TEATRO › HOMENAJE A EDUARDO PAVLOVSKY EN EL CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACION
“Nos propusimos celebrarlo como autor teatral, poniendo en escena varias versiones de sus obras más significativas”, dice Christian Forteza, organizador del encuentro, que incluirá Cámara lenta, Potestad y El señor Galíndez, entre otras grandes piezas de Tato.
“Eduardo Pavlovsky fue una persona multifacética. Desde lo intelectual, lo terapéutico, como actor, dramaturgo y, por supuesto, como militante de los derechos humanos. Nos propusimos homenajearlo sobre todo en una de sus facetas, como dramaturgo, poniendo en escena varias versiones de sus obras más significativas”, dice Christian Forteza, quien organiza un homenaje a Pavlovsky que comienza mañana sábado en el Centro Cultural de la Cooperación y se extenderá durante todo el mes allí y en otras salas. Se podrán ver, a cargo de diferentes artistas, Cámara lenta, Potestad, Hombres, imágenes y muñecos y El señor Galíndez, entre otras. Además, habrá un encuentro para recordarlo a través de lecturas y recreación de escenas, del que participarán Ricardo Bartís, Norman Briski, Mirta Bogdasarián, Luis Campos, Susy Evans, Stella Galazzi y Eliana Wassermann.
En el marco de este homenaje –a un año de la muerte de Tato—, Forteza dirige Potestad y Cámara lenta. “Me siento muy identificado con su dramaturgia. Es el teatro que me gusta: uno de mucha intensidad, que te obliga a investigar más allá de la construcción lineal del personaje, para llevarlo al ‘realismo exasperante’. Abordar un texto de Pavlovsky es siempre sumergirte en un estado ‘multiemocional’...”, reflexiona el director. “Su figura seguirá representando un teatro de la resistencia. Ayuda a pensar, es ético y desalienante”, define.
Fue a través de Potestad que Forteza lo conoció: vio actuar a Pavlovsky en 1992 y quedó “prendado” de su talento. En 2013, estrenó su propia versión del clásico escrito en 1985, que pone en escena a un apropiador que sufre. “Va a seguir vigente mientras sigan faltando nietos que recuperar. Porque es una obra que habla de la identidad, del desprecio por el otro, de la inmunidad del poder”, apunta Forteza. “Mi versión de Cámara lenta también tiene cierta actualidad. Es una obra sobre los vínculos, con un fuerte contenido existencial, donde las miserias de los tres personajes se mezclan con cierta dependencia emocional que hace ver las cosas desde un prisma, a veces un poco distorsionadas”, agrega.
Otro director que participará del evento es Eduardo Misch, asistente de Tato desde 1999 hasta 2015. “Es un referente para mucha gente y por eso es tan querido. Sus múltiples actividades –médico, psicoanalista, psicodramatista, dramaturgo, actor– hacían que fuera ‘Tatossss’. No era uno solo. Era muchos, y ésa es y será su singularidad. Un hombre que realmente se salía de sus límites y crecía cada mañana para saber o inventar qué había que hacer hoy. Así era: un hombre sin límites y sin fisuras; un hombre infinito aunque tan concreto como un golpe seco”, define Misch, quien destaca no sólo el compromiso “ético, político y estético” del teatro pavlovskyano, sino también sus artículos, libros y ensayos.
“El mayor motor de este homenaje es valorar su trayectoria y experiencia, pero sobre todo festejar a un gran hombre al que hay necesidad de nombrar, de decirle que es querido y amado, de agradecerle su grandeza, intentar devolverle su generosidad. Este encuentro nos enfrenta con su ausencia física y creo que no es casual que haya elegido Dirección contraria-artesanía teatral para recordarlo”, dice Misch, que presentó este mismo espectáculo en otro homenaje que se hizo en el CCC cuando “el hombre infinito” todavía estaba para verlo. Inspirada en la novela de Pavlovsky, esta obra del grupo El Soporte se centra en Poroto, un personaje que selecciona en su vida las relaciones y el tiempo que invierte en ellas para no intoxicarse. El mismo Tato la definió como una “muy buena experimentación, libre y sin ataduras”, una “multifacética exploración del personaje y su contexto”. “Elijo esta obra porque es lo más alegre que he dirigido de Tato, porque la hacemos con el grupo apadrinado por él y porque sé que le gustaría que Poroto estuviera presente en este encuentro. Que duele a herida, pero sangra alegría”, concluye Misch.
Daniel Dibiase –actor y director– y Sebastián Berenguer –profesor, director, actor y músico– comparten la dirección de Hombres, imágenes y muñecos, escrita a principios de los sesenta, “perdida por más de 50 años” y definida por ellos como “un teatro ‘en porciones’, donde el autor muestra su fuerte crítica a la sociedad de clases, con sus mecanismos de dominación y sumisión”. Para Dibiase, el legado de Pavlovsky cobra particular sentido en la actualidad, por “la situación que atraviesan este país y la región”: “queda naturalmente expuesto como un teatro de oposición”, sostiene.
La historia de todos los directores consultados para esta nota es más o menos la misma: cuando descubrieron a Pavlovsky no pudieron parar de leerlo. “Encontré en su teatro lo que quiero comunicar. Por eso elijo sus obras, como director o actor. Sus textos en general se aproximan a un mundo en el que me reconozco. Hoy las releo, o veo videos de Tato actuando o hablando y me contagia la pasión que tenía. Es lo más parecido a un ángel teatral hoy por hoy”, elogia Berenguer.
“Hombres, imágenes y muñecos no es del estilo dramatúrgico conocido por Pavlovsky. De hecho, fue estrenada en 1962 y se realizaron cuatro funciones solamente. Es una obra inédita. Nos dio la posibilidad de descubrir en la lectura y los ensayos la complejidad de las relaciones entre el opresor y el oprimido, sin dejar de sentirnos títeres de un sistema en el que no es fácil visualizar quién es el gran titiritero”, se explaya Dibiase. “Me identifiqué rápidamente con la obra. Me sedujo la ida de trabajar con el teatro del absurdo o teatro total que planteaba Tato en los sesenta. Esas obras confusas pero con imágenes reales donde se intentan representar más legítimamente nuestras situaciones cotidianas. Podemos encontrar su mirada sobre la moral burguesa, el poder, el matrimonio y la opresión. La recuperación de una obra perdida por más de 50 años de un autor tan importante cobra un gran valor artístico”, concluye Berenguer.
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