Miércoles, 14 de diciembre de 2011 | Hoy
TEATRO › SE REALIZó EN ROSARIO LA DECIMOSEGUNDA EDICIóN DE EXPERIMENTA
El encuentro internacional que organiza el grupo laboratorio rosarino El Rayo Misterioso tuvo, además de obras de varios países, cursos, desmontajes, mesas de discusión –incluso entre críticos de teatro– y convivencia entre colegas.
Por Facundo García
Desde Rosario
Algunos dicen que los del grupo laboratorio El Rayo Misterioso están dementes. A lo mejor es cierto. Todos los años organizan el encuentro internacional Experimenta, cuya decimosegunda edición terminó ayer tras una semana de espectáculos, seminarios, mesas redondas y talleres; siempre con la innovación y el riesgo como metas. Y efectivamente: para hacer eso en la Argentina –fuera de la Capital, encima– hay que ser locos. Locos por el teatro.
Los días del Experimenta fueron lo suficientemente variados como para convertir la síntesis en una tarea poco tentadora. Acaso valga más apelar a un manojo de postales: hubo, por ejemplo, una tarde en que se largó a llover con saña y dentro de la salita de la calle Salta la ronda de teatreros –distraída de toda contingencia meteorológica– siguió desplegando los gestos apasionados de quien discute temas que le encienden el alma. No había grandes banquetes, ni lujos, ni pancartas. El director de El Rayo, Aldo El-Jatib, lo explicaría sin ambigüedades: “Es que en un momento te decidís por un camino alternativo al sistema. Eso implica renunciar a muchas cosas y ganar otras. Nosotros no tenemos cuentas en el banco ni vacaciones, ni nada de eso. No obstante, hacemos lo que nos apasiona y eso nos llena”.
El disparador es la idea de que la actividad dramática puede ser un camino para buscar verdades, o por lo menos buenas preguntas. El abanico propuesto incluyó cursos, desmontajes y la convivencia entre colegas. Y una de las mesas de discusión estuvo dedicada al ya clásico encuentro de críticos, donde participó, entre otros, el canadiense Michel Vaïs, que desde 1998 es secretario general de la Asociación Internacional de Críticos de Teatro. “Comparado con otros festivales, éste es pequeño. Sin embargo, creo que se produce un clima íntimo, a lo que hay que agregar que la mayoría de las problemáticas que se están planteando acá se repiten en otros rincones del mundo”, señaló. Otros especialistas, como el periodista Alberto Catena, aprovecharon para abogar por la promoción de medios específicamente dedicados a la reflexión teatral. “Si las corporaciones han decidido no darnos espacio, será hora de rastrear otras opciones. No sería bueno que dejáramos de hacer crítica, porque quien aprende a criticar una obra aprende también a tener una mirada personal sobre una situación política, un acto electoral o un contexto social”, dijo.
Los invitados fueron legión. Desde el País Vasco, Maite Agirre, actriz y directora del grupo Agerre, sopesó los méritos de un foro como el Experimenta, presto a convocar creadores que resistan la homogeneización que impulsa el mainstream. “A pesar de que todos provenimos de realidades muy diferentes, estar acá nos abre la posibilidad de relacionarnos no sólo a través de las funciones, sino en la rutina diaria que incluye cenas, almuerzos y otras aventuras”, observó. “Lo más impactante es que se crean vínculos especiales, porque primero te das a conocer ante los demás con tu puesta, pero después puedes asistir a otros talleres que no tienen nada que ver con tu trayectoria y darte el lujo de sentir que estás empezando de cero. Eso de ‘encuentro internacional’ es bien real”.
Los anfitriones de El Rayo salieron a la cancha con dos invenciones bien conocidas, La consagración de las furias y Dionisos Aut. Por lo demás, el cronograma general incluyó, entre otras creaciones, una primera versión teatral de La Patagonia rebelde –Patagonia y olvido, desarrollada por La Comedia de Hacer Arte, de Rosario–; más piezas influidas por la danza butoh como La venganza de Ramón Ramón, de Teatro del Oráculo, de Chile, y trabajos de mimos como Luna de miel, lotra de sal, de Teatro del Cielo, de Ecuador. Por otra parte, una asamblea de directores de festivales confirmó que tanto en Sudamérica como en Europa hay fanáticos capaces de dejarlo todo con tal de llevar representaciones a los sitios más recónditos. Así, se pudieron escuchar correrías como las de Gabriela Recabarren Bahamonde, fundadora del Festival Internacional de Teatro Itinerante por Chiloé Profundo, en el sur de Chile. “Nosotros pretendemos llevar las obras a las islas más aisladas del archipiélago. Hemos tenido funciones en las que el viento nos voló el techo de la sala y el público nos pedía que esperemos a que amaine la tormenta porque las voces habían dejado de escucharse a pesar de nuestros gritos. Pero no nos rendimos. Sabemos que hay gente que camina o navega varias horas con tal de vernos.”
El Rayo no se queda atrás en ese tipo de experiencias. La organización arrancó en 1994, con el objetivo de explorar nuevas formas de comunicarse. Desde entonces sus integrantes armaron trece espectáculos que han remontado por varios países. Por supuesto que vuelven a Rosario, donde han desarrollado lo que ellos llaman “un proyecto artístico de vida” que abarca la sala, una escuela de teatro, una editorial y el Experimenta. Admiradores de Antonin Artaud, Jerzy Grotowski y Eugenio Barba, tienen rasgos pintorescos: uno es que cuando terminan sus puestas los actores no salen a saludar. Es que, como avisa el propio Aldo El-Jatib, “sería como decir que lo que acaba de ocurrir no es real”. “Y para nosotros el teatro es un componente fundamental de la realidad.”
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