Domingo, 26 de agosto de 2007 | Hoy
“El fenómeno de demanda insatisfecha con desempleo refleja que hay un desajuste entre oferta y demanda de calificación. Las empresas requieren cada vez más recursos humanos y no los encuentran, mientras que cientos de miles de trabajadores no consiguen empleo. El perfil de los desocupados es su bajo capital humano. Por eso entre los empleados en blanco se llegó al pleno empleo y entre los no registrados el índice casi duplica al promedio. Cuando uno examina los desocupados por origen lo que encuentra es que un grupo muy mayoritario tuvo como último empleo un trabajo informal. La elevada desocupación entre los trabajadores informales tiene que ver con la precariedad de tareas de gran rotación y en la medida en que el peso del mercado en negro es del 40 por ciento esto tiene vital importancia en la definición del índice general. Dos tercios de los desempleados son desocupados de corta duración. Entre los no registrados la mayoría tienen empleos de menos de tres meses. Son episodios de recurrencia de desempleo, lo que le da a la desocupación actual un tinte más estructural. Este fenómeno de rotación recurrente se repite en muchos sectores productivos. La gravedad del desempleo no la podemos medir correctamente por la duración del desempleo. Van de empleo precario a empleo precario, sin poder mantener ningún trabajo. En realidad, más que desocupados, se los podría calificar como la máxima expresión de la precariedad laboral. Los subocupados son un caso similar, sólo que, además, trabajan menos horas. La mayoría de los trabajadores en negro son no estables. La implicación de esto es que estén desprotegidos, no tienen obra social ni indemnización”.
“Hay problemas de diferente naturaleza. De 2004 a 2007 en el mercado de trabajo todos los indicadores son positivos, por el crecimiento de la economía, por las medidas que se tomaron para evitar despidos injustificados y por las negociaciones tripartitas. Durante esos años se redujo la tasa de desempleo en forma constante, los salarios han mejorado sustancialmente, aunque aún no cubran todas las necesidades. Estamos en salarios promedio de 1200 pesos. La inflación ha hecho que no sea todo lo bueno que podría ser. El tercer elemento bueno son las negociaciones tripartitas laborales que se están haciendo habituales. Ahora se agregan los aumentos en las asignaciones familiares. Además se aumentó el salario mínimo. Igual este proceso tiene deficiencias. Los jóvenes no aceptan empleos cuando exigen esfuerzos que van por encima de la remuneración que van a percibir. Esto no se puede resolver si no se aplica la Ley Federal de Formación Técnica, que tiene un apartado que promueve los acuerdos tripartitos para crear empleos. Las empresas deben ofrecer empleo y capacitación técnica, el Estado ofrecer un subsidio que acompañe el esfuerzo empresario y los sindicatos apoyar a los jóvenes en su primer empleo. Hay insatisfacción de los jóvenes porque no tienen la cultura del trabajo, que se perdió en los ’90. Si no tienen la garantía de que van a tener un buen trabajo, de que el sindicato los va a proteger, no se juegan a estas largas carreras. En Alemania una certificación de un sistema como éste, que en ese país existe y se llama Dual, vale tanto como el universitario y ayuda a promover la formación de profesionales y la promoción del primer empleo”.
“La situación global del mercado laboral presenta un fuerte deterioro todavía. Estamos cerca de un 10 por ciento de desempleo, lo que antes era malo y ahora consideramos un triunfo, porque venimos del infierno. No es una cifra baja. Idealmente la tasa debería ser 2 o 3 por ciento. Por otra parte, no bajamos el trabajo en negro, porque depende de los vicios de nuestros empresarios. Si el Gobierno piensa que se arregla sólo con crecimiento, se equivoca. Todavía no hay una cantidad de ocupación como para exigir mejores condiciones. Pero además no sabemos si habrá una relación directa entre la caída del desempleo y un mayor nivel de exigencia de los trabajadores. Después de tantos años de desocupación, se tiende a aceptar un trabajo sin mayores discusiones. El desempleo deja una cultura del miedo que tarda en recuperarse. Tampoco los sindicatos locales se caracterizan por ser demasiado exigentes. Son situaciones que se arrastran desde hace muchos años. Es cierto que ahora ha mejorado la fiscalización, pero eso lleva muchos años. Fueron décadas de desmantelamiento del Estado. Otro factor que obstaculiza una mejora en el mercado es un desencuentro entre lo que necesitan las empresas y el capital humano. Eso requiere una política de capacitación laboral en la que el Estado debería dar el primer paso. Si no lo hace, los empresarios por su cuenta no van a invertir en formar gente. Sólo acompañarán si el sector público da el primer paso. Conseguimos en estos cinco años salir de una situación de extrema crisis. Ahora hay que crecer, con una elasticidad de Producto/Empleo fuerte y mejorar los sistemas de control laboral”.
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