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“Si el objetivo del Gobierno hubiera sido sólo incentivar la competencia para reducir los márgenes de ganancia de los laboratorios el resultado es positivo, porque la renta diferencial que las compañías llegaron a tener en los ‘90 se redujo. Pero el problema es que también se mencionó la necesidad de modificar la estructura de los mercados e incentivar la producción propia para favorecer un mayor acceso a los medicamentos y eso no se logró. Se debería trabajar sobre políticas que se expresen sobre el mercado, pero que no tengan que ver sólo con el mercado. El Estado debe diseñar políticas industriales que diversifiquen la oferta, avanzar con una mayor regulación, utilizar su poder de compra para negociar menores precios y evitar que se reproduzca el fraccionamiento entre hospitales, particulares y obras sociales de acuerdo a la lógica de los laboratorios. En un mercado concentrado donde las grandes compañías comercializan los insumos a precio intrafirma, negocian los precios del packaging en grandes cantidades, aprovechan el congelamiento de las tarifas de servicio público y apenas aumentan salarios, resulta un fiasco presentar como una victoria que los medicamentos hayan tenido un comportamiento similar al IPC”.