Domingo, 17 de diciembre de 2006 | Hoy
TEATRO › ENTREVISTA A DARIO GRANDINETTI, POR EL REESTRENO DE “ELLA EN MI CABEZA”
El actor regresa a la escena después de seis años. Fue convocado para reemplazar a Julio Chávez en la exitosa pieza escrita y dirigida por Oscar Martínez. Grandinetti habla de su relación con el teatro y de su experiencia como productor. “Después de El cartero me dije ‘no produzco más’. Pero después me entusiasmo y me arriesgo”, señala.
Por Hilda Cabrera
“Si no estuviera enamorado no existiría el conflicto”, dice Darío Grandinetti sobre su personaje Adrián, de Ella en mi cabeza, porque la historia que se cuenta en esta pieza de Oscar Martínez (también director) gira sobre el amor, pero en convivencia, con su carga de deseos y rencores. Aquí es una pareja con un hijo (producto de “un acto irrevocable” que se menciona como al pasar), retratada con fino ingenio por el autor. “Adrián puede ir y venir de su histeria, de sus padecimientos con su mujer Laura, y yo me siento particularmente agradecido por interpretarlo.” El actor viene estudiando este papel desde hace meses, cuando se lo convocó para reemplazar a Julio Chávez, ocupado a su vez en un próximo estreno. De modo que Grandinetti se suma a un elenco que ha disfrutado ya de la aceptación del público. El reestreno será el 28 de este mes en el teatro Auditorium, de Mar del Plata.
El desplazamiento del personaje –que Grandinetti señala– es afín al temperamento de Adrián, quien reconoce que a su discurso central suma temas y subtemas que lo descompensan. En su fervorosa actividad mental, percibe asuntos tan enojosos como que en su pareja todo es cuestión de doblegar al otro. Tampoco allí falta un tercero, un tal Klimovsky, médico psicólogo, especie de árbitro en el revolucionado imaginario de Adrián, quien admite reconciliarse con Laura sólo cuando hace el amor. Es que el hombre ficcionaliza demasiado. Se enreda en absurdos y esconde acciones ante las que siente culpa.
Actor de teatro, cine y televisión, Grandinetti recuerda no haber hecho teatro en los últimos seis años y agradece este reencuentro. De origen rosarino, debutó en Melisa y se destacó en una primera puesta de Yepeto, de Roberto Cossa. Integró los elencos de versiones de El violinista sobre el tejado, Los hijos del silencio, La jaula de las locas, Feliz año viejo y montajes de Ya nadie recuerda a Frédéric Chopin y El cartero. Tiempo atrás, conformó el grupo Errare Humanum Est, con el que presentó, entre otras piezas, Los Mosqueteros del Rey y Los lobos. En el plano internacional, uno de sus últimos trabajos fue participar de un oratorio musical en un festival de música y danza de Granada.
–¿Qué le aporta a un actor ser dirigido por otro actor?
–Si hubiese leído esta pieza sin saber quién la escribió, no me hubiera dado cuenta de que el autor es actor, pero al estar en el escenario, haciendo mi papel, advierto la organicidad de su escritura. Ese es por un lado un dato a favor, y por otro está el que un director-actor sabe cómo pedir lo que quiere, qué botón tocar.
–¿Cómo es eso?
–Veamos. Los actores tenemos una fuerte relación con el cuerpo. Este no es un trabajo trascendental: no vamos a salvar a la humanidad, pero ponemos el cuerpo. Diría que la cabeza, el pensamiento, sólo está presente al comienzo de un ensayo y de un estreno. Después, el cuerpo se impone: pide y manda. Me ha sucedido interrumpir el trabajo en una obra y al retomarla acordarme de todo estando en el escenario. Allí aparecía toda la letra. El cuerpo tiene memoria.
–Se supone que nadie escapa a las crisis de la convivencia. En Ella en mi cabeza han transcurrido diez años de vida en común. ¿Cuál sería una estrategia de rescate?
–Me limito al personaje. En principio, Adrián no quiere hablar de lo que le pasa. En ese juego mental con el psicoanalista se va descubriendo como un tipo que siente un real amor por su mujer. Me gusta pensar que en la base de esta historia hay un amor sólido, porque de lo contrario podría pensarse que ésta es una obra misógina, y no lo es. Adrián vive deslumbrado por Laura.
–¿Cuestión de contradicciones, entonces, como en una comedia?
–Esta es exactamente una comedia, y yo feliz de hacer este personaje y trabajar con Oscar; con Juan Leyrado, que es un amigo de la vida; con Natalia Lobo, un encanto; y en una producción de Pablo Kompel, quien produjo películas en las que trabajé y estoy filmando.
–¿En teatro, prefiere ser contratado o armar proyectos independientes?
–En este caso, estoy contratado, pero en general me gusta producir, tomar la iniciativa, aunque soy consciente de los riesgos. Con Errare Humanum Est produjimos Los Mosqueteros del Rey y Los lobos; cuando finalizamos las funciones de Ya nadie recuerda a Frédéric Chopin en el Cervantes, la presentamos en otro teatro con producción del elenco; también Yepeto, se hizo en cooperativa, y de El cartero me ocupé yo.
–¿Qué es lo que descorazona en el teatro?
–Lo que me pasó, por ejemplo, con El cartero, una obra que produje con plata de mi bolsillo, ganada con mi participación en Chiquititas. Tardé un año y medio en recuperarla. Fui acusado de haber inventado un desnudo para que el público viniera. Censurado además, y amenazado de muerte en Santiago del Estero, cuando la llevamos en gira. No entendía. ¡Todo esto por una obra de teatro que en Chile se había estrenado estando Pinochet en el gobierno! La llevamos por todo el país. Recorríamos las ciudades y pueblos con un micro, transportando la misma escenografía y el mismo vestuario que utilizamos en Buenos Aires. No fuimos con una obra de cámara, sino con un espectáculo completo. Mientras actuábamos, y cuando después de la función nos íbamos a comer, era puro disfrute, pero fuera de eso, todo esfuerzo.
–Tampoco fue una época propicia...
–Fue en el 2001, pero no me quejo por eso, porque a pesar de la crisis nos venían a ver, pero, claro, demasiado esfuerzo. Ahí sí me dije “no produzco más”. Pero sé que me engaño; después me entusiasmo con algo que sólo a mí me atrapa, y me arriesgo. Cada tanto me llaman de España para hacer teatro, pero vivo en Buenos Aires, aunque muchos crean que me radiqué en Europa. A veces parezco un turista. Me convocaron para una obra de Molière que se presentará en el teatro romano de Mérida, pero tengo este compromiso y otros de cine. De España nos ofrecieron una gira con Ella en mi cabeza. Esto es muy halagador para el elenco.
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