Las bonanzas como las crisis se van presentando en la historia económica argentina como fruto de la suerte o de la desgracia divina. Por la fortuna de un venturoso contexto internacional, en épocas de vacas gordas. O por el destino trágico de la Argentina por culpa de sus dirigentes –políticos, empresarios y sindicales– y por una sociedad incapaz de construir una nación integrada pese a sus inmensas riquezas, en los desdichados años de vacas flacas. La sucesión de auges y derrumbes se observa como ciclos desconectados, como si no fueran parte de un mismo proceso, con raíces que los van entrelazando. La deficiencia en poder relacionar y mirar el pasado para entender el presente, lo que evitaría muchos de los errores que se repiten a la vez que se ahorrarían enfrentamientos desgarradores, brinda una pista relevante para comprender por qué Argentina tiene el deshonroso privilegio de ser un caso de estudio, por su fracaso incomprensible. Aprender, estudiar y analizar con visión crítica la historia económica argentina sirve para esquivar a los falsos profetas, a los vendedores de ilusiones y, fundamentalmente, a los que pretenden hundir a la sociedad en un sendero a-histórico para cuidar los privilegios de unos pocos.

Página/12 convocó a Mario Rapoport, uno de los economistas e historiadores más notables de su generación que dirige el Instituto de Investigaciones de Historia Económica y Social (Facultad de Ciencias Económicas-UBA), para que, junto a un grupo de investigadores, ofrezcan una colección inédita sobre la historia económica argentina contemporánea. Su lectura será imprescindible para saber lo que pasó, pero, más relevante, para estar atento sobre lo que está pasando y, aún más importante, para construir un futuro mejor, sin engaños, donde el territorio que se conoce como Argentina sea uno para todos y no para una minoría.