Jueves, 9 de abril de 2015 | Hoy
TEATRO › LEONARDO SBARAGLIA Y FERNANDO TARRéS HABLAN DE EL TERRITORIO DEL PODER
Después de haber girado por el país, el actor y el músico harán en Caras y Caretas, junto a Damián Bolotín y Jerónimo Carmona, cuatro funciones del espectáculo multidisciplinario basado en la filosofía de Foucault y Canetti. “Hay que desprocesar el poder”, dice Sbaraglia.
Por María Daniela Yaccar
El poder como tema, la multiplicidad de lenguajes como forma. Leonardo Sbaraglia, Fernando Tarrés, el violinista Damián Bolotín y el contrabajista Jerónimo Carmona han girado por el país con El territorio del poder, espectáculo basado en la filosofía de Foucault y de Elías Canetti, y a partir de hoy ofrecerán una serie de funciones en Caras y Caretas. Se trata de una pieza difícil de definir: música, cine, teatro y narración oral se conjugan al mismo nivel. Los músicos y el actor se enfocan en la sonoridad de la palabra y en el sentido de la música, entregándose a lo inesperado. “Intentamos encontrarnos a través del pulso, del ritmo”, cuenta Sbaraglia a Página/12. Hace unos años junto a Tarrés habían encarado un homenaje a Rodolfo Walsh que evidenciaba la misma búsqueda.
Un conjunto de relatos sobre el poder se articula a lo largo de la función. Son historias de todas las épocas, que reflejan el concepto desde distintas aristas. Van algunos ejemplos: en una escena, Sbaraglia encarna al psiquiatra que inventó el tratamiento por electroshock; en otra es un escritor que sobrevivió a los campos de concentración; y en otra, un cronista en tiempos de la Roma de Julio César. Sbaraglia actúa, narra y canta. Los textos los escribieron los mismos intérpretes, con el asesoramiento del sociólogo fallecido Juan Carlos Marín. “Los músicos no subrayamos lo que el actor está diciendo. El espectáculo es un oleaje de encuentros y desencuentros en distintas curvas de construcción”, aporta Tarrés.
Trabajan sin director y vienen operando con la dinámica de los conciertos, más que con la de las obras de teatro: El territorio... sucede cada tanto, cuando se pueda, adonde sea convocado. “El espectáculo va transitando diferentes relatos que tienen que ver con el cuerpo como territorio del poder. La idea es que prácticamente no somos dueños de nuestro cuerpo. Son relatos sobre la Inquisición, el Holocausto, el Mundial ’78. En el espectáculo, los relatos están todo el tiempo intervenidos: los cuento tomando distancia, pero por momentos busco una identificación con el espectador”, describe Sbaraglia.
La dupla comenzó a andar por este camino en marzo de 2012. El Centro Cultural Haroldo Conti convocó entonces al músico para un homenaje a Walsh. Trabajó con escritores y se le ocurrió la idea de hacerlo con un actor. Alguien sugirió a Sbaraglia. “La química fue muy rápida. Nos hicimos amigos. Nos salió bien lo de Walsh y nos sorprendimos del potencial que vimos ahí”, cuenta Tarrés. En marzo del año siguiente estrenaron El territorio del poder, también en el Conti. “Lo vamos cambiando, sumamos textos y músicas. Leo canta cuatro canciones. Canta muy bien. Venía coqueteando con eso, lo empujé, probamos y le encanta hacerlo”, dice el fundador del sello Buenos Aires Underground, quien celebra el hecho de salir de “la endogamia” que a veces caracteriza al jazz.
–Qué raro el hecho de que el espectáculo no tenga director...
Fernando Tarrés: –Es poco común para el teatro, pero no para el jazz. Leo tiene que estar atento a un nivel espeluznante, porque si tres tipos le llevan el barco para otro lado, tiene que hacer que su mensaje llegue como él quiere. Cuando comenzamos, su primera pregunta fue “¿quién dirige?”. Se necesita mucha confianza para laburar, porque el otro está tan a cargo como vos. Si te sorprende con algo, tenés que sumarte a esa ola. El texto es siempre el mismo, pero la manera de decirlo cada vez es diferente.
–¿Cómo se logra que todos los lenguajes estén al mismo nivel?
F. T.: –Estamos en el borde de géneros que confluyen. No es que no tengamos un compromiso profundo con ninguno de ellos: todo lo contrario. Lo que diferencia a este encuentro con, por ejemplo, el cine, es que ahí las cosas están estructuradas verticalmente. Aquí todos los elementos trabajan al ciento por ciento sus posibilidades expresivas. Buscamos el costado sonoro de la palabra y el costado significante de la música. Empujamos a cada disciplina al otro lado de la raya. Pasan cosas inesperadas para el público y para nosotros.
Leonardo Sbaraglia: –Los músicos funcionan como actores, encaran lo narrativo. Van comunicándose conmigo a través del sonido, la música, el ritmo. Me leen como si fuera un instrumento más. No hay una función igual a la otra. Porque ellos me contestan sonoramente y yo les contesto a ellos.. Es interesante porque no he tenido una formación en la que música y sonido estuvieran tan presentes en la palabra. Esto en cuanto a la forma. Y en cuanto al tema, un poco el sentido final del show es hablar de las posibilidades de rebeldía que uno tiene como ser humano.
–Entonces, el espectáculo no se queda en el carácter opresivo del poder.
L. S.: –Está lleno de cosas bellas, de poesía, y aparece la posibilidad de encontrar alternativas. El planteo es desprocesar el poder: la manera de desprocesarlo es desobedeciendo las órdenes inhumanas, en uno y en los otros. Una desobediencia debida. Me gusta mucho lo que se produce en el espectador. Estamos haciéndolo hace dos años por todo el país. Las reacciones tienen mucho que ver con la experiencia de cada lugar.
F. T.: –Cuando empezamos había dos cosas que teníamos claras. La primera es que no podés liberarte ni participar de una propuesta de liberación si primero no establecés que existe un problema. Tenemos que entender que el poder nos habita, nos circula, nos oprime, y que todos somos ejecutores, en todos los niveles. Y en segundo lugar, que el poder no es sólo el político y el religioso. Está el doméstico, el parental, la escuela, la amistad. Está en todos los órdenes de la vida. No tenía sentido hacer una denuncia o una exposición de un problema sin una intuición de que hay puertas de escape. Nos habita tanto el costado humano como el inhumano. Es una lucha que se da desde lo individual y, luego, desde lo colectivo. De todos modos, no estamos parados en un lugar de sapiencia. Todos, incluso los que estamos arriba del escenario, tenemos que salir de eso.
–Sbaraglia, ¿puede ampliar el concepto de orden y de “desobediencia debida”?
L. S.: –Según Canetti, uno puede desobedecer. El hombre libre es aquél que desobedece órdenes, no sólo el que después se libera de ellas. Una orden es un impulso y un aguijón, que se queda clavado en el hombre que la cumple, inalterable. Los más afectados son los chicos: ninguno pierde las órdenes por las que fue maltratado. La transmisión es tan natural como masticar y hablar. Pero está la posibilidad de cuestionar. La orden se puede volver impotente, agotada, perder su vida. No es que el espectáculo diga “las recetas son éstas”, pero invita a cuestionar el orden determinado. Lo más importante, como nos decía Marín, es ser cada vez más sensibles a la inhumanidad.
* Las funciones son hoy, mañana, sábado y domingo, a las 21, en Sarmiento 2037.
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