Dom 27.12.2015
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Cuando un maestro se va

› Por Héctor Recalde*

Desde que tomamos noticia de la triste partida del querido compañero Héctor Valle, curiosamente me encontré con una serie de amigos en común. O tal vez no “amigos”, acaso admiradores, discípulos, aprendices. Con muchos de ellos recordábamos su “fina estampa”, usualmente de camisa gris oscura y corbata al tono. Nos unía también lo que llamábamos nuestro lugar en el mundo, las playas de Villa Gesell que siempre fue un ámbito distendido para que tuvieran espacio las charlas apasionadas de siempre.

Pensar en Valle requiere previamente un baño de humildad. Era maestro en su terreno, fundador de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo, de la que me hiciera partícipe como miembro del directorio, integrante del proyecto “Hacia el Plan Fénix” y últimamente director de la recuperada YPF. Fue autor también de obras como El trabajo y la política en la Argentina de fin de siglo (1999) y Argentina: Desempleo y Precarización del Trabajo publicado en Francia en 1998, trabajos de los que me he servido para alimentar los míos.

Valle era un desarrollista por excelencia. Concebía el desarrollo en fieles términos a la concepción que plasmamos los argentinos en nuestra Carta Magna cuando le encomendamos al Honorable Congreso de la Nación proveer lo conducente al desarrollo humano, al progreso económico con justicia social, a la productividad de la economía nacional, a la general de empleo, a la formación profesional de los trabajadores, a la defensa del valor de la moneda, a la investigación y al desarrollo científico y tecnológico, su difusión y aprovechamiento.

Valle diría, como pilar de su doctrina que no existe soberanía política sin desarrollo económico con equidad, y este sólo es sustentable si se apoya en un nivel alto de autoabastecimiento energético. Valle fue un economista progresista, desarrollista, heterodoxo, valiente, clarividente, intelectualmente honesto, militante de su concepción económica que colocaba al humano en el centro de la teoría económica, como su destinatario primero.

Este año me invitó a dar una charla en una escuela de su pago chico, Almirante Brown. No podía faltar, y no falté. Semana por medio daba, junto con Mercedes Marcó del Pont, charlas económicas en la UCES. La claridad conceptual plasmada en un discurso cristalino, diametralmente opuesto al discurrir de los tecnócratas que hoy parecen estar recuperando protagonismo, me llevaba a presenciar esas charlas, muy ilustrativa para quienes provenimos de otros ámbitos, al punto de haber tenido que postergar en ocasiones las reuniones de la Comisión de Legislación del Trabajo que presido en la Cámara de Diputados.

De esas charlas, y de muchas otras que daba con la obstinación del militante han surgido muchos discípulos. Si bien viene a mi memoria en esta ocasión lo que decía el poeta, tardará mucho en nacer, si es que nace... con una hombre de esta capacidad docente me aferro a la idea de que cuando un maestro se va, queda un espacio vacío que será llenado con las llegada de muchos de sus aprendices.

Todos nosotros te saludamos, querido Héctor.

* Diputado Nacional - Frente para la Victoria.

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