“Recién ahora el stand up está llegando a las masas”, aseguran Selci, Mellera y Barraza.

Guillermo Selci –el hombre que actuó en cadena nacional, al lado de CFK–, Luciano Mellera y Juan Barraza son tres standuperos que se unieron para un mismo show, llamado Distintos, con el que esperan convocar a más de 700 personas. En la charla con Página/12, la primera pregunta es, en realidad, un pedido: que cada uno defina su naturaleza como humorista. El título del espectáculo anuncia que los tres tienen algo característico para ofrecer. “La tónica del show es que las energías, la persona escénica de cada uno, son bastante diferentes”, confirma Barraza, quien propone un juego: que se definan mutuamente, en lugar de hablar cada uno de sí. Entonces, comienza la ronda. “¡Cómo les doy de comer a los periodistas!”, bromea el comediante.

El primero que queda en la mira es Selci, un tipo que suele hacer jodas sobre tragedias, discapacidades, violaciones, armas, el aborto... el más desprejuiciado del trío. El es el que convocó a los otros dos. Distintos nació en septiembre de 2011. “Guille acerca a la gente a temas sobre los que no tenía tan permitido reírse. El que vio mucho stand up ya curtió eso, pero el que no, el que espera chistes de gallegos yendo a la farmacia, se encuentra riéndose sobre un material más picante”, describe Barraza. Sobre Mellera, el más jovencito, celebridad en YouTube, dice: “Tiene una mirada inocente, de descubrimiento. Ve las cosas como si las estuviera viendo por primera vez, y cuestiona cosas muy chiquitas del discurso establecido”. “Además, es muy delirante”, completa Selci. “Me hace reír de lo absurdo, como de unicornios en una bañadera.” Por último, Barraza queda etiquetado como el “cabrón”: el que mantiene un tono de enojo.

Desde principios de este siglo, el stand up llegó a la ciudad de Buenos Aires para quedarse. Tiene antecedentes, por supuesto (Selci menciona a Enrique Pinti como uno de los grandes referentes). Esta nueva ola abarca los teatros, la web, la televisión, la radio. “Ya no puede ser visto como una moda”, coinciden los tres. Crecen los espectáculos y, también, el público ávido de ellos. “Pero todavía es un género joven”, subraya Selci. “Estamos esperando que llegue el abucheo, como pasa en Estados Unidos. Nos gustaría que nos abucheen si tiramos algo choto”, desafía Mellera.

–¿Qué los llevó a estar solos en el escenario, con un micrófono, hablándole a la gente?

Guillermo Selci: –En los ’90 iba a clases de teatro buscando esto y me decían cualquier verdura. Después, (Diego) Wainstein y (Alejandro) Angelini mostraron la simpleza de esto, que poco tenía que ver con el teatro. La risa es un vicio, te vuelve adicto.

Luciano Mellera: –Esto implica mucho riesgo. Sos vos, no estás protegido por nada. Tu monólogo es tu hijo, estás expuesto y vulnerable. Y cuando te va mal es un golpe al orgullo. El que está de brazos cruzados con cara de culo te caga la noche.

–¿El del stand up es un público menos pretencioso que el del teatro?

Juan Barraza: –Probablemente. Porque el stand up es “me tiro acá y haceme cosquillas”. Ojo: no es “no me hagas pensar”. Es un género de bares, originalmente, de tomar cerveza y pegarle a la mesa, con alguna interacción. Es menos acartonado que ir al San Martín, apagar el celular y tener que aplaudir.

L. M.: –Es un poco más todo terreno, pero no le gusta a todo el mundo. No suele gustarle al público de teatro de revista, que quiere ver a un famoso que haga chistes ya masticados. No desmerecemos eso: esa gente tiene más trayectoria que nosotros. Hay una inmadurez del público argentino. Si bien hace rato que existe el stand up, recién ahora está llegando a las masas. Todavía no podemos tirar ciertas cosas para que la gente estalle, de las cuales nos podríamos reír nosotros.

G. S.: –Los públicos se dividen de acuerdo a horarios y lugares. Hay un público en el Paseo La Plaza, que es el chabón que viene con la Lacoste y la minita, y otro en el Bululú. Nuestra idea es que cualquier contexto se sienta como un sótano.

–¿Suele ser light el humor del stand up?

J. B.: –El que piensa eso tiene que ver más stand up.

–Bueno, pero no parecen abundar monólogos como el del aborto de George Carlin. Aunque sería un error pedir que los comediantes porteños repliquen el modelo estadounidense...

J. B.: –Sí, sería reduccionista.

L. M.: –La primera vez que vimos a Carlin todos dijimos “quiero hacer eso”. Pero lleva una vida. En sus comienzos, él era un facherito que hablaba de fútbol americano. Cuando cumplió 80 años, empezó a hablar del aborto y de todo eso. Yo tengo seis años haciendo stand up. Todavía tengo que laburar muchas cosas como para poder plantarme y bajar una línea tan fuerte.

G. S.: –Siempre fui un gran defensor de Pinti. Hablamos de Carlin y de Bill Hicks, pero hay pibes que nunca vieron a Pinti. Lo vi comerse a la gente en el Maipo. Podés estar de acuerdo ideológicamente o no, ¡pero es una bestia! Acá se genera un humor muy fuerte y ácido.

–¿Cómo recibe el público el humor que va por un camino más ácido? ¿Se enoja, además de reírse?

Guillermo Selci: –No se me han enojado, pero sí me han llegado comentarios, muchos del Opus Dei. En general, la gente tiene mucho miedo al enojo del que está al lado. Hace poco hice una actuación en Rosario. Había ochenta viejas y gente de todas las edades. ¡Las viejas se mataban de risa! Pero los otros tenían miedo de que ellas se enojaran.

J. B.: –Hay gente que se enoja con todo. A lo mejor hacés un chiste sobre camisas a cuadros y alguien se ofende. Si estás tan pendiente de eso, no decís nada. Lo bueno es decir algo que no diría tu tío en un asado. Lo que pasa es que siempre el comediante invita a que primero se rían de él. Nadie hace un material sobre el palo verde, la Ferrari y las minas que tiene. Siempre sos vulnerable.

* Distintos se presentará hoy a las 23.30 en ND Teatro, Paraguay 918.