Sábado, 30 de mayo de 2015 | Hoy
TEATRO › ALFREDO ALLENDE Y LA ADAPTACION A ESCENA DE DIARIO DE MOSCU, DE WALTER BENJAMIN
Junto al actor Damián Dreizik, el director se animó a llevar al escenario teatral un texto nacido de otras intenciones: el libro escrito por Benjamin a partir de un amor no correspondido y para palpar de cerca la situación rusa a una década de la revolución.
Por María Daniela Yaccar
Entre diciembre de 1926 y fines de enero de 1927, Walter Benjamin se instaló en Moscú. Dos motivos lo arrastraron hasta esa ciudad: su amor por la actriz letona Asja Lacis y la intención de palpar de cerca la situación rusa a una década de la revolución, para decidir si se afiliaba o no al Partido Comunista alemán. Su Diario de Moscú, publicado post mortem, es el resultado de esta estadía amorosa y política en la capital mundial del comunismo. Se trata de su escrito más íntimo y personal. Amigos desde hace un tiempo, Damián Dreizik y Alfredo Allende adaptaron el texto para el teatro. A su vez, Allende dirige y Dreizik compone a un Benjamin que atraviesa al mismo tiempo dos frustraciones: queda metido en un triángulo amoroso y percibe que la revolución no es lo que prometió.
En la charla con Página/12, Allende completa esta idea: “El de Benjamin es un viaje desesperado, lleno de paradojas. Va a pegarse dos palazos, a autoflagelarse con dos cosas. Va a comprobar lo que sospecha: que Asja (Anita Gutiérrez) está con otro y que no resultará el amor con él. El la ama, pero no logra ofrecerle una historia de amor concreta y duradera. Y el comunismo, diez años después, no es ni por asomo lo que podía ser. El pensaba que afiliándose al PC alemán podía tener algunos trabajos rentados y, por ende, cierta tranquilidad”. Esta es la hipótesis que recorre la obra. En una ciudad extremadamente fría, donde no puede comunicarse porque no habla el idioma, en la que intenta, una y otra vez, ingresar al mausoleo de Lenin, que siempre está cerrado, Benjamin se choca con dos frustraciones fuertes, de distinto orden, como pensador y como ser humano. El tercero en discordia es Bernhard Reich (Ramiro Agüero), un director de teatro con el que el filósofo confronta intelectualmente.
“Vimos que no había obras de teatro sobre Benjamin. Y menos obras en las que él estuviera en escena. Era difícil de encontrar”, dice Allende –conocido por sus trabajos como actor en tiras y unitarios televisivos– sobre la decisión de abordar este personaje. La idea fue de Dreizik, un actor muy emparentado con el humor y con los unipersonales, que aquí muestra una faceta completamente distinta. Se dejó el bigote para parecerse más al autor de la Escuela de Frankfurt (y lo cierto es que se parece bastante). Dreizik descubrió una edición de Diario de Moscú en la biblioteca de su padre, una vez que fue a cuidarlo porque estaba enfermo. Mientras su papá dormía la siesta, el actor comenzó a leer el texto. Quedó fascinado. “Encontré algo que no es teatral pero me parece que sería una buena aventura pasarlo a teatro y montarlo”, le dijo a su amigo. En ese entonces, Allende sabía poco de Benjamin. Su nombre, sus obras más famosas, sí; pero no lo conocía en profundidad. Se interiorizó y, además, no dudó de que esa crónica de viaje era, en potencia, una obra de teatro. Tanto Allende como Dreizik son guionistas y desde ese lugar trabajaron en conjunto: la obra alterna monólogos al público con situaciones que cruzan a los tres personajes.
Fue a fines del año pasado que Dreizik le llevó el texto a Allende. Ya habían trabajado juntos en Sistema Garage. Rápidamente se pusieron a trabajar en la adaptación, tarea que “no fue fácil”. “Desde noviembre hasta acá vivo en Moscú”, bromea Allende. “El texto me pareció una joya. Es muy bella su manera de escribir, muy sensible, llena de imágenes... él es muy inteligente: comprendía muy bien la política grande, lo que pasaba en ese lugar del mundo, diez años después de semejante revolución. Viviendo la época la entiende: esto es difícil de lograr. Tenés que ser una persona con buenos conceptos, ideas y distancia. El está un poco apartado. Escribe como observador, es realmente un extranjero, no puede meterse del todo y mira un pasito más atrás. No está en contacto con rusos y no permanece allí durante tanto tiempo”, analiza el director. Parte de la adaptación fue hecha a distancia: justo Dreizik viajó a Europa. Pudo ir al lugar donde murió Benjamin, Portbou, al nordeste de España. “Estuvo en la tumba. Hay toda una cuestión con esa tumba: durante mucho tiempo no dieron con el cuerpo”, dice Allende. Y se refiere, después, a las circunstancias dudosas en las que falleció el pensador, que son mencionadas en el espectáculo. “Siempre se habló de un suicidio con morfina. Nosotros vimos una película española que se llama ¿Quién mató a Walter Benjamin? Es un documental que pone en duda el suicidio, ya que acusa a la policía franquista de haber colaborado con los nazis y de haberlo matado.”
Para contextualizar la historia y adentrar al espectador en la época, Dreizik y Allende sumaron a lo teatral otros dos elementos: cine y música. En una pantalla se proyectan fragmentos del documental ruso El hombre con la cámara, el film más famoso de Dziga Vertov (1929), que refleja un día en una ciudad soviética. También se ven imágenes de El acorazado Potemkin. A su vez, en el centro del escenario, de espaldas a los espectadores, el músico Marcelo Katz toca el piano. “Nos pareció bueno que estuviera el piano en escena. Es muy ruso, muy de la época de Benjamin, de esos autores. Es un piano eléctrico que suena desde el fondo”, dice el director.
“Me terminó fascinando la figura de Benjamin. Es de enorme actualidad, por los temas que trata, y por su capacidad literaria y filosófica. Tiene una pluma preciosa y es un gran traductor. Nos gusta mucho su compromiso político, sus inquietudes, tan particulares, en un mundo donde el sueño del comunismo se fue desplomando. Ahora la mismísima Cuba entró en negociaciones. Ha vivido una situación dificilísima: se la han hecho imposible. El marxismo de Benjamin es idealista. Cuando llega a Moscú, Lenin ha muerto y está naciendo el estalinismo. Creo que Benjamin es una rara avis, de esos personajes que no siguen a nadie y que no pueden ser seguidos por nadie. Es único, demasiado independiente, esto lo hace hermoso. Le tiene horror a la mediocridad y a las estructuras jerárquicas”, concluye Allende. Diario de Moscú se presenta por ahora en la sala Alberdi del Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551), los sábados a las 21 y los domingos a las 20. Luego las funciones tendrán lugar en el Teatro Anfitrión.
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