Domingo, 2 de noviembre de 2008 | Hoy
“Desde tiempos inmemoriales, los economistas buscan, sin éxito, algo que los acerque al ‘tipo de cambio de equilibrio’, el mejor, el más eficiente. En infinidad de trabajos académicos se discute el punto; en varios hay evidencias de que el dólar alto en economías como la argentina es una buena opción para crear empleo, porque los sectores más intensivos en el uso de mano de obra son más rentables. En momentos de crisis global como el actual, además, el dólar alto ayuda a defender las reservas internacionales y a mejorar los ingresos de los exportadores y de aquellas ramas que ahorran divisas, como son las que sustituyen importaciones. Se sabe que en tiempos de incertidumbre salen, no entran, capitales financieros: entonces, la única fuente para generar y acumular reservas es el superávit comercial. Por la aceleración inflacionaria de la primera mitad del año, el dólar alto argentino ya no lo era tanto a comienzos de esta crisis: la paridad real peso-dólar estaba en 1,35 peso en agosto, en comparación con el uno-a-uno de la convertibilidad. Hoy esa relación mejoró: se ubica en 1,45 peso. Con el real, las cosas empeoraron; la moneda brasileña se devaluó 35 por ciento en términos reales en sólo dos meses. En tiempos de incertidumbre, un dólar alto encarece y desalienta las típicas conductas precautorias de los inversores que buscan refugio en monedas duras. De hecho, sólo el dólar y el yen se apreciaron en esta crisis; todo el resto de las monedas, euro incluido, perdieron valor. A diferencia de la convertibilidad, cuando el tipo de cambio bajo y fijo era un seguro barato para salir, hoy el Gobierno dispone de la flexibilidad como herramienta. No es un punto menor; ante una corrida, puede dejar escapar la paridad nominal sin resignar tantas reservas, que es el activo a proteger en estos momentos. Claro que una devaluación en la Argentina no tiene los mismos efectos que en Brasil o en Chile. Los argentinos pensamos y ahorramos en dólares. Una devaluación aislada, por fuera de un programa integral que ataque la inflación, que reduzca la incertidumbre, que coordine salarios e inversiones, tiene como destino el fracaso. Una devaluación en este escenario implica decidir acerca de cuánto empleo defender y cuánto salario perder, de cuántos dólares de exportación generar y de cuántas importaciones descartar.”
*Economista.
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