Mié 01.12.2010
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TEATRO › HOY COMIENZA EN VILLA BOSCH LA CUARTA EDICIóN DEL FESTIVAL PIROLOGíAS

Para encender la llama del teatro

El espíritu barrial del encuentro, que nació ante la falta de salas teatrales en la zona, contrasta con el hecho de que habrá compañías de Francia, Perú, España, Costa Rica y Guatemala, además de varias ciudades argentinas.

› Por María Daniela Yaccar

En cada barrio, dicen, hay un teatro independiente. Pero no es tan así. En la provincia de Buenos Aires hay más de 600 salas, de las cuales 121 son independientes. Están repartidas de manera desigual: mientras que en la zona sur proliferan, en la localidad de Villa Bosch (municipio de Tres de Febrero) no hay ninguna. Ni comercial ni independiente ni oficial. Pero eso no implica que no haya teatro. Desde 2007, la Compañía Nacional de Fósforos –dirigida por Cristian Palacios, Paula Brusca y Juan Manuel Caputo– enciende allí una llama teatral con el festival Pirologías, cuya edición de este año comienza hoy y se extenderá hasta el domingo. Su espíritu barrial contrasta con su carácter internacional, ya que se presentarán compañías de Perú, Francia, España, Costa Rica y Guatemala. Y como el plan es “descentralizar la cultura”, según apuntan sus hacedores, tendrá una fuerte impronta provincial, con elencos de Mendoza, La Rioja, La Plata y Esteban Echeverría.

Caputo ilustra el objetivo del festival con una metáfora: “Me imagino el mapa del país: si la Ciudad de Buenos Aires está roja, llena de teatros, con Pirologías, Villa Bosch puede pintarse de amarillo o de naranja. Nosotros prendemos la chispa”. En esta ocasión, habrá teatro, danza, circo y teatro callejero, para niños, adultos y toda la familia, y el cierre estará a cargo de Babel Orkesta. También habrá seminarios, talleres y mesas de reflexión, en Villa Bosch, Caseros y el Centro Cultural de España en Buenos Aires. Las actividades serán a la gorra. “El festival es un híbrido”, define Palacios. Y explica que lo que une los espectáculos, seleccionados luego de verlos en vivo –en el caso de los provinciales– o a través de un DVD –los de otros países–, es “el rigor estético”.

Además, retratan realidades latinoamericanas que andan dando vueltas. Eso está en los orígenes de este festival, que surgió como una suerte de encuentro entre amigos. “Somos una compañía itinerante, viajamos bastante. Habíamos conocido gente en México, Perú y Paraguay y queríamos invitarla. Hicimos Pirologías para darle un marco”, cuenta Brusca, directora y actriz. Ese primer objetivo luego fue superado. “Pirologías dejó de ser propio para ser del lugar y de la gente”, cierra Palacios, dramaturgo y actor. El y Brusca fundaron la compañía hace ocho años. Luego se sumó Caputo. Dicen que el grupo surgió casi de casualidad, con el estreno de El abismo, en el Teatro Municipal de Morón.

Pirologías se instaló en un lugar en el que no había teatros y, por ende, de un público escaso. Los tres organizadores son treintañeros inquietos que entienden la gestión cultural como parte de un proceso creativo. “Instalar el festival tiene que ver con llevar a cabo una acción concreta en un lugar de poca participación”, remarca Brusca. “Es una decisión política. La Capital está muy saturada y no hay una idea de trabajo en grupo. Además, viajando uno se encuentra con realidades más interesantes”, se explaya. Villa Bosch tiene la misma dificultad que otras zonas del conurbano, donde el trabajo a pulmón es moneda corriente: “Generar público es complicado: la gente viaja a Buenos Aires a ver espectáculos porque están legitimados. Generar conciencia de que en tu municipio puede haber obras de mayor o igual calidad es un proceso en el tiempo”.

La sociedad de fomento del barrio, el Club de Leones, un jardín y un bar son algunos de los escenarios del festival. Los espacios ponen sus límites pero también dan sus ventajas. “Es reimportante lo que sucede, se genera una estética nueva –analiza Palacios–. Es parte de la experimentación que está viviendo el teatro. Hay todo un movimiento posdrama que empezó en los ’70 con el happening, con la idea de romper con algo que estaba pasando. Ahora hay un redescubrimiento: se trata de usar la energía de un espacio para contar una historia y generar la magia del teatro.” Los espacios se consiguen mediante préstamos de sus dueños. La municipalidad colabora con la compañía en luces y sonido y con el hospedaje. Palacios continúa: “Si estás en el Gran Rex, sabés que pueden suceder grandes cosas. Cuando vas a un espacio donde entran 70 personas y ves que sale un actor volando te sorprendés muchísimo más”.

A aquella dificultad que mencionaba Brusca, la de generar público, Palacios –el único de los tres oriundos de Villa Bosch, ya que Brusca es de Capital y Caputo de Bahía Blanca– añade otra, vinculada con el carácter nómade de la compañía. “En el conurbano hay que hacer una doble difusión: de lo que se hace y del espacio. En cambio, en Capital, al ser espacios fijos, la gente sabe que ahí hay cosas y las salas son conocidas”, explica. Su compañera añade: “Ahora la gente ya sabe qué es el festival. El lugar comenzó a involucrarse. Los vecinos tienen trato con los elencos que participan y la concurrencia fue creciendo. Pero es un trabajo de hormiga”. El año pasado hubo 900 personas.

En sus comienzos, ninguno de ellos se imaginó abajo del escenario, promoviendo movidas como ésta. Para Brusca se trata de un entrenamiento, como pueden serlo el canto o la expresión corporal. “Un actor tiene que saber cómo llevar a cabo sus proyectos”, manifiesta. “Todos los años es una renegociación. Y más si cambia la dirección de la municipalidad. Hay que sentarse y explicar todo de nuevo”, sostiene Caputo. La burocracia también es intrínseca a los subsidios. Ellos reciben dinero del Instituto Nacional del Teatro y celebran la creación de un organismo provincial que entraría en funcionamiento a fin de año o a comienzos del año próximo, y que sumaría tres millones de pesos a los dos millones que provee el Estado nacional.

Los tres amigos, dedicados por estos días al “trabajo de oficina” –no presentarán producciones propias en el festival– comparten dos sueños. Uno es “perdurar con el festival”, según Caputo. “Siempre es difícil, porque te juegan en contra un montón de cosas. Entre otras, que la gente no quiere ir al teatro”, cierra. “El conurbano, como su nombre lo indica, es lo que está alrededor de la ciudad. Pirologías busca cambiar la falta de identificación de la gente que vive acá. Nuestro sueño es que el día de mañana haya salas en Villa Bosch y en todos lados. Ojalá podamos tener una propia”, anhela Palacios. No obstante, remarca que, en caso de conseguirla, seguirán haciendo teatro en lugares no teatrales, porque los atrapa generar un mar de fueguitos.

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