Lunes, 16 de noviembre de 2015 | Hoy
TEATRO › CUANDO VUELVA A CASA VOY A SER OTRO, ESCRITA Y DIRIGIDA POR MARIANO PENSOTTI
Interrogantes respecto de la identidad y del ser se integran en un gran sistema de piezas, donde se presta especial cuidado a la forma.
Por Paula Sabatés
Como en anteriores trabajos, en su última obra Mariano Pensotti deslumbra más de lo que conmueve. Y no es que Cuando vuelva a casa voy a ser otro no incluya historias profundas, porque lo hace, sino que la atención del director está puesta en la maquinaria teatral, en ver cómo superarse en lo que respecta a los sistemas de significación escénicos, en el desarrollo de la originalidad de los mismos, más que en lo que el cuerpo humano y el rostro de los actores tienen para ofrecer. Claro que esto no quiere decir, necesariamente, que los actores que lo acompañan no posean virtuosismo. De hecho lo tienen, porque de no ser así no podrían seguirle el ritmo al montaje planteado por el director; pero su artificio está más al servicio de aquel que de la actuación misma, una elección que Pensotti viene arrastrando en al menos sus últimas tres obras, y con la que hasta ahora sale más que airoso.
Lo que se quiere decir es que esta obra, al igual que las últimas del director, no se caracterizan por ser de esas en las que al espectador “le pasa algo” que no puede explicar. Salvo quizás hacia el final, el trabajo no lleva al público a un estado primitivo o visceral, pero sí le demuestra que el teatro puede (y debe) arriesgar, buscar una personalidad, y también hacerse de una forma particular de contar, y que es mucho más rico cuando es así. Si En el pasado es un animal grotesco el director planteaba una calesita como escenografía y en Cineastas presentaba una enorme casa dividida en dos plantas, en este trabajo no se queda atrás y pone dos cintas de caminar enfrentadas, funcionando en dirección opuesta, lo que construye escenarios móviles que sirven para desarrollar la historia presentada. Junto con ellas, una pantalla ubicada en uno de los laterales indica al público los distintos capítulos que posee la historia, que esta vez también es coral y no se cierra en un solo personaje.
Claro que el hecho de que la atención esté puesta en esa maquinaria no denota a un director superficial. Al prestar especial cuidado a la forma, Pensotti demuestra una concepción del teatro, al que no identifica sólo con personajes y una historia, a la manera más tradicional si se quiere. Para él, la teatralidad se construye en la conjunción de esos dos frentes (el “formal” y el de “contenido”), de la cual se desprende un tercero: el ideológico. Porque en su teatro todo está justificado, y a cada objeto utilizado le corresponde un sentido. Nada sobra y nada falta. Un “comunismo” de recursos; un teatro minimalista, paradójicamente.
Por eso si bien las actuaciones de Agustín Rittano (o Javier Lorenzo en su reemplazo temporal, incluyendo la función que presenció esta cronista), Mauricio Minetti, Santiago Gobernori, Julieta Vallina y Andrea Nussembaum son buenas, lo que importa en esta obra es que su interpretación comulgue con el resto de los elementos de la puesta más que el hecho de que brillen por sí solas, como sucede en obras donde lo único que tiene el actor es su instrumento mismo. Aquí el desafío es distinto, pero igual de grande: adaptarse a ese gran sistema de piezas que el director compone; hacerlo con exactitud, precisión y compromiso.
Dicho lo anterior, vale la pena destacar también la historia, porque en Cuando vuelva... Pensotti además ha crecido como dramaturgo e inventor de situaciones. Surgida de la anécdota real de la familia del director, la obra comienza con la historia de un personaje cuyo padre había sido militante en los 70. Cuando empieza la dictadura, el hombre entierra algunos objetos en el patio de sus padres. Años después, luego de que éstos mueran y se venda la casona, recibe un llamado de los nuevos dueños, quienes encontraron sus bolsas llenas de cosas y quieren devolvérselas. Al recuperar sus pertenencias, el hombre reconoce todos los objetos salvo uno, un viejo cassette en el que se escucha la voz de otro hombre cantando. Ese misterio lo conectará con otras dos historias también marcadas por la pregunta del ser y de la identidad. Una pregunta que, evidentemente, está en la interioridad del propio Pensotti, quien con este trabajo vuelve a buscar un lugar dentro del campo teatral.
De Mariano Pensotti
Actores: Julieta Vallina, Agustín Rittano, Mauricio Minetti, Santiago Gobernori, Andrea Nussembaum.
Música: Diego Vainer.
Escenografía y vestuario: Mariana Tirantte.
Iluminación: Alejandro Le Roux.
Dirección: Mariano Pensotti.
Funciones: viernes a las 21, sábados y domingos a las 20.30 en el Centro Cultural General San Martín, Sarmiento 1551.
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