TEATRO › TRISTáN E ISOLDA, DE WAGNER, EN EL TEATRO ARGENTINO DE LA PLATA
La puesta de Marcelo Lombardero crea un universo de intensa poesía. La orquesta, dirigida por Alejo Pérez, fue protagonista.
› Por Diego Fischerman
Tristán e Isolda es una ópera sólo en la medida en que puede definirse a La diligencia como un western o a Operación masacre como una novela policial. El género de entretenimiento burgués por excelencia, durante todo el siglo XIX, es llevado por Wagner, en esta obra, a un nivel de complejidad formal y expresiva al que jamás había llegado antes y al que muy pocas veces se asomaría después. Estructurada como una especie de dúo infinito, que trasciende las situaciones temporales y espaciales, es la música, con su tejido de leitmotivs, su densa armonía en movimiento perpetuo y su fluir envolvente, la que construye todo el devenir.
La concepción de Marcelo Lombardero, secundado magníficamente por el escenógrafo Diego Siliano y la vestuarista Luciana Gutman, abreva en el comic oscuro, à la Breccia, pero sobre todo recurre a una idea tan acertada como potente: en las escenas donde la música se apropia del diálogo de los amantes, todo lo demás desaparece. Tristán e Isolda se elevan mientras el cuadro se reduce sólo a ellos, y a una rompiente marina que los rodea, logrando un efecto de intensa poesía. Y si una de las virtudes de Lombardero como régisseur es la verosimilitud que habitualmente logra imprimir en las escenas de conjunto y, en particular, en aquellas en que el erotismo o la violencia son esenciales, aquí trabaja casi en sentido contrario. No oculta el estatismo al que fuerzan tanto el libreto como las inmensas dificultades de interpretación para los cantantes sino que lo utiliza para dibujar un mundo fuera de éste: un puro universo de música. En todo caso confía en pequeños gestos, y es allí donde, más allá de composiciones vocales memorables, brillan Adriana Mastrángelo, como una de las mejores Brangäne escuchadas últimamente, y Hernán Iturralde, en su fenomenal Rey Marke. Ambos apenas se mueven; les alcanza con las miradas y la insinuación de sus intenciones para construir una trama de singular espesor.
Casi sin elementos corpóreos y con una combinación entre telones, transparencias y proyecciones, la puesta sitúa cada acto en un mundo estético distinto. El mar entrevisto por un gigantesco ojo de buey, un bosque y una costa rocosa son, no obstante, apenas el marco donde, en sus mejores momentos, la extensión se abre hacia el infinito. Y es que si Wagner trabaja sobre la idea de una melodía sin fin, que sin cesar se desprende de sí misma y donde los límites son siempre imprecisos, no menos sugerente fue el espacio creado para esta notable versión que, aunque con algunas diferencias, ya había sido vista en Santiago de Chile y en Praga. Tanto Leonid Zakhozhaev, en un excelente Tristán, como Douglas Hahn, en su soberbio Kurwenal, tuvieron actuaciones destacadas. Katja Beer, escénicamente convincente, mostró una voz poderosa, aunque con agudos algo chillones, y construyó una conmovedora escena final. En sus breves intervenciones como pastor, timonel y marinero no desentonaron Gustavo Monastra, Mauricio Thibaud y Sergio Spina. Leonardo Estévez, en el papel de Melot, cumplió con dignidad aunque mostró, en la función del estreno, afinación y emisión inseguras.
El coro, en cortas pero significativas intervenciones fuera de escena, tuvo una presencia destacable. Pero hay otro protagonista en Tristán e Isolda y es la orquesta. Conducida por Alejo Pérez con atención en los matices y precisión en los tiempos, e independientemente de algunos desajustes, principalmente en los ataques de los cornos, la Estable del Argentino brindó una interpretación de gran altura, sobresaliendo, además del conjunto, el solista de corno inglés, con partes destacadas en toda la obra y un solo absoluto en la apertura del tercer acto. La circunstancia de que en el final, de manera absolutamente inusual, la orquesta completa subiera al escenario para recibir la ovación de la sala fue, en todo caso, una consecuencia tanto de las virtudes de su ejecución como del mero hecho de haber podido afrontarla. Y es que f es un desafío para cualquier teatro del mundo. No son tantos los que pueden siquiera plantearse sobrellevarla con altura y por eso los aplausos del público platense premiaron, de manera ostensible, no sólo el magnífico espectáculo sino, también, que fuera posible.
9-TRISTAN E ISOLDA
Opera de Richard Wagner
Dirección musical: Alejo Pérez.
Dirección de escena: Marcelo Lombardero.
Diseño escenográfico: Diego Siliano.
Diseño de vestuario: Luciana Gutman.
Diseño de iluminación: Horacio Efrón.
Orquesta y Coro Estables del Teatro Argentino de la Plata
Elenco: Leonid Zakhozhaev, Katja Beer, Adriana Mastrángelo, Hernán Iturralde, Douglas Hahn, Leonardo Estévez, Gustavo Monastra, Mauricio Thibaud y Sergio Spina.
Teatro Argentino de La Plata. Viernes 19
Nuevas funciones: jueves 25 a las 19, sábado 27 (con otro elenco, encabezado por John Pierce, Eiko Senda, Eugenia Fuente y Christian Peregrino) y domingo 28, a las 17.
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