TEATRO › EMILIO GARCIA WEHBI Y LA CURIOSA PUESTA DE UNA OBRA DE RODRIGO GARCIA
La pieza teatral que acaba de estrenar en Timbre 4 se llama Prefiero que me quite el sueño Goya a que lo haga cualquier hijo de puta y forma parte de una trilogía, que representa una crítica mordaz a la sociedad de consumo.
› Por Paula Sabatés
Un hombre de clase media decide gastar los ahorros que juntó en 48 años para ir a visitar la sala de Pinturas Negras del español Francisco de Goya, en el Museo del Prado, en Madrid. No sólo eso: quiere ir de noche, “con un whisky, merca y un sanguche de tortilla, sin nadie que le rompa las pelotas” y llevar a sus hijos con él. Y eso no es todo. Para el transcurso del viaje desde el aeropuerto de la capital española hasta el museo, quiere contratar al pensador alemán Peter Sloterdijk para que lo “esclarezca filosóficamente”. Mientras, sus hijos pujan para gastar todo ese dinero en ir a Disney a visitar al ratón Mi-ckey y a Pluto. Tan bizarra como atrapante resulta Prefiero que me quite el sueño Goya a que lo haga cualquier hijo de puta, pieza del dramaturgo Rodrigo García –argentino radicado en España– que el actor y director Emilio García Wehbi acaba de estrenar en Timbre 4.
La puesta no es menos llamativa que el guión. No hay una escena naturalista, sino más bien un corpus de slogans, proyecciones y sonidos que van construyendo progresivamente el sentido escénico, en el que un hombre vestido de gorila gigante se pasea a la vez que lo hace otra docena de animales (hay, incluso, uno vivo en escena). Lo que allí sucede no se condice con lo que se relata, haciendo que el espectáculo resulte un complejo sistema de significados y significantes que hay que descifrar.
La obra forma parte de una trilogía que se completará con Agamenón, volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo (tiene estreno fijado para mayo en el Teatro Beckett) y Rey Lear, que se estrenará en 2013. Ambas son también de autoría de García, a quien el director –que además protagoniza esta primera entrega– desea reivindicar. Sobre su unión, García Wehbi cuenta a Página/12 que “las piezas no están relacionadas entre sí, pero puestas juntas arman un sistema, ya que las tres, aunque con diferentes registros, representan una crítica mordaz a la sociedad de consumo, tienen mucho humor, son despiadadas y tienen algo de inconsistencia verbal que las hace especialmente radicales”.
–¿Por qué dice que quiere “reivindicar” a este autor?
–Porque es un autor importantísimo, de los más cotizados en Europa por su producción radical, por la cantidad de material de calidad que produce, por su estética y fundamentalmente porque mantiene algunos rasgos de esa cosa cínica, salvaje, violenta e irónica que tiene el porteño, pero por un extraño fenómeno de la tradición teatral local ha sido sistemáticamente negado. Está fuera de canon, fuera de código, y sin embargo creo que es un autor que por sus características representa con un enorme nivel al teatro argentino. Es un autor muy político, pero en el sentido profundo del término, no únicamente coyuntural, sino que va a la raíz y hace una crítica mordaz y brutal a los grandes patronos del capitalismo; desnuda con humor y con impiedad el alma del sujeto dentro de la sociedad contemporánea. Y me parece oportuno darle el reconocimiento que se le ha negado.
–¿Qué le atrajo particularmente de Prefiero que me quite el sueño Goya...?
–Su humor ácido y su radicalidad. Su crítica al largo plazo de las cuotas, a la decisión de quedar prendado toda la vida para tener un cero kilómetro. A la sociedad de consumo, básicamente.
–¿Pero no cree que los museos, y las obras de arte que albergan, también son un bien de consumo, sobre todo en la modernidad occidental?
–Sí, absolutamente, pero lo que quiere hacer este personaje no es ir a ver cualquier obra de arte a cualquier museo, sino explorar el momento más sórdido de Goya, donde se desnuda la verdadera naturaleza del hombre contemporáneo. Su plan es puramente filosófico, puramente cínico.
–¿Y usted cree que el arte y la filosofía son capaces de llenar el vacío existencial que el hombre moderno siente frente a la sociedad de consumo, como plantea la obra?
–Para algunas personas, y dentro de un marco contextual, creo que sí. Por supuesto que en países donde las condiciones sociales son tan extremas como en nuestro país, la gente que tiene hambre no puede pensar en filosofía porque antes tiene que pensar en comer. Ahí hay una situación que debe ser superada para poder acordar con este planteo. Pero una vez que están las mínimas condiciones dadas de supervivencia, estoy convencido de que el arte y la filosofía pueden mejorar al sujeto como sujeto y como colectivo al mismo tiempo. Pero lo cierto es que no puedo asumir una voz normalizada. Esto lo digo desde un lugar de clase media en el que puedo pensar cómodamente que la ilustración permite acceder a lugares a los que no se puede acceder de otra forma.
–¿Cómo es interpretar a un personaje que siente ese vacío existencial?
–En términos políticos y filosóficos, yo comulgo con ese pensamiento, entonces este papel no representa un desafío en el cual yo me tenga que meter en un personaje que me es foráneo, porque ese texto es parte de mi espíritu. Hace bastante que dirijo y no actúo, pero este texto tenía ganas de hacerlo yo mismo por la proximidad que siento con este personaje, porque puedo hacer carne palabras que vienen de mi cabeza.
–La puesta presenta una estética muy particular, especialmente llamativa por estar repleta de animales durante toda la obra. ¿A qué se debe esa presencia?
–Como dice Sloterdijk, el humanismo tal como lo conocemos no funcionó, porque dio como fruto a la sociedad contemporánea. Para él, tenemos que olvidarnos de esa idea o darle otro nombre. Entonces lo de los animales es una cosa doble. Por un lado, la recuperación de una cosa primaria, de tribu, pero al mismo tiempo mezclado con cierto pensamiento sobre cómo mejorar la especie, cómo mejorar a los sujetos para que éstos a su vez mejoren el colectivo. Entonces hay como un retorno al rebaño, a los animales pastores, que están puestos en diferentes grados. Y la idea fue que todos los temas relacionados, como el darwinismo, el evolucionismo, la eugenesis, estuvieran tocados en términos de puesta.
* Prefiero que me quite el sueño Goya a que lo haga cualquier hijo de puta se puede ver los viernes a las 23 en el teatro Timbre 4, México 3554.
* Agamenón, volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo se estrenará el 19 de mayo a las 22.30 en el Teatro Beckett, Guarda Vieja 3556.
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