TEATRO › EL DEBUT DE MARíA DE LUJáN TELPUK EN MAR DEL PLATA
La ex agente del caso Antonini Wilson, figura femenina de Gonalmente Divertido, justifica su cambio de rol más allá de su vocación por las tablas. “En un momento de duda, me dijeron: ‘Lo que te está cubriendo es la exposición’”.
› Por Julián Gorodischer
Desde Mar del Plata
En el aire se siente el pulso de una resistencia colectiva: ya en la cola para ver Gonalmente Divertido se respira la bronca contra los dueños de la taquilla (Artaza, Cherutti, Barbieri). El público de Sergio Gonal apoya al “valor local” mientras embiste contra las obras llegadas de la Capital. El cómico marplatense los recompensa: “¿Quién es de Mar del Plata?”, pregunta al “yo” unánime que desahoga su lamento ante la peatonal atestada. El prólogo exhibe al elenco completo con los codos pegados al torso, remarcando desde la postura la reacción contra la primera línea de “porteños” (Artaza, Cherutti, Barbieri) que promocionan “la inversión” y “las coreografías”.
Algunos defienden, enérgicos, una raza de teatro clase B, sintetizado en el telón plateado. “Me encanta el telón plateado”, sostiene un chico de anteojos y visera. Acá –sigue el de la gorrita– se hacen los mejores chistes verdes.... Acá se tributa al viejo capocómico, previo al stand up comedy.
La escena transcurre en medio de los habituales trucos del mercado farandulesco. Entre la sucesión de prejuicios a cargo del cómico (aquí no se representa, se nombra), se alude a un gay y un gangoso erotómanos, un sordo idiota y una doña que nunca entiende nada. “Que alguien le explique el chiste a la señora”, pide Gonal, señalando a la misma señora, que lo festeja invariablemente. Hubo tiempo, antes, para hacer subir al escenario a un integrante del público. Le tocó a un adolescente llamado Mati, que participó del juego del Dígalo con mímica asistido por la platea; la palabra a adivinar era “masturbación”.
En toda la sala, dedos y palmas se alzaron para ayudar a Mati a develar el término. Mati hizo un alarde histriónico de desorientación. Hay muchas cosas que Gonal debería agradecerle: Mati fue un actor de carácter elegido al azar que levantó el ánimo general de la función del sábado 27: hasta el final siguió exagerando su incredulidad, fomentando más y más anulares e índices en alto, de veteranos desafiados a ser más verosímiles en el gesto dactilar para corroborar la virilidad con la mano. Travestido, con su caja de alfajores prometida bajo el brazo (“Fabulosos premios”, se promociona en el afiche del hall), Mati se retiró con gloria fugaz.
Antes, en esa cajita que habita provisoriamente la ex agente María de Luján Telpuk (que cobró notoriedad al interceptar las valijas de Antonini Wilson en Aeroparque), ella se muestra como una anfitriona cordial, quizá en exceso cuando advierte que “si se hace la hora y estoy con ustedes, ¡que empiecen sin mí!”. Soportará estoicamente una sucesión de apariciones mal guionadas que –en virtud de proclamarse “actriz”– la llevaron a rechazar papeles como vedette en otras obras. El cruce que ella representa (entre las esferas de la política, la información policial y el teatro de revista) es un hito que podría haber dado mejores resultados si mediara la pluma de un observador sagaz. En la obra, en cambio, se la reduce a una movilera de TV cuya gracia es quedar desnuda luego de un robo. Y también al rol más clásico de secretaria televisiva a la que en escena se refieren como “sorda de mierda”.
En su momento estelar, a Telpuk le toca representar, promediando Gonalmente Divertido, a una policía aeroportuaria que intercepta un equipaje sospechoso. La expectativa inicial de obtener una parodia de la noticia a través de su protagonista directa declina cuando se le escucha: “Necesito que me abra su valija/ Le quiero revisar el bulto”. La conforma –admite– que su debut sea lo que considera la aparición menos vulgar de la temporada: “Pollerita, pero no muestro todo. Sólo en un momento (durante el gag de la movilera desnudada) me roban y quedo en ropa interior. Pero de conchero nada...”.
“Ese día era un día normal. El vuelo llegó a las tres de la mañana. Siempre fui bastante inquieta. Me gustaba revisar la llegada de los vuelos aunque no fuera ésa mi función. Entonces veo muchas tapitas como de libros (N de la R.: la plata). Y ahí es cuando Antonini me dice que llevaba unos papelitos. ¡Qué raro! Se dejaban ver claramente los fajos. Le pregunto: ‘Una vez más, cuánto dinero trae, señor’”.
“Al llegar a Estados Unidos me interrogaron durante dos horas seguidas. Me preguntaron si tenía miedo.... Podemos llegar a hablar de un asilo político, me dijeron. Para estar protegida.”
“Por suerte actué iluminada. Me querían orientar para otro lado: querían que cambiara mi declaración. Yo les dije que ese gordo chanta estaba mintiendo... Estuve dos meses con amenaza de muerte, pero nunca me enteré de qué lado venían. En un momento de duda, Mariano Grondona me dijo: ‘La exposición es lo que te está cubriendo a vos’”.
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Más tarde, llegó el desnudo en la tapa de Playboy: un buen editor periodístico le vio el filón al sentido erótico de las esposas y la hizo posar con muchas lo que, sumado a un cuerpo fibroso pero nada musculado artificialmente, llevó a una buena cifra de venta, y abundantes dividendos para la ex agente. “Sí, sé que hubo malos comentarios de la gente –recuerda María de Luján–. Decían: ‘¿Cómo una mujer tan honesta va a ir a Playboy. A mí misma, a la larga, verme con la valija en la revista me resultó un poco chocante’”.
Pero reincide en Gonalmente Divertido donde cosecha ruidosos aplausos al terminar el espectáculo. “Grande, Luji”, se escucha de un hombre y una mujer grandes provenientes de un pequeño pueblo de provincia que, hace un rato, fueron elegidos por Gonal para retratar el calvario de la vida doméstica. Reía como loco él, cuando el cómico mencionó la actitud insidiosa, los celos, el control obsesivo de privacidad, la demanda permanente de dinero, la queja, la descalificación como atributos de la convivencia de varios años; los consortes se mataban de risa. “Fuerza nena”, lanzó alguien desde la segunda fila, alentándola a resistir los embates imaginados desde distintos frentes.
¿Qué y ante quién resiste María de Luján Telpuk?
La intención es exponer luego una encuesta improvisada que dé cuenta del modo en que la opinión pública construye a ídolos. Vean, si no, en la calle Entre Ríos al 1800 cómo besan y abrazan a la ex agente a la salida de la segunda función. No hay caso similar en Mar del Plata, donde las estrellas son dos ex imitadores, una jurado de Showmatch y un gerente de programación de la tevé. La oferta de celebrities, con el paso de los años, se diversifica a niveles de extrañamiento, en un marco más amplio al de los dueños de la fama de antaño, el capocómico y la vedette. Nada tan inusual, sin embargo, como el estrellato de la ex policía que –al salir (por lo angosto de la calle)– concita más fanáticos que sus pares de la avenida Luro. “Poneme las esposas” es el grito que más se escucha en un montoncito de público del que un agente (en funciones) recomienda alejarse. “Son punguistas haciendo la temporada”, dice, tarde, cuando queda lamentarse por la documentación y el dinero extraídos de la mochila. Pero la encuesta debe seguir para sacar alguna conclusión que justifique la estadía en Mar del Plata. La masa opina: “Es honesta...; en cambio andá a la peatonal y preguntá por tu billetera a ver si alguien salta” (María, de Lomas, testigo del robo).
“La mina no se cree más de lo que es. En cambio, la otra... Decirse Nélida Roca, ja” (Susy, de Hurlingham, sobre las declaraciones de María Eugenia Ritó en las que se comparó –en Intrusos– con la diva fallecida). “Poneme las esposas” (escuchado al pasar).
Nadie entendió tan cabalmente el signo de La Feliz (teatral) como Gonal, oriundo de la ciudad. “Risas sin cortes”. “Minuto a minuto”. “Reíte de la tele”. “Fabulosos regalos (la caja de alfajores)”, se lee en el cartel. Cuando todo se abarata, la competencia de la primera línea defiende “la inversión” (y defrauda), pero Gonalmente... adhiere a esa estética de tevé barata que domina en Villa Carlos Paz y en la televisión abierta actual. Hay poca separación entre el telón y el público, escenario bajito, escenografía dorada o plateada con nombre o logo de la obra impreso en el telón, mucha malla y traje de mozo donde debería haber vestuario de vedette y smoking, contoneos improvisados durante el playback en vez de una coreografía pautada.
En ese marco se produce el debut teatral de la chica “Antonini”, que quiere “seguir en esto”. El comienzo alienta a nuevas contrataciones: la chica acierta la entonación de las pocas frases y no tiene una marca corporal que denuncie la cercanía de los 30. “Tengo el honor de ser la primera imagen que ves en la obra”, se jacta. De esos primeros cinco segundos en escena data la arenga más entusiasta de la jornada del 27: “¡Vamos Argentina carajo!” (se escuchó desde el fondo).
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