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Martes, 27 de septiembre de 2011

TEATRO › EL GRUPO LA ZARANDA, CON OTRA OBRA CARGADA DE SIMBOLISMOS, EN UN PAíS QUE SUELE CELEBRAR SUS PUESTAS

“El teatro es un oráculo, habla de lo que va a pasar”

En esta nueva puesta que mostrarán en Buenos Aires y Córdoba, la acción transcurre en un caserón que ya no conserva nada de glorias pasadas. “A España la azuza el desplome de lo económico, pero hay otro desplome que nos importa, el espiritual”, señalan.

 Por Hilda Cabrera

La Zaranda posee una identidad tan creativa como firme, aunque adjetive “inestable” a su teatro. Visita esperada en la Argentina, el grupo trae esta vez Nadie lo quiere creer; donde subraya quiere, y completa la intención con el subtítulo de La patria de los espectros. “Cuando una persona está muy mala, y lo dice, pero nadie se lo cree, aparece la frase”, observa el actor Enrique Bustos, junto a sus compañeros Gaspar Campuzano y Francisco Sánchez, este último también director y creador del espacio escénico, para lo cual adopta el nombre de Paco de la Zaranda. Nadie... lleva textos y dramaturgia de Eusebio Calonge, el escritor de esta compañía que ha estrenado en el país obras únicas, de rara poesía, desde mediados de 1980. Estos artistas que prefieren “alejarse del ruido” y defienden a rajatabla su peculiar manera de hacer teatro han estrenado aquí diez espectáculos, entre los más cercanos Ni sombra de lo que fuimos, Homenaje a los Malditos, Los que ríen los últimos y Futuros difuntos. Hoy presentan Nadie..., en el Teatro 25 de Mayo (Villa Urquiza), adonde irán aquellos a quienes su teatro conmueve.

Nadie quiere creer que la señora de esta obra (que interpreta en todos sus simbolismos Paco de la Zaranda) va camino de la nada, empezando por ella, que “no lo puede creer”. Pura impotencia ante el desastre y la muerte. La fábula, o “la anécdota”, como prefieren autor e intérpretes, se desarrolla en “una casa de blasón”, donde poco queda de la gloria pasada. La Zaranda intriga con la imagen utilizada para publicitar la obra: una vieja fotografía que muestra a una niña luciendo un gran moño en lo alto de la cabeza. Un rescate de lo que otros han abandonado, característico de este grupo que tomó su nombre del cernidor, “que preserva lo esencial y desecha lo inservible”. Los objetos que utilizan en escena son parte de ese rescate: aquí un ventilador de pie, un pavo real embalsamado y poco más. “Queríamos un escenario más desnudo”, sostiene Calonge. “En esta obra los objetos nos manejan a nosotros”, señala a su vez Sánchez o Paco de la Zaranda, quien recuerda que años atrás viajaban de país en país cargados de trastos. “Ahora traemos lo esencial, y son ellos los que nos utilizan”, dice, al parecer convencido, en la charla que la totalidad del grupo mantiene con Página/12 en el salón del hotel en que se alojan.

–¿Qué pasaría si se presentaran sin esos objetos?

Paco de la Zaranda: –La construcción del espacio escénico sería imposible: a veces tienen más fuerza y protagonismo que los actores.

–Se sabe que La Zaranda no se atiene a modas ni busca auxilio en la parafernalia. ¿Qué esperan en este estreno?

Eusebio Calonge: –Estrenamos en octubre del año pasado en España, en el Festival Temporada Alta, en el Teatro de Salt, Girona. Era un reto, porque es un festival de mucho prestigio y ahí cae toda la crítica, nacional e internacional. Lo habíamos llevado de la nave de ensayo –nuestro galpón en Jerez de la Frontera– al festival sin que antes lo viera alguien. Lo presentamos sin red. Una crítica mala hubiera sido mortal, pero ¡bueno! fue bien. Trabajamos intensamente, como siempre. A partir de ahí la obra fue creciendo. Creo que llega a Argentina en buen momento. Hemos visto cómo reaccionaron en México. Las presentaciones en América latina le dan otra densidad a nuestro trabajo. Si hubiéramos venido directamente aquí, hubiésemos estado más intranquilos.

–¿Qué significa “densidad” en este caso?

E. C.: –Es curioso, pero aún no sabemos por qué el trabajo obra aquí con otro tiempo y se desarrolla en otra dimensión. Hacemos también presentaciones en Córdoba.

–¿Quién es la niña de gran moño que ilustra el cartel?

E. C.: –Tampoco lo sabemos. Apareció aquí, en San Telmo. Estuve toda una mañana rebuscando en una tienda de fotos viejas. Me quedaron las manos completamente negras por el papel. Elegí cinco. A todos nos convenció esa niña, que debe ser porteñísima. Quizá tengamos la sorpresa de que alguien de la familia la reconozca.

–¿Buscaron una imagen semejante en España?

P. de la Z.: –No, aunque estéticamente es lo mismo. El moño se daba también en España.

–¿Rescatan, en cambio, una época?

E. C.: –No. Diría que tomamos una realidad, la de ahora mismo. El teatro no está para hablar del pasado, sino todo lo contrario. Para nosotros, el teatro es un oráculo: habla de lo que está por pasar. Hay una vinculación, eso sí. Uno de los temas que tocamos es la taxidermia, porque entendemos que mucho es lo que ha quedado disecado al nivel de las ideas y el desarrollo humano. Hay gente que vincula a la obra con el pasado, pero, lo dicho, aquí hablamos de la realidad de ahora mismo y de lo que va a suceder.

–¿Se refiere al presente como actualidad?

E. C.: –No. La actualidad depende de los noticieros. Lo nuestro es lo que llamamos “mundo real”, lo que nos acontece.

–A la distancia, surgía como probable la alusión a una España de décadas anteriores...

P. de la Z.: –¿De cuando terminó la guerra? Como cualquier otro país, España ha tenido sus más y sus menos, y una evolución para mejor o para peor. Pero nosotros nos referimos a España y al mundo, por eso éste y otros trabajos conectan en cualquier parte donde vayamos. En México, mucha gente ha dicho de mi personaje que creía estar viendo a su tía o a su prima. Esto que cuento es a nivel de anécdota, y lo recogimos en España y Uruguay, donde hemos estado en el Teatro Solís. Creemos que hay vasos comunicantes que van más allá de lo que aparece en el escenario.

–¿Y qué opinan de este presente español?

E. C.: –Lo mostramos en la obra, porque, reitero, hacemos el teatro de lo que vemos y vivimos. Aquí hablamos de una gangrena y de amputaciones, también de las devastaciones que produce el paso del tiempo, que es un tema nuestro. Este es un caserón en ruinas. A España la azuza el desplome de lo económico, pero hay otro desplome que nos importa, el espiritual, que es lamentable. Ni siquiera el más optimista escapa de esta visión. Se espera que la fachada acabe de caer. Y eso, sin querer ser melodramático, está pasando en muchos países y a mucha gente.

–Pinta un panorama desalentador...

E. C.: –Es que hasta ahora no se ha generado algo mejor. Por eso tratamos el tema de la taxidermia, aunque expresado a la manera de un sainete, y con mucho humor.

–¿Por qué se relaciona a la obra con el esperpento?

P. de la Z.: –Eso de esperpento lo entiendo a medias. La teoría de si es una deformación de la realidad o un espejo deformado de la realidad...

E. C.: –El esperpento existe, como el sainete grotesco que por dentro toca un tema trágico. Desde ese punto de vista es un esperpento, pero no porque deformemos la realidad.

P. de la Z.: –Lo que digo, no es una deformación. Desde el momento en que un espectador va a mirarse en el espejo del teatro ya se está haciendo esperpento. El teatro es “funcional” al esperpento.

E. C.: –Y nos viene de muy lejos. Es parte de lo ibérico. Esa carcajada, muchas veces lúgubre, ha estado siempre en nuestra cultura. Es la carcajada que se pierde en la noche de los tiempos y, como se ha dicho, anterior a la política.

–¿Qué papel cumple el sobrino de esa señora que ante la muerte exclama “no me lo puedo creer”?

Enrique Bustos: –Ese es mi personaje, al que espero que la metáfora lo lleve a otro lugar. Ese sobrino es un caradura que pretende apropiarse de algo que no es suyo y cree convencer a través de regalos y de buenas maneras a una señora que no podrá dejarle nada a nadie, porque todo ya se lo han expoliado.

P. de la Z.: –No hay personajes a la usanza del teatro. Ellos son símbolos. Este quizá represente al que quiere destruir para construir y conservar.

–¿Disecar, dejar a los otros convertidos en objeto?

E. C.: –Más o menos como el gran capitalismo.

P. de la Z.: –Aclaremos. Transformar en un objeto, pero con “apariencia de realidad”.

–¿Cómo se regresa de ese estado?

E. C.: –Todavía podemos, orgánicamente, claro, tener injerencia en algunos niveles de lo social y lo político, pero cuando la taxidermia se generaliza, las acciones sirven para poco.

–¿Y cuál es el lugar de la criada?

Gaspar Campuzano: –La criada, mi personaje, es otra metáfora. Ella es un pajarraco, un ave de rapiña que compite con el sobrino. Se está queriendo quedar con lo que deje la señora.

–¿Qué deja?

P. de la Z.: –Una gran ruina. Pero, como ella dice al final de la obra, sus sueños seguirán vivos, como semillas llevadas por el viento. En nuestros trabajos no falta la lucecita de la esperanza.

–¿Cuánto los afecta la crisis que viene atravesando España?

E. C.: –No nos afecta especialmente, porque nunca hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, sino de un modo precario. Trabajamos en la nave, nuestro galpón en Jerez de la Frontera, y vivimos en Madrid. Durante el tiempo de ensayo nos encerramos. Las cosas no han cambiado mucho para nosotros.

P. de la Z.: –O no hemos sabido hacerlo de otra manera. Estamos en la nave hasta que sale algo que nos convenza. Alguna gente dice “yo hago teatro porque no sirvo para otra cosa”. Eso es lamentable. Uno puede buscarse la vida de muchas maneras. El teatro sirve para algo más que para comer. Nos salva de nosotros mismos.

La ficha

Nadie lo quiere creer. La patria de los espectros. Espectáculo de La Zaranda. Teatro Inestable de Andalucía la Baja (Jerez de la Frontera). Autor: Eusebio Calonge. Actores: Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez y Enrique Bustos. Dirección y espacio escénico: Paco de la Zaranda. Iluminación: Eusebio Calonge. Coproducción de La Zaranda y el Festival Temporada Alta, Festival de Tardor, de Catalunya, Grina-Salt. Funciones en el Teatro 25 de Mayo, Triunvirato 4444, jueves, viernes y sábado a las 21 y domingo a las 19. Localidades desde 40 pesos. Se pueden adquirir en el mismo teatro y en el Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551.

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“En nuestro espacio escénico los objetos a veces tienen más fuerza y protagonismo que los actores.”
Imagen: Pablo Piovano
 
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