Viernes, 21 de agosto de 2015 | Hoy
TEATRO › IGNACIO BARTOLONE HABLA DE SUS DOS OBRAS EN CARTEL, QUE SORPRENDEN A LA ESCENA DEL OFF
Piedra sentada, pata corrida (farsa civilizatoria), en Timbre 4, y La piel del poema, en el Rojas, imponen a Bartolone como un dramaturgo a seguir, por su insólito uso del lenguaje y por su desacralización de los mitos nacionales de origen.
Por María Daniela Yaccar
Ignacio Bartolone, joven dramaturgo y director, sorprendió primero en el off con Piedra sentada, pata corrida (farsa civilizatoria), que abordaba el genocidio de la Conquista del Desierto. Era la historia de los Lechiguangua, una tribu errante e inventada de fines del 1800, de la que quedaban nada más cuatro integrantes y un perro. Recientemente, Bartolone, de 31 años, estrenó en el Rojas La piel del poema, que tiene algunas coincidencias con aquel primer trabajo –conecta con mitos fundacionales e identidad–, pero también diferencias. En este caso, dos buenas amigas comparten un porro y conversan a orillas del río Paraná. Durante el atardecer, un suceso aparentemente sobrenatural interrumpe ese momento distendido y un comisario y un oficial-poeta –que navegan a bordo de una lancha de Prefectura llamada Gacela– se convierten en los héroes de la jornada. El quinto personaje es un gaucho enamorado. Ambos espectáculos están actualmente en cartel.
Bartolone se formó con Alejandro Acobino y en 2009 ingresó a la carrera de dramaturgia en la EMAD. En 2011 estrenó su primer trabajo como dramaturgo, Turbia, con dirección de Lorena Vega. Dos años más tarde obtuvo una mención en el VIII concurso Germán Rozenmacher por La piel del poema. “No recuerdo bien cuál fue el punto de partida. Sí recuerdo que en algún momento determinado estaba leyendo autores que me incentivaron al trabajo del lenguaje y a explorar cierta cuestión regional, como Francisco Madariaga, Juan L. Ortiz o la novela Lata peinada, de Ricardo Zelarayán. No soy de Corrientes. Y si bien hay una referencia concreta no tengo intenciones de situar nada”, cuenta el dramaturgo a Página/12, acerca de esta obra que se puede ver hoy en el Rojas (Corrientes 2038), además del 11, 18 y 25 de septiembre, siempre a las 22.
La piel del poema es desopilante, construye un verosímil a partir de situaciones completamente inverosímiles, pero por debajo de todo eso que se presenta absurdo aparecen cuestiones como la homosexualidad y la discriminación o el porteñocentrismo. “Pienso en la topografía de lo escénico. Por ahora, dentro de mi escasa producción, estoy generando espacios de abstracciones, con lugares abiertos. La idea del río me producía un acontecimiento que estaba bueno. Lata peinada tiene movimientos de carácter fantástico, y a mí me interesaba la idea del gaucho mitológico. Lo mío fue un trabajo con el lenguaje, no con una región en particular”, explica el autor. Los actores de La piel del poema son Karina Elsztein, Cristina Lamothe, Luciano Ricio, Ariel Pérez de María y Marcos Ferrante. Un hallazgo de la obra es la música en vivo, de Franco Calluso. Sobre el proceso de escritura, Bartolone detalla: “Trabajé la angulación de las frases y cadencias sonoras; produje acontecimientos de escritura desligados de mi habla coloquial. Me corrí de ciertos saberes para trabajar con otra materia”.
Algo similar sucede en Piedra sentada... (domingos a las 21.15 en Timbre 4, Boedo 640). En este caso, el lenguaje articula poesía, modismos contemporáneos con formas de habla precolombina. Pese a las similitudes entre un trabajo y otro, Bartolone no entiende ambas propuestas como un díptico. “La gente me dice eso. Pero lo que siento que tienen en común es que las escribí yo. Una tiene una impronta claramente más política, una determinación de acontecimiento ligada a una idea contra revisionista. La piel del poema tiene, también, cuestiones ligadas a la antinomia civilización-barbarie, pero tiene un lugar más narrativo. No hay una tesis tan expuesta, no es una ficción razonada”, compara Bartolone, amante del comic, la música, la literatura –“sobre todo de los escritores de narrativa que se encuadran dentro del mote del neobarroco en la Argentina”– y los dibujos animados, elementos que se filtran en su estética.
Ya desde el título, Piedra sentada... se anuncia como una farsa, porque plantea “un juego de enmascaramientos, una parodia, una distorsión”. “Digo que La piel del poema es un giallo argentino, pero es un chiste interno. También tiene mucho de romance, de amor entre mejores amigos. Aparecen los amores que no se dan, la ambivalencia de tener una cosa y querer ser otra”, define. Agrega que está interesado en generar lenguaje “desde la escritura”, para que eso se filtre, luego, en las actuaciones: “Invito a los actores a trabajar los decires, las formas, las respiraciones de los textos. La literatura dramática es una cosa muy estancada en sus formas, se le hace mucho la pata a lo conocido. Mi preocupación es generar lenguaje”.
“En mí hay una idea de repatriación, de tocar algunos mitos fundacionales, de travestirlos, disfrazarlos, moverlos; de hacer un trabajo contra revisionista. Y de ser menos lacrimógeno con la idea de la memoria. Me gusta que la pesadilla o lo que heredamos sean tomados desde otro lugar. Me interesa la alegría. O lo plástico de las situaciones. En la gauchesca casi no hay sexualidad. En mi obra hay un gaucho definidamente sexual”, dice el autor. Ya escribió el pasado en Piedra sentada..., también el presente, en La piel del poema. Y en este momento, Bartolone está escribiendo una obra que se ubica en el futuro. “Vuelvo a tomar la arcilla de lo político. Tiene que ver con el compromiso político de estos últimos diez años y con el compromiso civil a la hora de la votación. Me pregunto hasta qué punto uno se compromete políticamente. Hay una especie de nave varada en el espacio y, en un día de elecciones, llega un comando del sufragio universal para que las personas que están dentro de la nave voten”, anticipa.
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