TEATRO › JORGE GOMEZ Y LIMBO EZEIZA, SU NUEVO ESPECTACULO
El autor le impone a la masacre de Ezeiza, sucedida en junio de 1973, su impronta de “futurismo pasado”. “Es un tema doloroso, por eso muchos lo eluden”, señala Gómez, que piensa cerrar con otras dos obras una trilogía nacional y popular.
› Por Facundo Gari
Los cuarenta años de la masacre de Ezeiza están al doblar la esquina. No resulta extraordinario, aunque sí reincidentemente saludable, que el teatro porteño les ponga la lupa a acontecimientos de relevancia histórica, más a sus letras chicas, tan difíciles de leer a ojo desnudo. Para aquellos renuentes a la grisácea percepción que los programas escolares han logrado inocularle a la materia, hay incluso propuestas que no por descontracturadas devienen banales. Limbo Ezeiza anda por ahí: con funciones los viernes, a las 23, en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960), Jorge Gómez le imprime a ese hito y tabú del peronismo su impronta de “futurismo pasado”. ¡Si el Perón en escena llega “criopreservado”, como Walt Disney! “Debería hablarlo con mi analista”, se sincera el dramaturgo en la entrevista con Página/12.
Admite que es su obra más metafórica. O al menos aquella en la que mejor ha elaborado las posibilidades dramáticas de ese recurso con respecto al enfrentamiento del 20 de junio de 1973. “Es un tema doloroso, por eso muchos lo eluden, sobre todo al hablar de la figura de Perón, que después y hasta hoy continúa siendo aglutinante; de ahí la noción de eternidad que da vueltas en la obra”, destaca. Y prosigue: “Me interesaba plantear que ciertos errores que se le puedan cuestionar no invalidan lo positivo de sus gobiernos”. No será rebuscado que la familia aparezca como síntesis del pueblo, pero sí que los usos del peronismo se encuentren discursivamente pincelados entre los protagonistas y que éstos tiendan a arquetipos de derecha e izquierda al suceder la comedia dramática, en lugar de presentarse de ese modo de arranque.
Según Gómez, “el peronismo tiene que ver con el desarrollo del pensamiento, pero también de lo afectivo”. Por eso caracteriza la primera parte del texto como “más visceral”. “La escribí en 2006, luego del traslado de los restos de Perón a San Vicente”, detalla. En ella se presentan dos hermanos a la espera del avión que traerá a su padre, que de alguna manera aclarará las diferencias entre ambos. Pero papi no llega solo: viene con otro “hijo”, un tal Daniel, que será link anacrónico a la dictadura. “Reviví este hecho en el futuro porque no está resuelto en el movimiento nacional. Es además una mirada de reverso, porque hoy es la derecha la que está ‘afuera’”, apunta.
Acaso por ser docente de historia, el autor, de 42 años, prefiere escribir piezas atento al pasado: en Biblioclastas (2006), cuya autoría comparte con María Victoria Ramos, abordó la destrucción de libros durante la dictadura, período que también plasmó en Ni muerto has perdido tu nombre (2011), adaptación de la novela homónima de Luis Gusmán sobre la suspensión del duelo en torno de los desaparecidos. Antes había hecho Memorias del agua (2009), un drama de caos ecológico comedido al futuro, pero con pretéritos tintes de estafa corporativa. Hasta si la temática es el fútbol hace uso del sello: Historia de una pasión bien argentina (2011) es una distopía en torno de Racing. En carpeta tiene tres obras sobre temáticas históricas, una sobre Malvinas y dos que completarían con Limbo Ezeiza una trilogía nacional y popular: Postales de la resistencia y Mundo feliz. “Este país es peronista, no se lo puede concebir fuera de ese encuadre. Pero aún hay que definir qué es el peronismo”, ofrece a discusión.
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