TEATRO › SE ESTRENó EL ESPECTáCULO FRIDA, ENTRE LO ABSURDO Y LO FUGAZ
Carla Liguori dirige y protagoniza esta comedia musical que incluye el trabajo de cuarenta artistas. La obra repasa en veinte escenas el recorrido vital de la pintora mexicana. “Ella pintaba su vida. Si conocés sus cuadros, conocés su realidad”, dice la directora.
“Yo solía pensar que era la persona más extraña en el mundo, pero luego pensé que hay mucha gente así en el mundo, que tiene que haber alguien como yo, que se sienta bizarra y dañada de la misma forma en que yo me siento. Me la imagino, e imagino que ella también debe estar por ahí pensando en mí.” Extraña, bizarra, herida: así se sentía Frida Kahlo, y lo expresaba a través de estos versos, que trascendieron al igual que sus famosos autorretratos y su rostro cejijunto, un sello identitario aún vigente. La pintora mexicana tuvo una vida tormentosa, signada por una salud frágil, la imposibilidad de ser madre y un amor controvertido con el reconocido muralista Diego Rivera. La pintura fue, sin dudas, expresión catártica de sus pesares.
El espectáculo Frida, entre lo absurdo y lo fugaz (La Comedia, Rodríguez Peña 1062, lunes a las 20.30) recupera la historia de esa mujer fresca, auténtica, irreverente, más allá de su obra. Con 40 actores en el escenario y una puesta multidisciplinaria, donde se destacan la actuación, el baile, el canto y la acrobacia, esta pieza teatral con guión y música original repasa en veinte escenas la vida de la artista. Un auténtico “trabajo a pulmón”, como señala Carla Liguori, directora y protagonista de este proyecto, quien se pone en la piel de Frida para despojarla del mito, ese mismo que la ha convertido en un icono de lo exótico.
–¿Cómo surge la idea de llevar la vida de Frida Kahlo al teatro?
–Hace un par de años empecé a tener contacto con sus pinturas, y siempre me llamó la atención su personalidad y la forma en la que se sobrepuso a todo el dolor que tuvo en su vida (su accidente, sus 32 operaciones, sus abortos, su relación con Diego Rivera). Ella para mí fue una referente, un ejemplo de que se puede salir adelante. Siempre estuvo latente la idea de concretar una obra teatral sobre Frida, y quedaba en carpeta porque es un proyecto caro de realizar. Era algo que tenía ganas de hacer hace mucho, pero fue posible hacerlo ahora.
–¿Qué rasgos de Frida eligió abordar?
–Buscamos alejarnos del mito para ver a la persona. Ella se hizo cargo de vivir con todas las dificultades que tuvo. “La tragedia es lo más ridículo que tiene el hombre, nada vale más que la risa”, decía. Era de carácter fuerte, pero tenía humor. Esa es la Frida que quisimos contar. Ella se fue diciendo: “Yo dejé lo mejor de mí en esta vida. Que me lleven”. Fue amiga de la muerte, no se victimizó.
–A propósito, la muerte es una figura recurrente en la puesta. ¿Cuál es el sentido que encarna?
–Me interesaba mostrar, desde lo estético, una muerte flexible, más bella. En México se la piensa de otra forma, vinculada con el reencuentro con los antepasados. Existe el concepto de que morir no es algo malo sino que uno va a un lugar mejor. Frida también lo vivía así. Ella esperaba a la muerte, y así lo hizo saber cuando dijo: “Espero alegre la salida y espero no volver jamás”. La muerte aparece en los momentos de la obra donde hay peligro, como cuando se produce su aborto, su accidente de tránsito y sus operaciones. Sufrió 32 intervenciones, pero vos la ves en fotos o documentales y siempre está impecable. Esa era su máscara. En el monólogo final, cuando tienen que amputarle una pierna por el avance de la gangrena, ella le dice al doctor: “¿Qué puta necesidad de que la gente lo supiera? Ahora mi fragmentación estará a la vista de todos”.
–¿Por qué la obra lleva ese título?
–Por su vida. Por lo absurdo de terminar siendo una pintora reconocida mundialmente, sin saberlo, y cuando no comenzó a pintar por una vocación natural; lo absurdo de haber sufrido tanto dolor y mostrarse ataviada con tantos colores. Su vida corta e intensa, a su vez, fue fugaz. Su relación con Diego fue absurda y fugaz. Ella fue quien dijo: “¿Qué haría yo sin lo absurdo y lo fugaz?”.
–Eligió el formato de comedia musical...
–Yo trabajé mucho en comedia musical, y la vida de Frida la sentí muy poética, por eso me parecía una linda historia para musicalizar. En la obra no hay sólo canciones cantadas sino también “incidentales” que generan climas, junto con las proyecciones. El formato musical me parecía riesgoso, pero interesante.
–¿Por qué indagó en la mujer, más allá de la pintora?
–Porque creo que su pintura nació de su persona, no como la mayoría de los pintores, que pintan un paisaje o un retrato de alguien, o algo abstracto. Ella pintaba su vida. Si conocés sus cuadros, conocés su realidad. Cada escena de la obra remite a un cuadro que ella realizó. Fue la primera artista que se autorretrató numerosas veces y de esa forma, mostrando una realidad dolorosa. La vida la llevó a ser pintora; no fue su decisión. No tenía un estilo, ni una técnica definida, sino que tomaba el pincel y plasmaba lo que sentía.
–Usted dirige la obra, y a su vez la protagoniza. ¿Qué diferencias sintió a la hora de asumir cada rol?
–Al haber escrito el guión y, a su vez, al actuar y dirigir, tengo muy en claro qué es lo que quiero hacer, y quizá si me dirigiera otra persona sería más complejo. Yo estoy a cargo de la dirección general, pero delego tareas en otros directores (director musical, director vocal, coreógrafo, etc.), que trabajan en áreas específicas y me hacen observaciones todo el tiempo. Yo tengo un concepto de la globalidad de la obra, y eso me ayuda a interpretar a la Frida que quiero, como mujer y persona, y no como mito o personaje. Los dos roles –directora y actriz– van de la mano.
–En una escena, cuando Frida sabía que su muerte era inminente, ella fantasea con la idea de que el mundo la recordará como una suerte de mito, como la pintora que sufrió 32 operaciones. ¿Cómo se la recuerda hoy?
–Yo creo que se la recuerda como un mito, como eso que ella no quería ser. Creo que era una persona sensible, sencilla en algunas cosas, extravagante en otras, pero que no necesitaba idolatrías. Ni siquiera conoció la fama en vida, porque murió a los 47 años, y su obra trascendió recién en los años ’70. Por todo eso me pareció interesante mostrarla como lo que era: una persona de carne y hueso.
–¿Qué cautiva más al público? ¿Su personalidad o su “estilo” pictórico?
–Su estética y su rebeldía, su forma de romper con las reglas. Su look, de hecho, era rebelde para la época y muy personal. Ese era su sello, incluso más que sus pinturas y su personalidad; sus cejas, su pelo, sus alhajas. Creo que ahí es donde se generó el mito, porque fue alguien diferente.
Informe: Candela Gomes Diez.
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