Miércoles, 9 de diciembre de 2015 | Hoy
TEATRO › AMOR CLICHé, CON DIRECCIóN DE ROBERTO MAURI
Por Paula Sabatés
Cuando hay inteligencia para combinar la simpleza de recursos a la que obliga la autogestión, sobre todo en teatro, con otros atributos propios del talento de quienes se involucran en un proyecto, entonces una obra sobresale de la media y se vuelve digna de admiración. Es el caso de Amor Cliché, atractiva propuesta que posee una frescura notable, además de buenas actuaciones y una historia original. Se trata de la nueva obra de Roberto Mauri, que se verá mañana a las 21 en El Opalo Espacio Teatral (Junín 380), sala que encaja a la perfección con esta propuesta, ya que pese a su pequeño tamaño ha presentado siempre trabajos de gran calidad.
Es difícil catalogar la obra dentro de un género, porque proporciona partes iguales de humor y tragedia. En todo caso, se trata de un híbrido de suma inteligencia que por otra parte no podría no ser tal, debido a la particular historia que cuenta. Emmanuel es un joven que sufre de un trastorno llamado erotomanía, según el cual uno tiene la convicción delirante de ser amado por una figura pública. A él le sucede con Salvador Reyes, una especie de Palito Ortega venido a menos, que hace años no mete un hit. Entonces secuestra al repartidor de pizzas que tenía que visitar su domicilio, y desde entonces se instala en la casa de su ídolo y amado, que ahora también será la suya por decisión propia.
Con un gran trabajo de dramaturgia de Mauri, quien también dirige la puesta, la acción se desarrolla en aquel departamento donde Emmanuel mantiene cautivo a Salvador, entendiendo que si lo deja libre se va a ir de su vida (y va a llamar a la policía, porque en su fanatismo el joven recurre a la violencia en más de una oportunidad). El músico no puede creer lo que vive, pero en la ambigüedad de su ego es como si a la vez disfrutara de (volver a) tener a alguien tan loco por él, razón por la cual reduce al mínimo sus acciones de resistencia. También porque la presencia de su suegra –una mujer ruda de mal carácter que es en verdad la que maneja todo lo que pasa– lo intimida hasta en su propio hogar.
Más allá de la originalidad de la historia, que presenta momentos de humor verdaderamente delirantes, la pieza tiene una calidad notable: la puesta en escena no cuenta, como se dijo, con grandes maquinarias ni un gran presupuesto, pero resalta en el detalle, porque todo es muy cuidado y pensado, desde la posición de los objetos para aprovechar la ubicación de las puertas de la sala, hasta los cuadros que cuelgan en la pared, con fotos semimontadas de Salvador con otros ídolos de la canción popular. También lo es la iluminación, y sobre todo la música (original de Juan Lastiri y Juan Martín Yansen, y muy muy pegadiza), que tendrá una importancia vital para el desarrollo de la historia, que no se puede contar para no arruinar el final de la pieza.
Pero quizá lo más notable de todo sea la esencia misma del hecho teatral, es decir la actuación. El trío de actores es realmente destacable, en todos los casos, con una coordinación y química que dan como resultado una gran organicidad escénica. Sobresale, hay que decirlo, la labor de Juan Manuel Artaza, una joven revelación que encarna con precisión a un personaje tan impreciso como Emmanuel. Su composición es exquisita, con matices muy bien logrados. La participación de Artaza otorga un plus de virtuosismo, y termina de cerrar una pieza muy recomendable.
De Roberto Mauri
Actúan: Eduardo Arias, Juan Manuel Artaza y Adela Sánchez.
Diseño de Escenografía y Vestuario: Maite Corona.
Diseño de Luces: Lucía Feijoó.
Diseño Gráfico: Martín Speroni.
Música original: Juan Lastiri y Juan Martín Yansen.
Fotografía: María Gutiérrez, Laura Mastroscello y Julián Reynoso.
Asistencia de dirección: Pablo Hofman.
Producción ejecutiva: Zoilo Garcés.
Dirección: Roberto Mauri.
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