El sector productivo argentino tiene una oportunidad, dada la ventaja competitiva generada por la devaluación, que beneficia el posicionamiento de nuestros productos en el exterior.
Esta situación es la ideal en el mundo actual, donde escasea el apoyo financiero para los llamados países emergentes. La Argentina debe crecer de la mano de los dólares comerciales que generan nuestras exportaciones y crear condiciones para que ingresen capitales orientados a fortalecer la producción.
Para aprovechar desde ahora esta nueva oportunidad, el primer desafío consiste en reconstituir el capital de trabajo, especialmente en el caso de la prefinanciación de exportaciones.
En esta línea de razonamiento, el Estado debe estimular y acompañar al sector privado para abrir nuevos mercados y defenderlo ante las medidas de política comercial de otros países.
El segundo desafío es que esta oportunidad no sea coyuntural sino que pueda perdurar en el tiempo. Para ello es imperioso retomar el proceso de inversión suspendido desde mediados del ‘98.
En este sentido, el rol del Estado es el de disipar las incertidumbres acerca del cuál es el modelo de crecimiento y facilitar el camino, mediante medidas impositivas como la devolución anticipada del IVA y una amortización acelerada de los bienes de capital.
De nada nos servirá tener un tipo de cambio alto si, culminada la etapa de estabilización económica e incertidumbre institucional, los recursos no transitan el camino de la calidad y diferenciación de nuestros productos en el mercado mundial. Y ese camino sólo se recorre mejorando la competitividad de nuestras empresas.