Miércoles, 5 de marzo de 2014 | Hoy
TEATRO › ENTREVISTA A ANALíA FEDRA GARCíA, DIRECTORA DE MUCHAS FELICIDADES
La directora señala que el texto escrito entre 1966 y 1967 resulta ideal para actualizar su discurso, tanto en lo temático como en lo formal: “Permite repensar la identidad argentina, nuestras actitudes sociales y vínculos familiares”, sostiene.
Por Cecilia Hopkins
Obra escrita entre 1966 y 1967 por el poeta, narrador y periodista Francisco “Paco” Urondo, Muchas felicidades es un texto que hoy ofrece amplias posibilidades para actualizar su discurso, tanto en lo temático como en lo formal. A punto de estrenar su puesta, este viernes a las 22.45 en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543), la directora Analía Fedra García afirma en la entrevista con Página/12 que la pieza le brinda la oportunidad de “repensar la identidad argentina, nuestras actitudes sociales y vínculos familiares”. Y que, a la vez, constituye un material inspirador para ahondar en el trabajo actoral, a la búsqueda de un registro de interpretación singular, el cual define como “un trabajo fino entre la ambigüedad y el extrañamiento”. Se suma a esto la dificultad que plantea el de-safío de dirigir a diez actores.
Se sabe que Urondo se basó en algunas de las situaciones que aparecen en Así es la vida, película que Francisco Mujica dirigió en 1939 sobre la obra homónima de Arnaldo Malfatti. Como reflejadas por un espejo deformante, las escenas de festejos familiares que muestra el film se funden en una sola velada, signada por el alcohol, la comida, bailes equívocos y canciones desconcertantes. En ese clima emergen antiguas rivalidades y rencores o recuerdos ominosos que implican a los presentes, los cuales son ventilados entre un brindis y otro. Como el autor caracterizó a su obra como cuadro costumbrista, en consecuencia, García decidió poner énfasis sobre las situaciones abiertamente reconocibles –el festejo familiar, el baile, las canciones–, pero con la intención de retratarlas por fuera de la intención realista. Así, dispuso situaciones condensadas como en fotogramas vivos o “pequeños momentos de extrañamiento”. La directora concibe la obra como “un espejo distanciado en el tiempo”. Explica que, así como Urondo –que murió en 1976, en un enfrentamiento armado contra un comando del ejército, en la ciudad de Mendoza– analizó su presente desde una perspectiva distanciada, hoy se pueden relacionar tres tiempos: el de la ficción, el de la escritura de la obra (los años ’60) y la actualidad. El elenco está integrado por Stella Galazzi, Alejo Mango, Martín Urbaneja, Leonardo Murúa, Cecilia Peluffo, Vanina Falco, Laura López Moyano, Alejandro Ojeda, Yanina Gruden y Diego Rosental.
–¿Le cuesta encontrar obras para dirigir?
–Dirijo desde 2009 y no tengo muchas puestas realizadas: cada proyecto teatral me toma mucho tiempo. No soy de la idea de hacer compulsivamente, con voracidad, porque me parece que así los espectáculos “salen crudos”. Tenía el proyecto encarpetado desde hace tiempo, tal vez porque no me sentía segura de afrontar esta obra de conjunto, con tantos actores.
–¿Qué la decidió?
–Luego del estreno de Greek –obra de Steven Berkoff con la que ganó el ACE a la mejor dirección– me empoderé del rol de directora. Me interesó el tema de las cuestiones familiares, del festejo como un mecanismo de repetición de ritos, en el que todo va enturbiándose.
–¿Realizó cambios en la obra?
–Paco Urondo no sitúa la acción en un momento determinado. Yo resolví ubicarla el 25 de mayo de 1955. Pensé que la obra debía transcurrir antes de alguno de los golpes de Estado y el del ’30 me pareció que no correspondía, dado que en uno de los versos de una canción que se canta aparecen algunos de la marcha peronista.
–¿Pero por qué eligió esa fecha?
–Leí la novela de Urondo Los pasos previos, donde se habla del entramado anterior al golpe de Onganía. De ahí mi interés en mostrar cómo se va armando un suceso. El 25 de mayo del ’55 es una metáfora de lo que vendría: un mes después sucede el bombardeo de Plaza de Mayo y, cuatro mese después, la caída de Perón. Por otra parte, me pareció que el contexto opresivo ayudaría a la explosión de los secretos en el seno de esta familia.
–¿Qué rasgos expresivos del autor le llaman la atención?
–Su humor corrosivo y negro, que genera una risa incómoda, como si estuviese corrida de lugar. Por otro lado, su escritura lúdica, no discursiva. Urondo nunca baja línea. Me gusta que va creando situaciones y que luego, como autor, se retira y da vía libre a quien se encargue de la puesta. Eso se ve en las Didascalias, en las que aclara que en determinados momentos se puede improvisar. Se ve que la obra fue escrita por alguien que sabía de teatro: Urondo fue titiritero en Santa Fe y luego, en Buenos Aires, iba mucho al teatro y asistía a tertulias teatrales.
–¿Leyó sus otras obras?
–Acostumbro investigar mucho al autor que estoy haciendo. Sainete con variaciones es la obra de Urondo más conocida, también lo es Archivo General de Indias, que puso Laura Yusem en 1972. Homenaje a Dumas es muy interesante, pero creo que, para disfrutarla, hay que conocer al detalle la literatura de este autor. Después está El último verano, la historia de un oficinista que luego elige la lucha armada. Sería bueno que estas obras sean más conocidas y que circulen.
–¿Su puesta es, en parte, un homenaje al autor?
–Sí, lo es desde lo personal. Me parece que ésta es una obra necesaria. No me interesan la frivolidad ni la autorreferencialidad en el teatro. Tampoco me gustan las obras de ghetto, sino un teatro para compartir y emocionarse, que sirva para plantearnos preguntas y repensarnos.
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