Martes, 6 de octubre de 2015 | Hoy
TEATRO › BALANCE DEL FIBA, QUE TERMINó EL DOMINGO
Por Cecilia Hopkins
El cruce de lenguajes, lo multicultural y temáticas muy involucradas con problemas sociales contemporáneos fueron marcas distintivas de la programación internacional de la décima edición del FIBA que concluyó el domingo. También la ironía y el humor fueron aspectos recurrentes. Así, los grupos participantes procuraron no abrumar a los espectadores con arduas disquisiciones o imágenes angustiantes, sino que abonaron sus producciones con situaciones risibles y hasta señalamientos ingenuos. Lo fragmentario, la velocidad y las pantallas en todas sus variantes estuvieron a la orden. Y fueron muchos los espectáculos que, por su extenso desarrollo, atentaron contra la calidad de atención.
Las obras abordaron temas tales como la desmemoria social ligada a hechos traumáticos, la violencia de género, el autoritarismo, los estragos de un sistema financiero en crisis, las mentiras de la historia, la apropiación cultural, el maltrato que reciben los diferentes y la expoliación de los recursos naturales. Podría decirse que estos teatros que giran realizando una indagación artística sobre lo intolerable, partiendo de supuestos parecidos evidencian la misma falla. Porque intentan criticar con sorna o ferocidad a un sistema y a unas instituciones que, en definitiva, son quienes los contratan para ofrecer sus producciones como antídoto.
Lo llamativo de The past, de la argentina radicada en Berlín Constanza Macras, fue la calidad de sus bailarines. Pero su estructura laberíntica invitó a la mera contemplación, perdiendo el espectador la posibilidad de adentrarse en el tema planteado –la memoria y su relación con el presente– y calibrar su abordaje. Con aportes dancísticos más convencionales, Isabella’s room, de la Neddcompany, que dirige el belga Jan Lauwers, transformó el anfiteatro del Parque Centenario en una virtual sala de museo por la cantidad de objetos etnográficos expuestos, marco inusual para narrar la historia de una mujer que transita buena parte del siglo XX buscando el valor real de lo considerado aparente. En The blind poet, la compañía puso en escena la historia genealógica de los siete intérpretes –de distintos entornos culturales– a partir de detalles tragicómicos, objetos desconcertantes, danza y sonorización en vivo.
Los catalanes de la Compañía Señor Serrano, en su Brickman Brando Bubble Boom, hacia el final del montaje concretaron un acto de sinceridad al confesar que sabían que era estúpida la fábula que estaban contando, la del ficticio inventor del sistema hipotecario, cruzada con el recuento de las veces que Marlon Brando se mudó en su vida sin conseguir establecer un hogar. En efecto, el montaje resultó pueril y reiterativo. Por su parte, el argentino Rodrigo García, representante de Francia con Gólgota Picnic, propuso imágenes en vivo o filmadas in situ sobre la apetencia de consumo y estupidez de una humanidad amenazada por sus tendencias suicidas. Entre desnudeces y enchastres, el desborde performático propuesto hizo reír a buena parte de la platea. Por suerte acompañaron las acciones de los actores unos textos lúcidos, interesantes aún en su estudiado cinismo.
Si la obra cubana Antigonón, un contingente épico, también siguió los lineamientos del relato fragmentario y el cruce de danza, texto y música en vivo para realizar un friso de la sociedad cubana actual, Castigo, obra chilena dirigida por Christian Plana, prescindió de nuevas tecnologías y, basándose en la dramaturgia de August Strindberg, se refirió a los efectos y las consecuencias de una educación rígida sustentada en el sometimiento familiar. En otro registro, aunque también apoyada en la actuación, La cautiva, de la peruana Teatro La Plaza, bajo la dirección de Chela de Ferrari, se remontó a los 80 para ventilar hechos de sangre provocados en enfrentamientos entre Sendero Luminoso y el ejército peruano.
Por su parte, Ganesh versus the Third Reich, por el Back to Back Theatre, hizo foco sobre el autoritarismo desde un formato tan autorreferencial que por momentos se volvió confuso. Porque en el argumento de la obra, los integrantes de una compañía de actores autistas y con síndrome de Down –como ellos mismos– son humillados por su director durante los ensayos de una obra sobre el nazismo y la intolerancia, que es precisamente lo que ya desde el título se propone mostrar la troupe australiana. Como excepción, el Toneelgroep Amsterdam, a las órdenes de Ivo Van Hove, se apartó de lo político y lo social para ofrecer en Opening Night, además de un espectáculo de gran despliegue tecnológico, una reflexión sobre la imposibilidad de aceptar el paso del tiempo, montada sobre la idea de teatro y cine dentro del teatro, basándose en el film del mismo nombre de John Cassavetes. Finalmente, el espectáculo que cerró el FIBA en el Teatro Colón fue una inspirada versión de la ópera Macbeth, de Verdi, del sudafricano Brett Bailey y su compañía Third World Bunfight. Ubicada la acción en el Congo, con cambios en el libreto y la música originales, el montaje contó la misma trama de la tragedia de Shakespeare –el ascenso al poder de un tirano asesino– aquí convertido en líder de un estado africano vendido a las corporaciones multinacionales.
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