Domingo, 23 de diciembre de 2007 | Hoy
LA SITUACION DE LOS HOLDOUTS
Argentina “debe” alrededor de 20 mil millones de dólares nominales a los llamados holdouts, los tenedores de deuda que rechazaron el canje con quita ofrecido por el gobierno argentino. Formalmente el Estado no reconoce esta deuda, que ni siquiera es contabilizada en los balances oficiales. Incluso existe una ley sancionada ante la inminencia del canje que niega la posibilidad de cualquier renegociación. Los voceros de los acreedores insisten, en cambio, en que se trata de una obligación incumplida por el país que en algún momento deberá resolverse. También lo creen algunos funcionarios locales, pero hacen una salvedad. Si el arreglo llega será dentro de mucho tiempo. Por otra parte está claro que, en el mejor de los escenarios, los holdouts recibirán la misma propuesta que en su momento rechazaron. Nunca una mejorada. Bajo estos términos, quienes se negaron al canje representarían un pasivo contingente de alrededor de 6000 millones de dólares.
Quienes fronteras adentro sostienen que Argentina debe honrar esos supuestos pasivos repiten la idea de la imagen del país en el exterior y la necesidad de regresar pronto a los mercados financieros internacionales. También suman la promesa de las esquivas inversiones extranjeras. Al respecto valen algunas remembranzas.
Al momento de realizarse el canje de deuda aparecieron algunas organizaciones, entre ellas la rimbombante “Task Force Argentina”, liderada por el ex directivo del Banco de Roma y de la Asociación de Bancos Italiana, Nicola Stock, que indujeron a muchos pequeños tenedores de bonos a que rechacen la oferta realizada por la Argentina. Sostenían estar respaldados por el poder de los organismos financieros internacionales. La apuesta consistía en provocar una baja adhesión global al canje, lo que hubiese minado su legitimidad y, quizá, obligado a una reestructuración en otras condiciones.
Detrás de estas organizaciones, como lo muestra la preeminencia del lobbista Stock, estaban los mismos bancos que colocaron los bonos argentinos entre muchos ahorristas incautos y que por entonces ya afrontaban en sus países juicios por su responsabilidad. Estos ahorristas son los “pobres jubilados” europeos y japoneses que tan buena prédica lograron en alguna prensa argentina.
Al mismo tiempo, quienes supieron hacer de las reestructuraciones soberanas un negocio, los llamados “fondos buitres” que compraron centenares de millones de dólares de títulos argentinos a precio de remate cuando el default ya comenzaba a ser descontado en los mercados internacionales –esos que, decían, rematarían hasta las transferencias para el funcionamiento de las embajadas–, apostaron a los tribunales internacionales y a esperar.
Unos y otros no supieron leer un punto quizá difícil de prever apenas cambiado el siglo: el default de Argentina marcaría un antes y un después en las reglas del juego financiero internacional.
Según señalan algunos analistas, el poder residual de los holdouts funcionaría hoy por vía indirecta. Miembros activos del Club de París, como Alemania, Italia y Japón, sienten en sus países el lobby de los mal asesorados holdouts y por eso presionarían para que, en el potencial acuerdo de refinanciación de Argentina y el Club, se incluya a los tenedores de papeles basura. Y esta manera es, primero, meter de nuevo al FMI en la negociación.
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