Sábado, 25 de julio de 2015 | Hoy
TEATRO › ANALIA ROSENBERG PRESENTA SU ESPECTACULO ABISMARSE
Esa es la propuesta de su show multidisciplinario, que une teatro, pintura, danza, fotografía y música. “Trabajar con artistas de otras disciplinas es siempre muy enriquecedor”, afirma la pianista, acordeonista y compositora.
Por María Daniela Yaccar
Abismarse es un espectáculo multidisciplinario: une teatro, pintura, danza, fotografía y música. Seis personajes que son individuos alienados componen distintos estados psíquicos, sobre todo a través de los sonidos. “Creemos que muchos de los estados que representamos, como la alienación, la nostalgia, la ira y la contemplación, son propios del ser humano, que los atraviesa en distintos momentos de su vida. Quizás una reflexión que pueda surgir en el espectador sea el hecho de aceptar que estados tan disímiles existen dentro de cada uno de nosotros y nuestra labor cotidiana es ir logrando un equilibrio entre ellos y seguir adelante. Pero, fundamentalmente, lo que buscamos con Abismarse es que el espectador pueda dejarse llevar por las emociones que cada cuadro musical y/o teatral le produce, sin intentar conceptualizarlo”, desliza Analía Rosenberg, pianista, acordeonista y compositora, ideóloga y directora de esta propuesta que se puede ver los sábados a las 22 en el C. C. Rojas (Avenida Corrientes 2038).
Rosenberg formó parte de Los Amados durante una década. Desde 2010 es pianista y directora de La Impertinente Señorita Orquesta. Como compositora obtuvo el Premio Argentores en 2013 y 2011 por la realización de la música original de dos obras teatrales: El diablo pellizca y Bajo once metros de cemento, ambas de Claudia Carbonell y Alejandra González. En Abismarse, los músicos que participan son, además de Rosenberg, Rodrigo Soko (flauta traversa), Emma Chacón Oribe (violonchelo), Emanuel Gaggino (percusión) y Bárbara Togander (voz). Además hay un bailarín, Jack Syzard. “La idea nació en unos encuentros musicales que realizábamos con Soko, Chacón Oribe y Gaggino, en los cuales tocábamos composiciones propias. También improvisábamos a partir de distintas pautas, que podían ser musicales o en base a lo que nos producían pinturas y cortos de animación de artistas que admirábamos”, cuenta Rosenberg a Página/12. “Fue en una de esas reuniones que surgió la idea de componer temas que evoquen estados anímicos o psíquicos. A partir de allí comenzamos a imaginar una historia que vaya conduciendo al espectador a través de cada uno de ellos. Entonces pensamos en la incorporación de Togander y de Syzard. Abismarse se fue convirtiendo en una obra musical-teatral, razón por la cual convocamos a Claudia Carbonell, dramaturga y directora actoral, para ayudarnos a trabajar en escena y a contar la historia.”
A Rosenberg le viene interesando el cruce entre las artes. “Trabajar con artistas de otras disciplinas es siempre muy enriquecedor. Todos los que conformamos Abismarse aprendimos mucho del otro durante el proceso creativo. Hay un objetivo común: representar distintos estados emocionales. Realizarlo a través de la fusión nos produjo mucha alegría”, destaca. Adrián Lirman aportó la pata plástica: los músicos lo invitaron a sus encuentros, él los dibujó mientras improvisaban, y sus dibujos se proyectan en vivo en la obra. También se ven fotos de Mariana Cirulli y hubo “un gran trabajo de edición de Melina Franco”. Todas estas incorporaciones hicieron que Abismarse se convirtiera en un “colectivo artístico”, como lo define finalmente Rosenberg.
Carbonell, quien los supervisó desde el punto de vista teatral, es directora, dramaturga y docente. En dramaturgia comparte numerosas obras con Alejandra González. En todas ellas, además, ha hecho el trabajo de la puesta en escena y dirección. Sus últimos trabajos son El diablo pellizca, Bajo once metros de cemento –nominada a mejor dirección por los Premios Luisa Vehil y a los Premios ACE 2012–, Intemperie y La obediencia. Entre sus trabajos de dirección se encuentran también, Hablemos, de Claudio Martínez Bel, en el Paseo La Plaza, y Mal amor no pudo llamarse, de Luis Cano, en el Centro Cultural Borges.
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