Miércoles, 5 de marzo de 2014 | Hoy
MUSICA › DESPUéS DE TANTA INCLEMENCIA CLIMáTICA, EL COSQUíN ROCK TUVO UN CIERRE IMPECABLE
Ciro y los Persas y Babasónicos le pusieron un moño adecuado al festival, en una jornada que tuvo varios representantes del reggae, la aparición del Picante Pereyra junto a Micky Rodríguez, un buen set de La Vela Puerca y la sorpresa de Raly Barrionuevo.
Por Juan Ignacio Provéndola
Desde Santa María de Punilla
Después de dos días de frío, lluvia y barro, el Cosquín Rock tuvo su jornada de sol. Como una concesión final, el cielo abrió sus ojos celestes de par en par para que el festival más importante del interior pudiera despedir su edición 2014 con una caricia de calor más propia de este verano que ya transita su agonía. Un guiño del destino, convidando una tarde soleada justo en la fecha de bandas reggae. “Hoy salió el sol, amigos. ¡Qué sea una fiesta!”, invitó Mingo Tambourindeguy, cantante de los marplatenses Rondamón, uno de los secretos mejor guardados de un reggae local que languidece entre reverencias talibán a Jah, loas al amor en dudoso spanglish y una ristra de lugares comunes que aburrirían hasta al propio Bob Marley. A juzgar por las incontingencias climáticas de los días anteriores, aquella frase sonaba imposible; sin embargo, la jornada fue avanzando con un calor impensado. Algo de eso padeció Micky Rodríguez junto a su banda La Que Faltaba, programados a media tarde, cuando el sol y la humedad castigaban sin tregua y el ex bajista de Los Piojos aportaba al termómetro con canciones propias, varios repasos de su vieja banda y la aparición del Picante César Pereyra, futbolista de Belgrano de Córdoba, que subió al escenario para tocar la guitarra en “Con mi flor”, ante el asombro de la gente que miraba la pantalla gigante y se preguntaba si ese muchacho era quien precisamente suponían que era.
Otra sorpresa del turno vespertino fue la presencia del folklorista santiagueño Raly Barrinouevo, que se estrenó en el Cosquín Rock con un set breve y audaz compuesto por algunas chacareras (tal vez como marca de territorialidad) y hasta el reggae “El sol parece lluvia”, que el cantante aclaró que “habla del faso”. Raly hizo cinco canciones, la rockeó lunga y se retiró fastidioso por el poco tiempo que le concedió la organización. Una irrupción saludable que dejó a varios con ganas de un poco más.
Pero no todo sucedía sobre los escenarios. Entre acto y acto, las casi 40 mil personas discurrían por las hectáreas del Aeródromo de Santa María de Punilla entrando a las distintas carpas, tirándose a descansar en una especie de pallets elásticos hechos con material reciclado, saltando como posesos en un pogódromo y subiendo a la vuelta al mundo o tirándose de una tirolesa. También había stands de educación vial y un poco de proselitismo delasotista disfrazado de juegos para la familia. Siempre con una fuerte presencia de la policía cordobesa, en un juego de contrastes bastante fuerte para quienes recordaban los incidentes que la provincia padeció hace un mes y medio. En ese sentido, la inclusión de las performances de Favio Posca y de Fuerza Bruta (con cuatro funciones diarias y un despliegue impresionante) significó un gran acierto que fue bien recibido por el público y le sumó un poroto a favor a la organización. También el sistema de alquiler de Ecovasos, los cuales eran entregados en comodato a cambio de un dinero (30 pesos), cifra que era devuelta cuando al final del día el espectador los regresaba en los stands dispuestos. Una buena opción para evitar el triste espectáculo de los vasos plásticos tirados por el predio una vez que termina el festival.
Los números fuertes de la jornada final llegaron cuando la noche había cubierto todo el Valle de Punilla. Ya habían pasado Guasones, Salta la Banca y La Vela Puerca, acostumbrados estos últimos a generar su propio festival dentro del festival, con presentaciones extensas y entregas generosas, casi como si se tratara de un show propio. Será tal vez porque el combo montevideano zanjó su rumbo en la Argentina valiéndose de los incontables festivales que proliferaron durante la década pasada, y de esa forma lograron desentrañar los códigos necesarios para tener éxito y resonancia en estos formatos. Algo de eso apuntó Adrián Dárgelos antes de subir al escenario con Babasónicos, acerca de la importancia de que el Cosquín perdure en el tiempo y alcance su propia identidad, convirtiéndose en una escala fundamental del calendario rockero anual y reuniendo a gente “a la que nos une el amor por la música, y no por un tipo de armas o algo así”. Como si fuera un Mr. Hyde del conurbano, este pequeño gran héroe del rock nacido en Lanús se quitó el saco negro con el que atendió a la prensa, mudó su piel y subió al tablado con su rictus chamánico y una propuesta concentrada en hacer bailar al público con “Microdancing”, “Los desfachatados” y “Yegua”.
A un kilómetro de distancia, Dread Mar I trataba de entreverar el almíbar de sus baladas reggae entre las bocinas atronadores de Fuerza Bruta, que ya estaba en su última función. El Escenario Temático cerró su ejercicio con Nonpalidece tocando para algo más de 10 mil personas.
Acostumbrado a estos lides, Ciro Martínez fue el maestro de ceremonias del cierre final. Como siempre, todo comienza con “Antes y después”, ritual de bienvenida persa, promesas de amor sincero e inocente y la convicción de que el tiempo y la distancia son las excusas de los cobardes (“qué placer verte otra vez, nos decimos sin hablar, hoy todo vuelve a empezar... y será lo que ya fue”). Hamacándose entre sus discos solistas y los clásicos de Los Piojos, Ciro tira todo su repertorio de habilidades escénicas, firuletes que enriquecen su obra a partir del dominio teatral y el manejo del acting como un ejercicio militante del nervio vivo. Como se sospechaba, Micky subió para revivir la épica piojosa con varias pasajes, entre ellos “Tan solo”, la canción con el fraseo de armónica más coreado del rock argentino. Una última postal de amor y de paz para otra edición del Woodstock argento.
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