TEATRO › UN DEBATE NECESARIO SOBRE LA ESCENA NACIONAL
Hacia un nuevo imaginario
Roberto Cossa, Ricardo Bartís y Rubén Szuchmacher reflexionaron sobre la dinámica actual del teatro, en el marco del ciclo gratuito La cultura argentina hoy.
Por Cecilia Hopkins
¿Qué escasea o abunda en el teatro argentino, y cómo se inserta en la comunidad? Tres referentes de la escena nacional debatieron e hicieron su aporte al ciclo La cultura argentina hoy, que se viene desarrollando los martes en el Auditorio del Museo Nacional de Bellas Artes, con entrada gratuita. Los invitados fueron esta vez Roberto Cossa, Ricardo Bartís y Rubén Szuchmacher, quienes en la charla coordinada por Raúl Brambilla, actual director del Instituto Nacional del Teatro, encararon asuntos de su área. Cossa decidió leer un trabajo suyo reciente referido al papel del dramaturgo en este tiempo. Analizó las diferentes opiniones que sostuvieron directores, actores y espectadores sobre la figura del autor en la historia del teatro de las últimas décadas. Luego de marcar las diferencias entre la obra literaria, que al estar impresa en un libro es “fiel como una señora burguesa”, y la obra teatral, “infiel” porque cambia en cada puesta de la mano de un nuevo director, el creador de Ya nadie recuerda a Frederic Chopin concluyó con la frase “las señoras burguesas serán respetables, pero las putas son más divertidas”, colocándose de este modo del lado del autor familiarizado con la dramaturgia escénica.
Bartís, a su turno, eligió hablar, en principio, de la existencia de dos formas de comprender la escena: distinguió por un lado el teatro representativo, interesado en concretar la puesta de un texto dado y respetar secuencias de causa y efecto, y por otro, el no representativo, más preocupado por desarrollar un lenguaje propio, ligado a la actuación y a los otros relatos que habilitan el espacio, la música y lo visual en un montaje: “Hay un teatro que estabiliza y otro que fractura. Uno que se repite a sí mismo y otro que desarrolla procedimientos y valoriza lo autónomo de la escena, singularizando los relatos de actuación, lo cual no es la representación del sentido de la obra sino, entre otras cuestiones, de la poética propia del actor”.
Se refirió también a las causas por las cuales, paradójicamente, el teatro renueva su imaginario y, por otro lado, “tambalea o se debilita”. Según Bartís, “el teatro está hoy muy nutrido por la singularidad del momento cultural del país y el marco de tensiones de toda índole. Las manifestaciones ostensibles de la diversidad proponen un territorio fértil para la creación de un nuevo imaginario, de un campo transpositivo formal que lleva al teatro a abandonar ciertos lugares más tradicionales. Porque el teatro tiende a repetirse mucho y en general establece con el espectador un vínculo muy conservador”.
Aclaró además que las marcas propias de esta época también pueden jugar en contra, quitándole a la escena su espacio específico: “El teatro queda muy debilitado y pierde su eje porque el momento actual es muy ficcional: la novela Borocotó o el pase de Bielsa ofrecen un atractivo mucho mayor que cualquier obra que hagamos nosotros. También, la fuerza que adquirió la parodia en el campo cotidiano durante el menemismo anuló el lenguaje de la parodia en el teatro”. En su percepción, “ésta es una época en la que es muy difícil creer, y el teatro depende enormemente de las creencias”. Por último, manifestó que el teatro no tiene aún un lugar en el campo cultural: “La cultura parece una señora pacata y severa. Y en nuestra experiencia en cuanto a la formación de bienes culturales y de pensamiento, creemos que el teatro no pertenece al campo de la cultura”.
Szuchmacher se refirió a su vez a las políticas oficiales: “Ya que este evento está organizado por la Secretaría de Cultura –intervino–, qué mejor oportunidad para preguntarse acerca de la relación que el Estado establece con el teatro en una ciudad con un movimiento de la intensidad que presenta Buenos Aires”. Según este actor y director, desde hace años, “el Estado intenta comerse aquello que es producido en otra parte. Y en el caso específico del teatro, fagocitar lo que se produce en el teatro independiente, sin dar nada a cambio. Es tarea del Estado producir aquello que no se está produciendo: el tema a debatir es qué es lo que en este momento no hay”. Se refirió también al modelo que asume el teatro oficial: “El Teatro San Martín –matrizado desde hace años por Kive Staiff– funciona según la ideología del teatro independiente de las décadas del 40 y 50, con su noción acerca de lo que es humanista, popular y culto. De manera que en los ’60, frente al impacto de la televisión y el cine, ese modelo sigue vigente sin ser cuestionado”. El Teatro Cervantes mereció comentarios tales como el que debería promocionar al autor nacional sin establecer códigos acerca de lo que es autor nacional. Reflexionó además sobre el hecho de que “el Estado no ha podido pensarse a sí mismo, y por eso reproduce modelos e intenta establecer una competencia con el mercado”. Ejemplo de esto es “el consejo dado a los directores de que en los elencos debería haber por lo menos una estrella de telenovela de la temporada”.