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Domingo, 31 de agosto de 2014

LA HISTORIA DE TANDANOR

Del desguace a la recuperación

 Por Javier Lewkowicz

La privatización de Tandanor, el taller de reparaciones más importante de la región, fue uno de los escándalos más groseros del menemismo. La empresa se entregó a una firma de negocios inmobiliarios que nunca pagó su deuda al Estado y que aplicó una política de vaciamiento. Los trabajadores sostuvieron la planta abierta hasta que en 2007 fue reestatizada. En tanto, el astillero Almirante Storni, que está al lado de Tandanor, único centro de reparación de submarinos del Cono Sur, fue cerrado en 1992. En la actualidad, ambas empresas forman el complejo Cinar, que depende del Ministerio de Defensa. Cash dialogó con Jorge Moreno, ex director por parte de los trabajadores en Tandanor, y con Carlos Spirito y Conrado Faccini, trabajadores especializados en submarinos que retomaron su actividad en 2008, cuando dirigieron la reparación de media vida del submarino San Juan.

La privatización de Tandanor se concretó en favor de un consorcio de empresas extranjeras el 31 de diciembre de 1991. “Habían puesto siete millones de dólares para tomar posesión de la empresa, con el compromiso de depositar pagarés a diez años con tres de gracia. Pero nunca pagaron. Rápidamente vendieron la Planta 1, que era el activo principal, de 8 hectáreas en Retiro, donde querían construir torres, en una autoventa de 18 millones de dólares. Todavía estamos buscando esa plata”, dice Moreno. Cuando ese predio de Retiro no se rezonificó, el negocio se terminó y la empresa se esfumó. Por la causa están procesados varios funcionarios menemistas, entre ellos el fallecido Erman González.

En junio de 1999 se decretó la quiebra. La situación de los trabajadores fue durante varios años desesperante. “El juez nos decía que si nosotros no sosteníamos la empresa, él le ponía un candado. Llegamos a ser sólo 140 personas con 18 meses impagos. Si aparecía un barco convocábamos a los que estaban afectados por ese trabajo, pero venían otros porque no querían quedarse en la casa, no había trabajo en ningún lado”, recuerda Moreno.

En 2007, Néstor Kirchner firmó el decreto 315, que anuló todos los actos administrativos de la privatización, como si no hubieran existido, en virtud de que nunca se pagó por la empresa y de que el 98 por ciento de esa deuda estaba en manos del Estado. Tandanor hoy está de pie y en una situación relativa mejor que el resto de la industria, porque cerró convenios para fabricar vagones, maquinaria para YPF y porque en la actividad de reparación guarda desde los ’70 la ventaja tecnológica frente a sus competidores en otros países. El Gobierno, además, le encomendó la reparación del buque Almirante Irízar, que antes se llevaba al exterior para esos trabajos.

Al lado del predio de Tandanor está el astillero Almirante Storni, antes llamado Domecq García, que fue cerrado en 1992. Carlos Spirito y Conrado Faccini, dos de los poquísimos trabajadores especializados en submarinos que tiene el país, debieron por aquel entonces dedicarse a actividades que nada tenían que ver con su expertise. Para su sorpresa, fueron convocados nuevamente en 2007, cuando el Gobierno decidió hacer la reparación de media vida del submarino San Juan. “Haber recuperado esto es un logro para el país. Nosotros estamos capacitando pibes que no sabían ni soldar. Y ahora trabajan en submarinos que tienen 9 kilómetros de tuberías y 1200 válvulas adentro”, dice Faccini. “Esta empresa se puede considerar de exportación si se le da impulso. Podría generar ingreso genuino de divisas, porque ni siquiera Brasil tiene esta tecnología”, se enorgullece Spirito, quien en los ’80 coordinó la construcción de tres submarinos, máquinas que obligan a una precisión de un reactor nuclear. “Ahora tenemos el proyecto de reparar el submarino Santa Cruz, pero después no hay nada más y en pocos años todos nosotros nos vamos a jubilar, con lo que el equipo de submarinos quedaría acéfalo. Queremos transmitir esta experiencia”, pide Faccini.

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