TEATRO › ANTíLOPES, DEL SUECO HENNING MANKELL
Hugo Urquijo y Graciela Dufau dirigen esta obra que retrata las frustraciones de dos personajes –encarnados por Mario Pasik e Ingrid Pelicori– que no lograron desprenderse de sus prejuicios.
› Por Hilda Cabrera
“Ese chico nos degollaba si el guardia no le hubiera clavado la flecha y el perro no lo hubiese destrozado”, argumenta Lars en respuesta al reproche de su mujer, atormentada por el recuerdo del adolescente negro asesinado frente a su casa. La certeza de hallarse cercados golpea a los protagonistas de Antílopes, primer estreno en la Argentina de una pieza teatral del escritor sueco Henning Mankell, autor de una serie de policiales que obtuvo, entre otras distinciones, el Premio Pepe Carva-lho 2006, en alusión al detective creado por el fallecido escritor español Manuel Vázquez Montalbán. La obra, presentada en la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación, es dirigida por Hugo Urquijo (también traductor del original en inglés) y la actriz Graciela Dufau, quien, a cargo de la versión, incorpora breves historias que pertenecen a la novelística de Mankell, referidas a la cultura y la cotidiana tragedia de una realidad africana ignorada en Occidente.
Esa imbricación de realidades afines enriquece el diálogo de la pareja que interpretan los destacados Ingrid Pelicori y Mario Pasik, atentos al ritmo ágil impreso a la obra y a la complejidad del carácter de sus personajes, evasivos cuando la sospecha recae sobre ellos y en armonía cuando perciben la amenaza de un tercero. En ese exilio interior y exterior que manifiestan después de convivir, durante más de una década, en un continente donde el nativo es sólo un número dentro de un “hormiguero humano”, no les queda mucho más que reinventar el lugar que ocupan o elaborar una estrategia mental que equilibre la inminente catarsis. El clima de frustración y derrota se instala en las horas que anteceden a la partida y en la espera del ingeniero Lundin (Diego de Paula), el relevo designado por un organismo internacional de ayuda a los necesitados.
La crítica de Mankell, expuesta a través de una pareja en decadencia, podría haber caído en el peligro que amenaza a las obras o textos que apelan a los sentimientos solidarios del espectador o el lector: la tentación de justificarse con sólo escribir o prestar oídos a una realidad. Riesgo que, en principio, se descarta por el tratamiento dado a la obra y la sólida trayectoria del autor. Mankell escribe desde su experiencia. Vive parte del año en Africa, donde se desempeña como director artístico del Teatro Nacional de Maputo, capital de la República de Mozambique, y en su residencia de Estocolmo.
Antílopes guarda una historia turbulenta que halla remanso en la despojada y bella escenografía de Eugenio Zanetti, donde unas telas traslúcidas enmarcan un fondo de luz (creación de Pedro Zambrelli) que, por contraste, da idea de un espacio fuera del tiempo, aunque el diseño de vestuario de Sebastián Sabas señale una época. Es en ese fondo iluminado donde se levanta un árbol, acaso un joven baobab de Africa, aquí testigo de tragedia y farsa, como la que actúa la mujer al intentar extraer los “gusanos” que han invadido el maltrecho pie de Lars, o la que representa el marido, un individuo vaciado de afectos y enredado en un entramado de gustos e intereses non sanctos.
Los personajes retratados son, en algún punto, imagen de la claustrofobia que amenaza a quienes, pegados a sus miedos y prejuicios, desprecian lo desconocido. Abroquelados en su casa, y a la espera del sucesor, Lars y Elizabeth demoran el estallido del conflicto personal, sospechando, tal vez, que hay algo más en lo que cada uno dice y hace. Una actitud que los torna vulnerables a lo que llega del exterior, sea el ingeniero Lundin o la naturaleza africana, “visible” en esta puesta a través del diseño sonoro de Daniel Viñoly. Una naturaleza que, extrañamente, atemoriza pero templa el carácter y propicia la confesión de sucesos no aclarados ni resueltos.
* Antílopes, de Henning Mankell. Elenco: Mario Pasik, Ingrid Pelicori y Diego de Paula. Escenografía: Eugenio Zanetti. Vestuario: Sebastián Sabas. Iluminación: Pedro Zambrelli. Sonido: Daniel Viñoly. En la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543 (Tel. 5077-8000/77). Los viernes a las 22.30 y los sábados a las 20. Localidades: 130 pesos. Duración: 75 minutos.
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