Sábado, 25 de julio de 2015 | Hoy
HISTORIETA
Este tiene fama de ser uno de los mejores álbumes de la extensa saga. Y con justicia. Hay un guión inspiradísimo de Goscinny que se luce con no menos de dos chistes por página, con una acción que no se detiene ni un segundo (aunque a veces fuerce la marcha) y repleto de pequeñas ideas buenísimas, desde los juegos verbales (bien traducidos) con los nombres de los personajes egipcios hasta las observaciones sociopolíticas (como los turnos rotativos de siervos libres para dar latigazos). En el dibujo, Uderzo también ofrece lo mejor de sí y abre una nueva dimensión para las onomatopeyas mezclándolas con la estética de los jeroglíficos, además de incorporar el Antiguo Egipto al universo galo sin fisuras.
A Baert los lectores locales pueden tenerlo presente por su paso por el colectivo digital Historietas Reales. Allí realizó –en varias tandas– una obra feroz: La danza de los condenados. Causas perdidas no es menos rabiosa y sus personajes están igual o más perdidos que aquellos. Aquí se cruza un puñado de almas desangeladas, apenas queribles e imposibles de redimir, con fracasos contundentes y adicciones inescapables. No es una historieta para paladares sensibles ni gusto por los dibujos a colores pastel. La gráfica de Aón acompaña el tono, en sus sombras hechas con tramas desmañadas, en la línea suelta y el coloreado (de Lee) que se desmarca de sus bordes o se balancea con manchas.
Un pogo salvaje que despierta un espíritu que se alimenta de los impulsos pendencieros de los adolescentes. El esfuerzo por pasar una noche despiertos. Un corte de pelo. Una montaña rusa. Y la temible invasión de los gratuívoros. Sí, Regular Show es un flash, y funciona tan bien para los niños de gustos psicodélicos de esta generación como para sus mayores –aunque no necesariamente por los mismos motivos–. Acá no importa quién esté al guión ni quién dibuje, los personajes se bancan (y potencian) cualquier delirio posible, y en este volumen hay demencia para repartir. ¿Qué se puede esperar de un show para chicos donde un villano se despide al grito de “El punk no murioooooooo”?
Las aventuras en el nuevo continente lo tienen a mal traer a Dago. Si en compañía de Pizarro ni siquiera alcanzaba a empatar su carnicería con un acto redentor, en Amazonas la cosa no le va mucho mejor. Este Robin Wood propone conflictos sin solución, aunque aquí la cosa ni siquiera va de encrucijadas éticas, sino de inevitables opciones por la supervivencia. Eso sí, de todos los aspectos habituales de las aventuras del veneciano, uno se mantiene aquí: las mujeres, que siguen ayudándolo aun contra sus propios intereses. El dibujo de Gómez, en tanto, sigue siendo de un nivel muy alto y fiel a la puesta de página que conocen sus seguidores. Aquí cambia la documentación arquitectónica por las tribus amazónicas.
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