Sábado, 8 de octubre de 2016 | Hoy
TEATRO › ERNESTO ACHER REGRESA A BUENOS AIRES CON EL ESPECTACULO HUMOR A LA CARTA
Se trata de mucho más que de contar chistes, dice. Con Luis Landriscina y Billy Crystal como algunos de sus modelos, busca crear una historia y transmitirla con cada cuento y lo muestra hoy a la noche en el ND Teatro.
“Hay un momento para hacer las paces”, dice. Se refiere a Buenos Aires, la ciudad de la que decidió irse y a la cual, después de quince años viviendo en Chile, Ernesto Acher quiso regresar. La razón de la vuelta, para él, es clara: “Esto”, afirma, y señala, haciendo un círculo en el aire a su alrededor, al bar en el que conversa con Página/12, en las vísperas de su Humor a la carta, que presenta hoy a las 21 en el teatro ND Teatro (Paraguay 918). Y no se refiere sólo al lugar en que está, claro. Habla de los ruidos de esta ciudad, de los afectos, del olor de las comidas, de una cierta música que resuena en el aire porteño.
“Ya me había ido de esta ciudad. A Córdoba. A un lugar tranquilo. Y el episodio de los cinco presidentes fue demasiado para mí. Tenía trabajo en Chile y decidí irme para allí. Y fueron realmente años muy fructíferos, pero allí falta todo esto que está aquí, la efervescencia, la cantidad de proyectos que surgen permanentemente, por aquí y por allí, la cantidad de teatros y la calidad de lo que se ve en ellos. Extrañaba todo esto y lo demás, bueno, uno perdona.” Fundador de la Banda Elástica, creador de espectáculos como Los animales de la música o, junto al notable pianista Jorge “Pampero” Navarro, El Gershwin que amamos y mucho antes en el tiempo, integrante de Les Luthiers, Acher no deja de imaginar nuevos proyectos: orquestaciones de tangos, obras de teatro. Y, como territorio al que nunca abandona del todo, el humor. Algo que para él, obviamente, es mucho más que contar buenos chistes. “Creo que el secreto es imaginarse la historia, los personajes, los lugares, y poder transmitir eso al público. Cada chiste es una historia y contarla es hacérsela vivir a otro. Veo la escena, como una película, y la cuento. Eso me divierte mucho”. Su referencia inevitable es Luis Landriscina, a quien admira incondicionalmente. “Una máquina de disparar imágenes”, define. “Y eso es lo que debería ser un cuento”. Acher lo diferencia, en ese sentido, de Tato Bores. “El era divertidísimo, era gracioso, y tenía una relación particularmente perfecta con los textos pero no era un contador de chistes, porque no utilizaba imágenes”.
En Humor a la carta, Acher no recurre a la música pero su personaje es, al humor, lo que los viejos pianistas de confitería eran a la música. Se para en el escenario, va enlazando temas con otros, aunque se esmera en puntualizar que lo suyo no es el stand u, y cuenta chistes a pedido del público. Su enciclopedia abarca infinidad de cuentos con los temas más diversos, desde náufragos hasta músicos o abogados. Y su única arma es la memoria. Anotarlos le parece tramposo. Acher escucha, muchas veces corrige (“a veces hay algo en la historia que falla, o que puede mejorarse”), recuerda y cuenta. Y parafrasea a Billy Crystal, cuando en uno de sus monólogos del famoso 700 domingos aseguraba que lo importante no eran las cartas que uno recibía sino qué hacía con ellas. “Los grandes tienen, también, grandes enseñanzas. Recuerdo uno de esos monólogos de Billy Crystal, donde iba mucho más allá del chiste, o del remate efectivo. Hacía como que iba recibiendo las cartas. Miraba la primera y decía: ‘Menos de 1,70 m, ok, pero ¿no podías haber puesto un poquito más?’. Miraba la segunda: ‘Tu papá se va a morir cuando tengas 15 años’. Y le habla a Dios: ‘¿Vos mezclaste las cartas? ¿Estás seguro?’. Y saca otra carta: ‘Vas a tener a tu mamá hasta grande’. Y otra: ‘Te vas a casar con la mujer de tus sueños’. Y la quinta carta: ‘Vas a vivir de lo que más te gusta’. Entonces dice: ‘Me juego’. Creo que se trata de eso, de ver qué es lo que uno puede apostar, qué es lo que uno puede dar a partir de lo que ha recibido.”
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