TEATRO › ENTREVISTA CON LA ACTRIZ Y CANTANTE DIVINA GLORIA, AHORA CONVERTIDA EN JUDIA ORTODOXA
Confesiones de una chica antimaterial
Dice que no lo hizo para imitar a Madonna. Y asegura que a su rabino no le molesta que actúe en Monólogos de la marihuana.
Por Julián Gorodischer
Divina llega vestida de negro hasta los pies. Un extraño recato la distancia de su viejo single Desnudita es mejor (“Qué calor, qué calor...”), de sus minifaldas como chica Olmedo, de su pose de extraña vedette de 1,48 metros en la tapa de un disco de Fito Páez. Ahora, a pesar de estar al frente de los Monólogos de la marihuana (junto a Pacha Rosso y Adrián Yospe, los viernes y sábados en el Teatro Premier), Divina Gloria dirá por primera vez lo que se viene guardando desde hace tiempo y exige que no se lo malentienda como un paso más en la esmerada mímesis que se le atribuye con Madonna (mismo platinado, mismos dientes de adelante separados, menor altura). “¿Divina Gloria, judía ortodoxa? Y sí, porque es lo que Dios me dio a mí para ser mejor persona: ser caritativa, con valores éticos y morales muy a tierra, piadosa. Es algo que me debía a mí misma: siempre fui muy religiosa, pero era amorfa. Mi alma es espiritual, pero no encontraba la forma”.
¿Qué incluye este revés? Encuentros cotidianos con su rabino Baruj –que aprueba los monólogos, perdona y no la juzga–, educación estrictamente religiosa para su hijo Lenny, alimentación reglada a base de comida kosher especialmente tratada para no provocar dolor al animal, ¿acaso la cara argenta del fenómeno jewcy que empezó con la ex Madonna devenida en la fiel Esther, cultora de la Cábala? ¿Y el rabino Baruj, a todo esto, qué tiene para decir de su particular manera de pasar el Shabat monologando sobre la marihuana?
–Mi rabino dice que está todo bien; es un joven brillante de 26 años. ¿Cómo no me va a perdonar? Cuando le hablé de la obra, me dijo que él mismo debería haber probado marihuana, y que no puede decir nada porque no la probó. Me dijo que estaba haciendo las cosas muy bien, que los dones que me dio nuestro Dios estaban bien direccionados. Me dice: pará, no te vayas de foco, no hace falta que te pongas una peluca hoy. Pero si toda la vida usé pelucas, ¿por qué no podría ponérmela ahora?
El clímax, cuando monologa desde la banqueta en el Premier, es el momento sensual en que detalla los modos en que la marihuana incide sobre su calentura, la referencia a un novio que agradece el gesto y reclama más, o el chiste sobre frenarse a tiempo “para no terminar acabada”, todo eso junto que surge como consecuencia de una oleada de monólogos sobre penes y vaginas que necesitaba otro desvío. No proclama la despenalización –dice-, sino que reacciona contra el mundo productivo. El que habita en la obra es mondo cuelgue, y a Divina le encanta sentirse en resistencia. Celebra que su chica teatral no trabaje, que sea “medio demodée”, que la liguen a La Fiaca. “Y que sea marginal, que esté del otro lado, junto al enfermo, al que padece con alegría. Tengo una naturaleza rebelde, cabrona como buena petisa –sigue–. Voy y vengo, viste... No es una cosa pensada: siento incomodidad de estar metida en algo que no va con mi forma de ser. Yo no voy con una pancarta pidiendo que legalicen. Al estar panfleteando, el hecho artístico baja. Pero estoy leyendo muchas cosas de Manu Chao, y así como él está con La Colifata, yo estoy pidiendo a gritos un tomógrafo para el Borda. Es de locos que no haya uno en el Borda. Yo les pido a mis amigos: cuando vean que empiezo a flaquear un poco, mándenme directo al Borda”.
–¿Le quedaron muchos amigos de los ’80?
–Los que quedamos vivos estamos fantásticos. Pero muchos no lo están. Murieron, les pasó la vida, no tuvieron tiempo de reaccionar. Estaba Batato (Barea): nos alumbraba a todos. Casi convivíamos en la época de Los Peinados Yoli. Al toque empecé a laburar con Olmedo, pero mi corazón quedó en el under. Me acuerdo de estar diciendo Desnudita es mejor antes de que estuviera compuesta la música: qué calor/ qué calor/ desnudita es mejor/ (como un poema de Lorca)... sin ropita es mejor. Es la mente del otro la que juega con lo que ve. No puedo controlar lo que el otro deposita en mí.
Para Divina Gloria, flamante judía ortodoxa, es Madonna la que la copia. “A mi familia y a mi rabino les encanta lo popular que soy. Soy todo lo ortodoxa que puedo, estudio la Torá, estoy enamoradísma de mi religión. Me impacta haber encontrado el libro de la vida ya de grande y a través de mi hijo. Yo era una chica judía-rata-de-teatro”.
–Sé que es inevitable que Madonna se enamore del judaísmo –asume Divina Gloria–, porque es muy cool ser judía. Pero yo no busco el paralelo con Madonna, ¡pasó! La mía es una pasión genética, histórica. Las invité a las madres del colegio de Lenny a ver la obra, pero todavía no vino nadie. Estrella Mizrahi, mi gran amiga, es una divinura de persona, y fue una gran bailarina, pero ahora no puede estar haciéndose la diva delante de todo el mundo. Me gusta su decisión de dejar su pasado por la judeidad.
Define su nueva vida como “el envoltorio de una cosa que llevaba siempre adentro”. Suele invitar a algún amigo no judío a la celebración del Pesaj (pascua judía) para iniciarlo en los ritos. Dos, entre tantos, prendieron bien. “Richard Tenguerian –artista y amigo mío– es armenio, pero quiere ser judío a toda costa. A Fito Páez lo invité, pero él al estar tanto tiempo casado con Ceci ya tenía mucho de idishe. En 2005, definitivamente no celebraría una Navidad”. ¿Haría un desnudo? ¿O su recato religioso se lo impide? “Si me pagaran mucho dinero sí (¡ja ja ja!). ¡Me aplaudo a mí misma! ¡Qué genial! De todas formas ya soy una chica muy grande, y no creo que le interese una teta mía a ningún productor. El Señor comprende, glorifica y aprueba, y me da, me da, me da... para que tenga, tenga, tenga.” Si la consigna es hablar del pasado podría recordar los hits de una carrera, como fogonazos, empezando por su rol de esposa malquerida, o de bebota afeada en No toca botón, siguiendo por apariciones en obras de Hugo Midón (Vivitos y coleando, Locos recuerdos), y por la edición más o menos reciente de un CD llamado Frágil, que le produjo el músico Leo García como parte de un tributo de fan. “Yo le recuerdo a Virus, a Culture Club, a Boy George –justifica Divina–. Algún joven genial, cada tanto, da vuelta una página”. De su presente inmediato, destacará algo un poco más mundano:
–Hay un turco en el barrio que me vuelve loca; es como un pirata con kipá. ¡Y esos tatuajes! Sólo miro judíos solteros en esta etapa de mi vida.
–¿Y el futuro?
–Me voy a vivir a Israel para quedarme para siempre. Me dicen los que conocen que si voy, no vuelvo más. Argentina no pierde nada, que no se preocupen. Acá queda Pamela David.