Sábado, 31 de octubre de 2015 | Hoy
TEATRO › EVA HALAC ESTRENO SANCHEZ BULEVAR, REESCRITURA DE LOS MUERTOS, DE FLORENCIO SANCHEZ
Según la directora, dramaturga y titiritera, su nueva puesta suma sus obsesiones a las del dramaturgo. La obra, presentada en 1905, tenía en su momento la originalidad de presentar a una protagonista que echaba de su casa a su marido borracho.
Por Cecilia Hopkins
Escrita por la directora, dramaturga y titiritera Eva Halac, Sánchez Bulevar es una reescritura de Los muertos, de Florencio Sánchez, aunque contiene citas a otros materiales no dramatúrgicos del autor de Barranca abajo. Estrenada en 1905, esta obra tiene la originalidad de presentar un caso de determinación femenina: cansada de soportar las borracheras de su marido, Amelia echa a Lisandro de su casa y busca consuelo en Julián. Pero nadie puede evitar la tragedia que finalmente sucede. La obra del autor uruguayo causó gran revuelo en la época de su estreno: “En el instante del asesinato el público se abalanzó hacia el escenario”, cuenta Halac en la entrevista con Página/12, y agrega: “Esta fue su obra más concurrida y aplaudida”. En su versión, Halac enmarca los sucesos de la pieza original en un encuentro imaginario entre el propio Sánchez –quien se encuentra escribiendo Los muertos– y Julián Alvarez, jurista y político uruguayo que inspiró al autor el personaje del amante de Amelia. Actúan Cristina Dramisino, Federico Lama, Piki Paino y Ariel Staltari.
–¿Cómo opera sobre el texto original la reunión de Sánchez y Alvarez que se da en su obra?
–El personaje de Julián Alvarez es casi la contrafigura de Sánchez: prepotente, millonario, exitoso, “un hombre de carácter”. Para el autor es catártico. Juega a ser él cuando imagina sus réplicas y las acciones brutales que jamás se hubiera permitido.
–Pero Sánchez no pudo conocerlo...
–Prefiero pensar que sí. Sánchez se desvivía buscando personajes, se pasaba las noches en el Royal Keller, un cabaret donde acudían desde los poetas anarquistas hasta los jefes políticos de la oligarquía. Sánchez se emborrachaba, se le acababa el dinero, perdía el tren para regresar a su casa en Banfield. Miraba a esos hombres perfectos y elegantes como Julián y se preguntaba: ¿cómo hacen para vivir así?
–¿Cree que cambió con el tiempo la idea de lo que es un hombre de carácter?
–Sánchez era ateo, racional, casi científico, gran lector de Nietzsche. El mundo se le presentaba como una jungla, donde solo sobreviven los más aptos. Un hombre de “carácter” es un hombre fuerte, dominante, que no se somete fácilmente y no se doblega frente a la voluntad ajena. Un líder. En cambio, un hombre sin carácter es un muerto que camina. En el mundo de los negocios, el mundo de la política, es absolutamente actual. Por eso Sánchez se sintió siempre un inadaptado social.
–¿Qué es lo que le pasa a Amelia tironeada entre un hombre de carácter y un “muerto que camina”?
–Amelia tiene una vida miserable y fantasea con ser feliz. Tiene el suficiente carácter para echar a su marido borracho de la casa y mostrarse con Julián. Pero el sometimiento continúa: no es libre porque su identidad está siempre ligada a un hombre. Julián es encantador, pero también es un competidor nato, necesita ver al marido de Amelia arrastrado, humillado. Para ser un ganador necesita que exista un perdedor. Ese es el verdadero juego que interesa a los hombres. Amelia se descubre a sí misma como un trofeo insignificante.
–¿Qué es lo que más le atrae del mundo de Florencio Sánchez?
–Florencio vivió en esa Buenos Aires de principios de siglo pasado, donde arribaban desde Europa todas las óperas y las grandes compañías de teatro. Gran observador, sostenía que todos nuestros valores y principios están casi reducidos a gestos ampulosos, copiados de aquellas grandes ficciones. Descubrió que vivimos de manera triste y absurda gracias a que defendemos valores en los que ni siquiera creemos, pero los sostenemos con un comportamiento teatral, hacemos “escenas”, nos encontramos atrapados en deberes ridículos y desperdiciamos la vida.
–¿Cómo analiza su dramaturgia?
–En toda su literatura –pensemos en En Familia, Barranca Abajo, M’ hijo el dotor– hay una búsqueda de verdad sin eufemismos, sin prejuicios, sin espejismos. Su anarquismo declarado tiene que ver con una mirada limpia de la realidad, con su decepción de los “caudillos latinoamericanos” que enfrentaban a los pueblos por ilusiones. Fue apasionado en todo lo que hizo, quizá porque estaba enfermo, porque sabía que tenía poco tiempo.
–¿Los muertos le permite hablar de cosas que pasan en nuestros días desde un lugar diferente?
–En Sánchez Bulevar hay un recorrido por las obsesiones de Florencio, pero también hay temas míos que regresan. Florencio era un escritor, periodista y militante político, y se halla en ese instante donde siente que debe tomar decisiones, establecer prioridades. Un tema que aparece con Rodolfo Walsh en Café irlandés (obra de su autoría, donde confluyen Walsh y Tomás Eloy Martínez). Esos interrogantes de cómo vivir, los siento contemporáneos. Vivimos una época donde se mezclan la autoayuda con el discurso social. Una época de mucho gesto melodramático, mucho personaje atrapado en los roles de víctimas, villanos y héroes.
* Sánchez Bulevar, Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543) los sábados y domingos, a las 20 y 22.30, respectivamente.
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