PESOS, PATACONES, LECOP Y, AHORA, PLAZOS FIJOS A 7 DIAS
Volvieron los buenos tiempos
El movimiento de efectivo de todo tipo de medios de pago en el circuito informal de la city hizo revivir a los financistas.
Por Javier Artig
Superado el susto inicial provocado por la devaluación y el consecuente nuevo escenario financiero, la city va moviendo los músculos que habían quedado entumecidos por la convertibilidad. Bancos, agencias de cambios, sociedades de Bolsa y "cuevas" están recuperando con una rapidez asombrosa los reflejos especulativos de la década del '80. Los negocios se han multiplicado al ampliarse el menú de la rutinaria compraventa de acciones y bonos. El efectivo tiene precio; los patacones, las Lecop y cualquier otro medio de pago se transa contra pesos o dólares con descuentos variados; la adquisición de dólares contra la entrega de cheques y operaciones vidriosas para retirar dinero del corralito. Todas transacciones que están dejando comisiones abultadas a los intermediarios. Y ahora se sumarán los recordados y especulativos plazos fijos a 7 días. Para muchos en la city, es un volver a vivir.
Entre esos operadores se están formando los banqueros del futuro. Depurado el sistema luego del proceso de autoliquidación de bancos, que se producirá por el persistente drenaje de depósitos junto a la cancelación de créditos, y de la quiebra de otras entidades, el mercado quedará reducido a su mínima expresión. Tamaño que servirá para cumplir con la tarea de facilitar la circulación de los medios de pago, pero que será inútil para canalizar ahorros y asistir con préstamos. El nuevo sistema bancario que resurgirá de las cenizas será integrado por los banqueros que quedarán en pie luego de este terremoto, más los financistas que crecerán al calor de los nuevos negocios. La bicicleta financiera, la más simple, rendidora y segura, regresará como una suerte de reivindicación del ostracismo en que cayó durante la década de la convertibilidad. Los bancos tomarán dinero de ahorristas arriesgados a un plazo de 7 días, pagando tasas elevadísimas, para canalizar esos fondos a tasas todavía más altas hacia el Banco Central. La entidad emisora lanzará Letras para intervenir en el mercado con la aspiración de manejar la masa monetaria. Obviamente, esas operaciones redundarán en utilidades crecientes para los bancos y, en contraposición, un costo cuasifiscal para el Central con el incierto objetivo de definir la tasa de inflación. Mientras se va formando ese mercado, que llevará algunas semanas hasta que el dinero empiece a quemar en las manos de ahorristas y grandes inversores, los financistas no se han quedado de brazos cruzados. Hace mucho que no tienen tanto trabajo y tantas utilidades rápidas como en estos días de corralito y circulación de medios de pagos de colores diversos. El movimiento de efectivo de todo tipo de papeles en el circuito informal es impresionante. Millones de billetes circulan en una carrera que no se sabe cuál es la meta, pero en la cual todos buscan no perder. Pesos por patacones; Lecop por pesos; pesos por cheque en pesos; todas esas alternativas por dólares. Y dólares como refugio, aunque, a ciencia cierta no se sabe si cuando esos preciados billetes verdes se utilicen, la inflación que nacerá de esta crisis permitirá comprar más o menos bienes que ahora.