ENFOQUE: LA ERA DE LA CONVERTIBILIDAD
¿Otra década perdida?
Por Osvaldo Kacef *
El 2002 va a ser el cuarto año consecutivo en el que el PBI mostrará una caída, que las diversas estimaciones ubican entre 10 y 15 por ciento. Promediando esas tasas, se puede decir que este año y después de un recorrido caracterizado por un aumento vertiginoso y un descenso aún más vertiginoso, el PBI per cápita será el mismo que en el punto de partida de la convertibilidad. Ahora bien, el PBI es la contraparte del ingreso que reciben quienes participan del proceso de producción, en términos de salarios, beneficios, etc. Pero no todas esas retribuciones forman parte del ingreso de los argentinos. Para estimar el ingreso total de los habitantes de un país (denominado en las cuentas nacionales Ingreso Nacional), hay que detraer del PBI la suma correspondiente a la remuneración a factores de producción de propiedad de no residentes y adicionar la suma correspondiente a la remuneración de los argentinos que se genera en otros países. Es decir, que para estimar el ingreso total de los argentinos hay que descontar al PBI el pago neto de intereses externos y la remesa neta de utilidades y dividendos.
Así, ni en 1991 éramos un país de 9000 dólares de ingreso per cápita ni en la actualidad somos un país de poco más de 2000 dólares por habitante. Antes de que la crisis terminara de explotar, el nivel de vida promedio de los argentinos estaba por debajo del correspondiente a 1991, es decir que habíamos perdido todo lo ganado hasta 1997. Sin embargo, el ingreso medio es un indicador bastante parcial del nivel de bienestar de la sociedad que resultaría de la consideración conjunta del ingreso de todos sus habitantes, tarea que, por otra parte, sería muy difícil de llevar a cabo. La literatura económica propone, para sortear este problema, una serie de “funciones de bienestar abreviadas” que tienen la virtud de abordar la cuestión de manera sintética, ya que utilizan como argumentos sólo dos elementos: el nivel medio de ingreso y alguna medida del grado de desigualdad de su distribución. Obviamente, el nivel de bienestar social que surge de estas funciones depende positivamente del ingreso medio y negativamente del grado de desigualdad.
Ambos indicadores coinciden en que en 2001 se encontraban por debajo del punto de partida, reflejando el deterioro que sufrió el nivel de vida de la población como consecuencia de la caída del ingreso y del aumento de la desigualdad. Comparando nuestra estimación con los valores que surgen de un trabajo reciente que analiza la evolución de un indicador similar para el período 1980-1984, el nivel de bienestar del año 2001 (medido en pesos de ese año) se encontraba en niveles similares al promedio de la década del 80.
Cualquier proyección razonable acerca de la evolución del ingreso medio y de su distribución, habida cuenta del aumento esperado en la tasa de desempleo, ubicaría al indicador de bienestar del corriente año bien por debajo del valor estimado para 2001. No parece aventurado decir que el nivel de bienestar de 2002 va a estar más de un 30 por ciento por debajo del de 2001, es decir en un nivel que nos devuelve a varias décadas atrás.
* Extracto de una nota del autor próxima a publicarse en el Boletín Techint.