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Miércoles, 15 de diciembre de 2010

TEATRO › LA LEGISLATURA PORTEñA SANCIONó UNA LEY QUE BENEFICIA AL CIRCUITO “OFF DEL OFF”

Ahora ya no tendrán que esconderse

El colectivo Escena, que agrupa a salas ubicadas en espacios no convencionales de la ciudad, consiguió la aprobación de una ley que cambia rotundamente su panorama. Podrán funcionar mientras la habilitación esté en trámite.

 Por María Daniela Yaccar

En la última década, la proliferación de salas de teatro en espacios no convencionales en la ciudad de Buenos Aires se volvió un fenómeno evidente. Al interior se definen como el “off del off”, por su ubicación, por la relación íntima que entablan con el espectador y por una estética no disociada de las particularidades espaciales. Lo cierto es que, hasta el pasado lunes, a estas salas –en las que dueño y director suelen coincidir– las unía también un factor menos feliz, condenatorio desde el afuera: la ilegalidad. “Una clandestinidad que no habíamos elegido”, expresa el director Martín Seijo. Unidos en la asociación Espacios Escénicos Autónomos (Escena), los teatreros consiguieron la sanción de una ley que cambia rotundamente su panorama, aprobada por unanimidad por la Legislatura porteña. A nivel concreto, el logro principal es que sus espacios pueden funcionar mientras la habilitación está en trámite. A nivel conceptual implica ni más ni menos que la contemplación de su existencia, tras un largo período en el que se vieron obligados a esconderse, mucho más luego de la tragedia de Beara.

Antes, para que abrieran sus puertas, a los dueños de estos espacios se les exigía que la habilitación fuera un hecho. No es –por los gastos que implica y las sucesivas dilaciones– lo único difícil cuando el arte es a pulmón. Incluso es una traba iniciar el expediente. Eso sugiere por qué muchas de estas salas estaban fuera de norma. Así lo explica Juan Manuel Beati, asesor legal del ministro de Cultura, Hernán Lombardi. “La habilitación no es una nota más. Se presenta a través de un gestor y con planos aprobados por arquitectos. Tiene que constar en una escritura y tiene que haber instalaciones certificadas por profesionales idóneos. Y hay un arancel para la presentación.” Por su parte, Seijo, miembro de la Comisión Legal de Escena, se refiere a la dificultad de cumplir con lo que se les pide: “No somos empresarios con un capital a priori para invertir. El nuestro es un capital simbólico”. En síntesis, la nueva ley puede ser leída como un ajuste entre requisitos gubernamentales y posibilidades de los creadores. En poco tiempo, Escena –que se conformó a mediados de este año y que reúne a dieciséis espacios– logró mucho.

El proyecto que presentó este flamante colectivo de artistas fue aprobado por unanimidad por la Legislatura porteña, con 49 votos. Había comenzado a tratarse el jueves, pero pasó a cuarto intermedio por los sucesos de Villa Soldati. Lo respaldaron Diálogo por Buenos Aires, Proyecto Sur, Coalición Cívica, el PRO y Encuentro para la Victoria. Implica la modificación de dos leyes preexistentes, el artículo 24 de la 2147 (que rige para espacios anteriores a 2006) y el 5 de la 2542 (que surgió luego de la tragedia de Cromañón) y, tácitamente, del Código de Habilitaciones y Permisos. Permite que los teatros independientes funcionen con requisitos básicos de seguridad con autorización provisoria. Además, a las salas que surgieron luego de diciembre de 2006, sometidas a una legislación más restrictiva, les da un plazo hasta el 30 de junio próximo para iniciar el expediente. Beati explica que “el Código de Habilitaciones y Permisos denomina de manera muy genérica a los espectáculos y al esparcimiento. A los teatros independientes les da la posibilidad de meter 350 personas, pero la mayoría no llega a 100”. Es otro botón de muestra del contraste entre la ausencia de una “finalidad comercial” y los requisitos. “El artículo 2.1.8 abarcaba desde el Luna hasta la última peña”, cierra el funcionario, que preside la Unidad de Permisos Especiales (UPE) de Espacios Culturales.

Por otro lado, como consecuencia de la suba de alquileres, muchos creadores tuvieron que mudar sus teatros. En su artículo 3º, la nueva ley contempla esta situación: tendrán seis meses para funcionar sin el trámite iniciado. ¿Hay cambios en los requisitos para habilitar un espacio? No de momento. “Por lo pronto, lo necesario es esto: cambios en los tiempos”, recalca Seijo. “La no exigencia de la habilitación en mano cambia las condiciones totalmente. Da la posibilidad de pensar en un proceso con etapas. Por ahora podemos funcionar para recaudar e introducir las mejoras que se necesiten.” Entre las exigencias más costosas, mencionó la prevención de incendios –sobre este tema aguarda un proyecto de ley en la Legislatura–, el cableado y la accesibilidad. “Nuestra idea es cumplir con todo”, aclaró. En efecto, lo que se viene serán movidas para recaudar fondos para empezar a responder a los requisitos. Lo positivo de todo esto es que los espacios de Escena acaban de ser reconocidos como actores del ámbito teatral porteño. Antes no podían recibir ningún tipo de subsidio. Ahora podrán establecer contacto con organismos como el Instituto Nacional del Teatro, Prodanza o Proteatro. Y tal vez eso quite dramatismo a las habilitaciones.

Es cierto que la ley, aunque intenta “no ser un parche”, en palabras de Seijo, fue producto de la urgencia. Escena se conformó en junio de este año, consiguió llevar su proyecto a la Comisión de Cultura el 6 de este mes y su aprobación a poco más de una semana. Se dio una situación excepcional: la ley se aprobó sin ese requisito formal que es el despacho, es decir, la firma de la Comisión, porque para eso hay tiempo hasta el 5 de diciembre. “A través de una nota, Lombardi le pidió a (Raúl) Puy (presidente de la Comisión de Cultura) que se trate el tema para que los artistas pudieran trabajar en verano”, explicó Beati, quien actuó como puente de la demanda de los teatreros. Según Puy, “se pudo avanzar porque hubo voluntad política”. Y continuó: “Ahora que pueden funcionar, pueden recaudar algo, si no, nunca iban a poder hacer las refacciones”. La urgencia era tal porque, de no haberse aprobado la ley antes de fin de año, la Dirección de Fiscalización y Control podría haber clausurado todos los espacios en cuestión.

Los artistas no pasan por alto la ventaja de trabajar con tranquilidad en verano. “Nosotros no nos vamos de vacaciones. En verano no hay demasiadas opciones, es nuestro momento de mayor trabajo”, explica Seijo. Es una ventaja que fue posible por el apoyo de varios organismos, como la Asociación Argentina de Teatros Independientes (Artei) o la Defensoría del Pueblo, pero sobre todo por la voluntad de los teatreros, por su decisión de hacer política para pelear por lo suyo. “Nos insertamos en un ámbito que no es nuestro y entendimos sus tiempos”, expresa Seijo, todavía “sorprendido” por el logro que, claro, va más allá de la posibilidad de ofrecer funciones con un trámite en marcha. Es el destierro de esa palabra que les hacía ruido y que quizá suene a mucho. Pero ellos lo sentían así. “Nunca vimos a la clandestinidad como un valor. Políticamente está bien, es una visión estratégica. Pero la nuestra era forzada, impostada y peligrosa, porque involucraba a la comunidad. Queríamos darles seguridad a nuestros huéspedes.” De lo general a lo particular, el logro no es menor: ahora podrán dar sus direcciones y dormir tranquilos.

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El Elefante Club de Teatro, una de las salas que se beneficiará con la medida.
 
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