el sistema de transporte o de equipos de perforación para YPF, puede disminuir los dólares disponibles para importar juguetes chinos con que abastecer a los “todo por dos pesos”. Sin embargo, si se apunta a solucionar el problema de la falta de dólares, más que un ajuste del gasto e inversión pública, se requiere su orientación hacia sectores que estimulen una mayor generación y/o ahorro de divisas.
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