Sábado, 25 de julio de 2015 | Hoy
HISTORIETA › GATILLO FACIL, DE GALFRE, LISNOVETZKI E IBAÑEZ
Los autores abordan la llamada Masacre de Pompeya, caso que Enrique Piñeyro había llevado a la pantalla grande con El Rati Horror Show. El trabajo intercala, con notable solidez, crónica historietística y fuentes documentales.
Por Andrés Valenzuela
La historia de Fernando Carrera es conocida. La de la causa endeble –por decir lo menos– que le armaron, esperando su muerte, dos comisarías porteñas. Es la historia, también, de la Masacre de Pompeya, de cómo opera la familia judicial, de cómo se estructuran los negocios ilegales amparados por la policía, de cómo funcionan los mecanismos sociales de la culpabilidad y la venganza y, finalmente, de cómo el periodismo no es ajeno a la salida fácil de ensañarse con el supuesto culpable. Enrique Piñeyro llevó el caso a la pantalla con El Rati Horror Show. Gatillo Fácil es su homólogo en historieta, realizado por Pablo Galfré –uno de los periodistas más comprometidos con el caso–, Karin Lisnovetzki y el dibujante Sergio Ibáñez. El libro fue publicado por la editorial cordobesa Llantodemudo, uno de los portaestandartes de la actual renovación de la historieta argentina, con veinte años de trayectoria, pero también conocida en su provincia por sus aportes en otros rubros, como la poesía.
Gatillo Fácil repasa rigurosa, metódica y cronológicamente todos los acontecimientos que llevaron a la imputación de Fernando Carrera como único acusado de la Masacre de Pompeya. Pacientemente, desarma cada “prueba”, señala cada testimonio dudoso y coteja cada supuesta verdad. Compara las crónicas periodísticas con lo que los hechos mostraban, pero también revela cómo en los intersticios de estas coberturas se filtraban algunos detalles verdaderos, luego convenientemente tapados. Ahondar aquí en cada detalle es ocioso. Hay cientos de páginas escritas sobre el caso. Lo que sí vale advertir es la solidez con la que los autores presentan el caso, la inteligencia con la que intercalan crónica historietística y fuentes documentales.
Alguna vez se dijo en estas líneas, a propósito de Notas al pie de Gaza, de Joe Sacco, que el documental en historieta tenía la doble dificultad de por un lado exponer los hechos, ser riguroso en los datos y dar cuenta de su credibilidad y a la vez ofrecer al lector una historia sólida desde lo narrativo. Gatillo Fácil cumple con creces ambas exigencias. Para lo primero, el mérito es de Galfré, quien sintetizó su propia experiencia y la de sus colegas Francisco Rosso y Claudio Santisteban en la figura –ficticia ad hoc– de Eloy Alazar, único personaje inventado de una trama que, por otro lado, se ajusta a las fojas de la causa judicial. Lisnovetzki, responsable de la diagramación y el diseño de interiores del libro, compone sólidamente las fotografías, los fotogramas televisivos y las reproducciones facsimilares y las incorpora a la historieta sin descuidar la estética que propone Ibáñez.
Y allí entra en juego el historietista. Ibáñez es de los tantos historietistas que comenzó en las viejas revistas de aventuras y recaló en el mercado europeo cuando la política del menemato arrasó con las publicaciones locales. Desde entonces, apenas se habían visto algunos chispazos de su talento en las páginas locales. Uno de ellos en la extinta revista (luego, devenida editorial) Comic.ar. Aquí hace un trabajo excepcional, tanto desde la narrativa como desde el dibujo mismo. La primera allana la lectura, ayuda a ordenar datos cuando debe incorporarlos, presenta personajes y escenarios. El dibujo se apega al realismo, pero también se permite unos discretos juegos de claroscuros y un trabajo paciente con un trazo suelto que aporta intensidad. Es imposible pensar un mejor abordaje estético que el que elige Ibáñez para este trabajo. Imposible, también, pedir otra cosa para el caso y para Carrera: que sea justicia.
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