Viernes, 3 de junio de 2011 | Hoy
TEATRO › COMIENZA PROYECTO MANUAL EN EL C.C. RICARDO ROJAS
Las tres obras creadas y dirigidas por la dupla Agustín Mendilaharzu-Walter Jakob, Juan Pablo Gómez y Mariana Chaud están basadas en distintos manuales de instrucciones que tienen algo en común: una falta de acción dramática que provoca una ruptura.
Por Carolina Prieto
¿Qué más alejado de la clásica esencia teatral, poblada de conflictos y fuerzas en pugna, que un manual de instrucciones, cuyos pasos a seguir prometen el éxito en una determinada tarea? Acaso motivado por esta distancia, Matías Umpiérrez, responsable del área Teatro del Rojas, convocó a un puñado de directores jóvenes a elegir un manual como punto de partida para la creación. “Quería proponer un proyecto de experimentación que indague sobre variables no dramáticas, que invite a partir de un material que no contenga nada de teatralidad, de acción dramática en términos concretos”, asegura el curador. La propuesta no fue fácil: “De antemano uno puede pensar que en un manual no hay ninguna respuesta en términos teatrales, sin embargo cada espectáculo se apoyó en un procedimiento relacionado con la matriz de cada material”. Los resultados ya están listos. Hoy a las 23.30, en la sala Cancha (Corrientes 2038), Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu (los creadores de Los talentos, uno de los hits de la actual escena independiente) presentarán La edad de oro, una obra que tomó el manual para el armado del exhibidor para comercio Mueblemar, y que ahonda en el mundo del coleccionismo. Juan Pablo Gómez (director de Vuelve la rabia y Un hueco) dará a conocer Los pactos desde el próximo martes a las 21, en el mismo espacio: el espectáculo se articula con el manual del juego de mesa T.E.G. y muestra a cinco personajes en conflicto. Mientras que Mariana Chaud (la autora de Budín inglés y Sueños de Cohanaco) propone los miércoles a las 21.30, en la sala Biblioteca, El horticultor autosuficiente, una pieza basada en una mítica guía de jardinería que devela la relación entre una mujer y su jardinero.
¿Cómo les cayó la propuesta de hacer teatro partiendo de un manual?” “Nos interesó inmediatamente. Pero pronto advertimos, por la forma en que trabajamos nosotros, que el manual no podía ser el único disparador de la escritura. Elegimos entonces un universo sobre el que nos interesaba investigar: el de los coleccionistas de LPs de rock. Una vez fundado ese campo ficcional, pusimos el manual a funcionar dentro de él, con la voluntad de convertirlo en un elemento activo de la dramaturgia, y no en algo decorativo”, señalan a Página/12 Jakob y Mendilaharzu. La edad de oro sucede en Mar del Plata, donde se encuentran dos coleccionistas de discos de vinilo. Uno ya grande, con ganas de vender su colección, desprenderse del pasado y dedicarse a otra cosa; y otro joven, con la pasión intacta. Aparentemente, el manual no será un elemento menor entre ellos, y el modo en que se relacionan con él revela la diferencia generacional y hasta quizá cómo evolucionarán sus vidas desde ese momento. Los directores enfrentan dos mundos distantes: “Los discos son, para los personajes, objetos auráticos, depositarios de un enorme valor y de una carga romántica exacerbada, generadores de un discurso particular, determinado por un saber sectario. En tanto, el manual genera un discurso racional, que busca la universalidad, que escapa a cualquier voluntad estética. El encuentro de estos dos elementos generó cosas muy potentes en términos de sentido, pero también en términos estrictamente musicales”, anticipan.
Para Gómez, la invitación a sumarse al proyecto fue, de entrada, un baldazo de agua fría. “Hay temas sobre los que reflexionás: el autor, el texto, lo que supuestamente está o no alejado de lo teatral. Pero partir de un manual te lo potencia todo”, asegura. Fue en medio de un partido de T.E.G. cuando tuvo una suerte de epifanía. “Hacía mucho que no jugaba y sentí que el juego planteaba conflictos parecidos a los del teatro: jugadores y personajes con objetivos, con estrategias para alcanzarlos y que dosifican las acciones.” Así fue como empezó a jugar con todo el elenco, a producir asociaciones, a improvisar hasta ir encontrando la forma definitiva de Los pactos. Y decidió ir casi a contramano de su anterior espectáculo Un hueco, aún en cartel, que sucede en el baño del Club Estrella de Maldonado. Esta vez, el director eligió la amplitud de la Cancha del Rojas. “Quise probar otro tipo de actuación y de narración, ver cómo ocupar un lugar tan grande”, dice. Lo cierto es que el ámbito lucirá como un limbo desangelado, un gran basurero de ruedas: “Metimos 107, y de distinto tipos: ruedas de tractores, de camiones, de autos. Mucho humo”. Allí, cinco personajes “arrojados a la máquina de los recuerdos” se embalan en un juego psicológico y confesional. “Avanza quien hace el relato más sincero de un recuerdo en un proceso lleno de juicios, pactos y ataques más propios de una guerra”, anuncia.
No es la primera vez que el mundo vegetal aparece en las ficciones disparatadas de Mariana Chaud. Si en la obra Elhecho el protagonista era un helecho con la voz en off del actor Santiago Gobernori, esta vez la directora no dudó en elegir una guía de jardinería cuando recibió el llamado de Umpiérrez. “Me atrajo el intento de los manuales de botánica o de jardinería de regular algo tan incontrolable como la naturaleza. Y me topé con la guía que John Seymour escribió en los ’70. El hablaba de la importancia de lo orgánico, del autoabastecimiento y del rechazo de los químicos. Un libro con textos y dibujos muy lindos que tiene toda una filosofía detrás”, asegura. Esa guía inspiró muchos de los diálogos entre los protagonistas, una mujer y su jardinero, resueltos a armar una huerta orgánica. La autora y directora fue tejiendo una obra intimista, hecha de sutilezas, con una escenografía a pura clorofila y una atmósfera un tanto corrida de la realidad. Según anticipa Chaud, así como crecen los cultivos, crece el vínculo entre los personajes. “Hay coqueteo, una seducción ambigua entre los protagonistas, aunque estén ubicados en puntos distintos. Ella defiende el manual a rajatabla, casi como un capricho; mientras que él está acostumbrado a usar insecticidas y otros productos”, adelanta.
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